Yanina, esposa fiel cogida y humillada

Yanina era maestra de primaria, se disponía a festejar su día, y como era el único día en que ella salía sola, su esposo se quedaba en casa tranquilo en casa. Ella se juntaba con sus compañeros docentes de su misma escuela y de otras de la zona. La idea era divertirse sanamente, comer, bailar, y alguna que otra que tomaba de más y nada más. 
Eligió una falda corta, en realidad demasiado corta para el gusto de su esposo, pero para no demostrar sus celos, él se quedó callado. Una camisa y unas zapatillas completaban su vestimenta. Exactamente a las 10 de la noche la pasó a buscar una de sus compañeras, no iban lejos, pues un conocido salón de fiestas de la zona era el organizador y allí se juntaban todos. Ella tenía un par de compañeros varones, el profesor de educación física “el profe” como le decían todos y Carlos un maestro, excelente persona, muy respetuoso de sus compañeras, y que no hablaba por no pecar. 
El profe era distinto, Mario de nombre, era un tipo que llamaría la atención de cualquier mujer, era soltero, atlético, obviamente muy afecto a los deportes, además era divertido, ninguna mujer lo detenía, sus deseos eran cogerse a todas las que pasaran por delante suyo, eso hacía que muchas de sus colegas, hubieran compartido momentos íntimos con él, y las que no lo habían hecho, trataban de mantenerse alejadas de sus garras. El caso de Yanina era especial, pues habían discutido por unos alumnos, y ella no había olvidado que la directora de su escuela, quizá atraída por Mario, le había dado la razón a él, quedando ella como una histérica, cosa que él aprovechó para hacer correr el rumor de que ella le tenía ganas, lo que incrementó en ella el odio hacia él. Esa noche era el primer festejo luego de la discusión, y ella sinceramente no podía dejar de lado esa bronca que le tenía. Pero estaba dispuesta a divertirse manteniéndose alejada de Mario. 
Apenas Yanina llegó al salón con su amiga, un mozo les ofreció la primer copa de champagne, ella aceptó la bebida, pero como no estaba acostumbrada a beber alcohol, decidió mantenerla en su mano, para brindar, sin beber demasiado. Pero sus colegas, el calor y la alegría del festejo, hicieron que ella casi sin darse cuenta consumiera rápidamente la bebida. La segunda y tercera copa pasaron también rápidamente, sumándose a un vaso de cerveza y un espumante. La mezcla de bebidas para ella fue fatal. Al rato ella estaba bastante alegre, fue por ello que cuando comenzó la música bailable, sintió que la tomaban de la mano y la llevaban a bailar. Se sorprendió cuando vio que Mario era quien la conducía. 
-No, pará, no me interesa bailar con vos.- dijo ella con un toque de desprecio en su rostro. 
-No seas mala, dejame que cambie mi imagen ante vos- rogó él. 
En ese momento un mozo pasó junto a ellos con un pequeño florero, que hacía las veces de centro de las mesas que iban quitando para dejar espacio para bailar. Hábilmente Mario robó una de las flores y se la ofreció a Yanina. 
-Para que tengamos un nuevo comienzo, por favor- Mario fingía implorar de rodillas ante ella. Normalmente habría sido ignorado por ella, pero como el alcohol ablanda los sentimientos, ella aceptó la flor. 
-Está bien, bailemos.- dijo ella. 
Por un buen rato bailaron y se divirtieron, a veces roces ocasionales, y los chistes que él le contaba, hicieron que realmente de a poco ella fuera bajando sus armas, y comenzara a verlo distinto, realmente atractivo y divertido. Al rato cansados de bailar fueron a sentarse. Él se apresuró a acomodarle la silla para que se sentara, y ante un pequeño gesto de que sentía un poco de frío, él le colocó su propia campera sobre los hombros. Totalmente “ablandada” por los gestos caballerosos de él, se dispuso a conversar, es más se mostró bastante interesada en sus palabras, pero la fuerte música en el ambiente no les permitía conversar tranquilos. 
-No te ofendas, pero porque no aprovechamos y vamos a tomar algo a algún lugar más tranquilo, así charlamos mejor.- ofreció él aparentando inocencia. 
Yanina se mostró dubitativa, no estaba bien que saliera con alguien a tomar algo pues era casada y no correspondía, pero a la vez no quería dejar pasar la oportunidad de arreglar las cosas con Mario. 
-está bien, vamos a algún lugar donde podamos conversar, dejame que le aviso a mi compañera que no me espere.- dijo ella y se alejó. 
Al regresar, ella se sentía feliz, pues no podía negar que Mario le gustaba un poco, y en su turbada cabeza, y facilitada por el alcohol, la sensación de tomar algo con alguien que no era su esposo, le producía un poco de excitación, aunque ella estuviera totalmente decidida a que nada pasara entre ellos. 
Eligieron un bar cercano con poca gente en su interior. Apenas se acomodaron comenzaron a charlar, varios cafés hicieron que ella recuperara un poco de compostura, pero a la vez, incrementó esa sensación de infidelidad, la voz de él se había vuelto melodiosa, y se mostraba atento a sus palabras, ningún tema era aburrido y por largas horas conversaron. Ella estaba extasiada, había descubierto en él un hombre que le gustaba conversar, agradable, atento caballero, y además muy atractivo. 
-Si supiera mi esposo con quien estoy tomando un café – le comentó ella 
-¿Tendrías algún problema?- preguntó Mario 
-Imaginate que con él me descargué todas las broncas de nuestra discusión, y él te odia- dijo ella sincerándose. 
-Estoy acostumbrado que los maridos me odien- dijo y juntos rieron. 
Sus miradas se juntaron, Yanina sintió como si se le electrizara todo el cuerpo. 
-voy al baño, esperame – dijo ella intentando enfriarse un poco. 
El baño se encontraba en un largo pasillo, a un lado estaban los sanitarios, y del otro una puerta conducía a un patio interior del bar. Cuando ella salió del baño, Mario la tomó del brazo y por sorpresa la arrastró a dicho patio, que con las luces apagadas, los ocultó totalmente de la vista de los demás. Rápidamente la apoyó contra la pared, y un apasionado beso los unió a ambos. 
-No, pará, ¿Qué haces?- dijo ella luego de responder al beso. 
-algo de lo que tenía muchísimas ganas- dijo él mientras conservaba una corta distancia entre sus rostros. 
-esperá, esto…no está bien- intentó hablar ella, pero un nuevo beso le impidió continuar. Mario la abrazó con fuerza y ella se dejó estrechar, por primera vez sintió la erección de Mario, eso la turbó, y casi instantáneamente también hizo presión con su pubis mientras otro largo y apasionado beso los unía a ambos. Él la miró cómplice. 
-¿me acompañás?- dijo él en voz baja 
-¿adonde?- respondió ella aunque ya conocía que el destino era el departamento de él. 
Mario la tomó de la mano, la condujo hacia el auto. Ella sentía como el calor en su cuerpo aumentaba, la excitación luchaba a brazo partido con sus valores, nunca había sido infiel a su marido, pero a la vez, hacía mucho tiempo que no se sentía así. La pasión y un poco de morbo ganaron la partida. Se dejó llevar, cuando subieron al auto, inmediatamente él la volvió a besar, una de sus manos se posó en sus tetas. Ella quiso resistirse, pero no le fue posible, un ligero suspiro escapó de entre sus labios. 
Y cuando Mario le desprendió la parte superior de la camisa para acceder directamente a sus pechos, ella lo dejó hacer. Un suave pellizco en sus pezones, provocaron que ella respondiera con su mano buscando la dura verga de Mario. Rápidamente bajó el cierre y la erecta pija se mostró a los ojos de Yanina. Mario la tomó suavemente de la nuca y la atrajo hacia él en inequívoco signo de lo que quería. 
-¡No, por favor!, paremos acá, todavía podemos…- no pudo continuar, ya la verga estaba ante sus labios, y ella abrió levemente la boca, para sentir el roce contra sus labios del duro miembro de Mario. En su mente los pensamientos pasaban velozmente, y ella no podía detenerse. Mario condujo hasta su departamento, y ella no dejó de excitarse más a cada momento. 
Entraron abrazados, y apenas la puerta se cerró, él sin demoras comenzó a desvestirla, y mientras se besaban fueron hasta el dormitorio. 
Ambos estaban totalmente desnudos, ella se agachó ante él para volver a poner la verga en su boca. 
-¿Te imaginaste alguna vez que mela ibas a chupar así?- preguntó él 
-No, jamás ¿con lo que te odiaba?- dijo ella 
-tratá de recordar como me odiabas, vas a disfrutar más de esto- dijo él con un poco de fuerza en su tono de voz. 
Ella recordó sus sentimientos, la discusión, y cómo él la había prácticamente humillado. Su excitación creció a pasos agigantados. Se sentía dominada, prisionera y eso le gustaba. Con sus labios recorrió todo el largo de la pija, su lengua se posó unos segundos en la cabeza de la verga, para luego volver a introducirla en su boca lo más que pudo. 
-vamos a hacer un juego- propuso él, mientras buscaba dos trozos de tela. Con uno le vendó los ojos, con el otro le ató ambas manos juntas. Ella dejó que él la acomodara sobre la cama, en la posición de perrito. La excitó sentirse inmovilizada por él, indefensa ante sus deseos. Su culo se le ofrecía a sus antojos. 
-Ahora te tengo como quería, putita- dijo él en tono totalmente distinto al usado toda la noche. 
Ella rió, pues el morbo del juego que él llevaba adelante la excitaba cada vez, pero lo que ella ignoraba era que ahora una cámara estaba tomando todo lo que sucedía en esa habitación. 
-Si, me tenés- respondió ella 
Un dedo comenzó a recorrer sus nalgas, y por la parte inferior cruzaba sobre sus muslos, hasta llegar cerca de la vagina, pero volvía a subir por la raya de su culo, sin tocar ni su vagina ni su ano. Ella suspiraba con fuerza. 
-tocame, por favor- rogó ella 
-¿Te acordás cuando discutimos?, ¿te acordás las cosas feas que me dijiste?- él mostraba ahora un tono imperativo. 
-si, perdoname- dijo ella 
-no puedo olvidarlo, es más quería tenerte así para vengarme de vos- el dedo por fin se apoyó en el ano, y hacía una leve presión en el orificio. Ella se quejó un poco, pero se quedó inmóvil. 
-¿donde quedó esa mujer con carácter, que me discutía?, mirá como estás ahora- 
Comenzó a acariciarle el clítoris, mientras un dedo se introducía en la vagina. Ella suspiró con fuerza. Él detenía sus movimientos haciendo que ella se moviera. 
-¡Que bonito que te movés! ¿tenés ganas de acabar?- Mario mostraba así que tenía a Yanina a su merced. 
-Si, haceme acabar- rogó ella. 
Él mientras movía su dedo en la vagina, comenzó a rozarle con su lengua el culo, haciendo que ella lanzara gemidos de placer. Yanina comenzó a sentir el orgasmo, gozaba enormemente con la situación, de que Mario la dominara así en ese “juego” Los movimientos de Mario se hicieron veloces y profundos, y la lengua se hundía con precisión en su culo. Ni a su marido le permitía jugar con su culo, pero Mario conseguía de ella lo que quería. 
Ella comenzó a temblar, sintió como los dedos de Mario la hacían acabar como nunca. 
-Así putita, acabá para mí, ¿te creíste mi juego de la dulzura?, sos muy inocente- 
-Sos un hijo puta, dejame- decía Yanina 
Ella no podía detenerse, descubría que en realidad Mario había jugado con ella toda la noche, y eso la llevó a niveles de placer que no conocía. Acabó como pocas veces en su vida, largamente gimió prisionera del placer que sentía al ser engañada por “su enemigo”. Sus brazos flaquearon, haciendo que ella apoyara su rostro contra la cama. 
Ahora sintió como la verga de Mario se apoyaba en su concha, y en un solo movimiento la penetró totalmente. El dolor que sintió le provocó un placer mayúsculo. 
-Sentí mi verga, te voy a partir, sos mi putita, sos mía ahora- 
-soy…tuya….si…partime...por…favor- su voz entrecortada mostraba el profundo gozo que sentía 
-Pedime perdón ahora- exclamó Mario 
-Perdoname…perdoname…por favor- ella rogaba 
Mario se movía con fiereza, embestía con brutalidad a Yanina, que se desarmaba en gemidos y suspiros que mezclaba con pequeños gritos de dolor. 
-me…duele…seguí…me…gusta- decía ella 
-Pensa en tu marido, ¿le vas a decir que te cojí?- 
-no seas cabrón, no seas así, dejá a mi marido en paz- imploraba ella. 
-Le estás sacando cuernos, estás cogiendo con tu compañerito, la cabrona sos vos- 
-si, soy una cabrona- 
-sos una puta, eso sos- 
-soy una puta, tu puta. 
Mario aún embestía con fuerza. Yanina sentía que la realmente la iba a partir en dos. De repente Mario se detuvo. 
-No, no pares, no me dejés así- imploró Yanina, a la vez que ella emprendía los movimientos, movía su culo todo lo que podía, y hacía presión contra él, para permitir que la verga entrara hasta el fondo. Nuevamente sintió el orgasmo, y sin dejar de moverse sintió como él se derramaba en su interior, sintió el semen correr por sus piernas, y por largos segundos continuó moviéndose, acabando una vez más para su enemigo. 
-¡como acabás, hija de puta, ¿te gusta que te coja?- Mario la humillaba cada vez más. 
-Si, me encanta, así, así- Yanina se hundía cada vez más en el placer. 
Agotada se dejó caer, rendida y satisfecha, se recostó y Mario le quitó las ataduras. 
Ella se sorprendió al ver la cámara. Su rostro se transfiguró. 
-¿Qué hiciste?¿filmaste todo?- dijo ella 
-por supuesto, me va a gustar ver esto de nuevo. 
-por favor borralo- 
-ni en pedo, a partir de ahora, me va a servir y mucho- dijo él. 
Ella trató de quitarle la cámara, pero no lo consiguió. 
Vestite y andate, le ordenó él, y ella totalmente humillada y derrotada le obedeció. 
A partir de ese día Yanina se convirtió en una sombra de lo que fue. Muchas veces más respondió a los deseos de Mario. Y en los lugares y momentos más insospechados debió someterse a él. Nadie lo supo, y menos aún que ella gozó con cada encuentro. 

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