Los motoqueros (2da. parte)

El viaje continuó muy tranquilo. Mi esposo estaba atento como siempre. No se había dado cuenta de que yo había salido, así que nada comenté. De última solo había ido por un te.... con leche. 
Nos detuvimos a almorzar, a cargar combustible y seguimos hasta nuestra siguiente escala. Llegamos por la tarde y nos alojamos en el hotel que estaba contratado. Luego salimos a dar una vuelta por el pequeño poblado. Al pasar por un taller a unas pocas cuadras, veo estacionadas delante dos motos bien conocidas. Mi mente se obnubiló. No podían estar también acá. Pero lo que mas me preocupaba era mi escasa resistencia. Lo de la noche anterior no me había alcanzado. Como dije, ni siquiera nos habíamos besado. Se limitó a cogerme y nada más. Me había quedado con las ganas de saber si debajo de esa capa de hombre duro, se escondía un tierno. 
Mi esposo quiso entrar a un negocio de artículos regionales para comprar algún recuerdo y yo le dije que seguiría caminando un poco y que me esperara allí. Como las motos estaban en un callejón, mi esposo no les había prestado atención. A mí, por supuesto no se me escaparon. 
Me dirigí rápidamente hacia el taller. Me asomé en el pasillo y lo ví a Walter conversando con su compañero de viaje y otra persona. Me vio y sonrió. Le dijo algo a sus compañeros y se acercó hasta la puerta. 
- Vaya Natalia, que sorpresa. Realmente no esperaba verte de nuevo, ya que no me dejaste ningún dato tuyo para que pudiera ubicarte. 
- Es que no quiero que trates de ubicarme. Lo que pasó pasó y debe quedar así. Soy casada, tengo una familia y si esto se supiera tendría grandes problemas. 
- Me imagino. Se terminarían las 4x4 y la ropa de marca, dijo sonriendo. 
- Es más que eso. A mi esposo lo quiero realmente, dije 
- ¿ Donde te hospedas? Aunque me imagino. Hay un solo hotel de la categoría a la que estás acostumbrada. Por supuesto mi economía no me dio para ese lugar. La verdad es que tengo un amigo de la infancia que por esas cosas de la vida se instaló en este lugar y me ofreció alojamiento gratis, así que de paso que nos ponemos al día con lo pasado, tengo donde quedarme hasta que siga viaje. Mira, entrando por este pasillo, la última puerta a la derecha es mi habitación. De día voy a estar ocupado, pero después de las 12 de la noche, soy todo tuyo. Cuando vengas olvídate todos los prejuicios, por favor. Ven dispuesta a experimentar cosas nuevas. Compórtate como una mujer, dijo dándome una palmada en el trasero y volviendo adentro a seguir la conversación, sin darme tiempo a decir nada, aunque realmente no se que hubiera dicho. 
Volví con mi esposo, y juntos regresamos al hotel. Nos duchamos y el comenzó a buscarme. Yo estaba tan excitada, que accedí de inmediato. Tuvimos un sexo muy romántico, pero yo necesitaba algo mas. Avancé sobre el más salvaje y se sorprendió. Se detuvo y me preguntó que me pasaba, así que tuve que controlarme. Mi esposo, por fin alcanzó un orgasmo, y se retiró. Yo me quedé caliente y excitada. Simulé estar conforme y me vestí para ir a cenar, de una manera un tanto procativa. Pollera corta camisa sin soutien, y un pullover abotonado. Mi esposo estaba muy satisfecho. Cenamos, tomamos un buen vino, especialmente mi esposo que tomó alguna copa de mas. Yo siempre lo controlo, pero esta noche, por el contrario, me encargué de llenar varias veces su copa. Volvimos al hotel, donde él se puso a mirar televisión y al poco rato por el viaje, el sexo y el alcohol, se quedó dormido. 
Sentada a su lado, pensaba en los buenos momentos que pasábamos juntos. Y también en las cosas que me faltaban y que podía tener sin que afectaran mi relación. No le estaba robando nada a él. Por el contrario, yo estaba mucho más dispuesta, aunque el no supiera aprovecharlo. 
Lo desperté y lo acompañé al dormitorio. Entredormido, cayó en la cama y siguió roncando. Le quité los zapatos, las medias, el pantalón y lo tapé con la ropa de cama. Me quedé un rato observando. Estaba profundamente dormido. Ni modo que despertara antes de la mañana. 
¿ Cuánto tiempo pasó? No mucho. El reloj señalaba las 12 de la noche. Me levanté como si estuviera programada, y salí sin hacer ruido. Cerré la puerta con llave. 
La noche estaba fría. Caminé por las calles solitarias, sin que nadie me viera. Trataba de pensar una excusa. Pasé por un negocio y vi en vidriera unas revistas. Entré y compré un par. No podía dormir y salí a buscar algo para leer. Algo es algo, pensé. 
Llegué hasta el taller. La puerta del pasillo estaba abierta. Una pequeña luz en la mitad daba un tono mortecino al lugar, más sórdido de lo que era de día, y le daba quizás el tono justo a mis acciones. 
Ingresé en el pasillo y llegué hasta la puerta señalada. Escuche unos segundos. Nada se oía del otro lado. ¿ Walter estaría? ¿ Había regresado?. Golpee suavemente. 
Segundos que parecían minutos transcurrieron hasta que la puerta se abrió. Walter me hizo pasar, muy atento. 
- Hoy tuve un día muy agitado, bonita. Realmente necesitaba descargarme, así que haz llegado justo, dijo palmeandome nuevamente el trasero, marcando su posesión, y ante mi pasividad absoluta. Pero esta vez fue distinto. Se paró frente a mí y me besó. Un beso largo y caliente, donde su lengua despacio me invadió y recorrió mi boca. Me sentía una muñeca en sus brazos fuertes. Estaba vestido con un jean y un buzo . Mientras me besaba, abrió mi saco de lana y lo dejó caer al suelo, para comenzar de inmediato a desabrochar mi camisa. Cuando pudo una de sus manos ingresó por ella y tomó mis pechos, comenzando a masajearlos de una manera muy sensual. 
Se separó y de un movimiento se quitó el buzo por encima de su cabeza. Su cabello largo se desató de la colita en que lo usaba y cayó sobre sus hombros. Yo aproveché la pausa y me bajé de mis tacones. De inmediato salté sobre él, que me recibió satisfecho. 
Siguió besándome y comiéndome la boca, al mismo tiempo que me desnudaba hábilmente. Yo ya estaba muy excitada. En realidad estaba excitada antes de llegar. Ahora estaba verdaderamente caliente. 
Cuando terminó de desabrocharme la camisa me la quité y quedé allí de pie con medio cuerpo desnudo. 
- Tienes una piel maravillosa, dijo entre beso y beso, mientras sus manos recorrían mi espalda, mis tetas, mi vientre. 
- Sigue, sigue, supliqué 
Y sus manos siguieron. Avanzaron sobre mis hombros y mi cuello. Sus manos se cerraron sobre él mientras me besaban. Sentí que si quería, con una simple presión de sus poderosas manos podía asfixiarme y esto me excitó aún mas. De pronto, me llevó hasta la cama. 
La habitación era amplia. Yo no había tenido tiempo de inspeccionarla. La luz del velador arrojaba una tenue luminosidad sobre la cama y sus alrededores, permitiendo ver en detalle nuestro juego amoroso, pero en cambio, mantenía el resto de la habitación en penumbras, y sus límites resultaban borrosos. Cuando me recosté sobre la cama, de inmediato desabroché mi pollera, y la dejé correr hacia mis pies. Walter mirándome fijamente se quitó su jean, quedando totalmente desnudo y con su rampante herramienta lista para mí. 
Se acercó por mis pies y avanzó de rodillas sobre la cama. Su mano tomo posesión de mi sexo comenzando a acariciarlo, para luego correr mi tanga y entonces lentamente introducir uno de los dedos de sus poderosas manos dentro de mi conejito. El placer me hizo gemir. Hacía rato que no recibía este tratamiento. Cuando fue su boca la que poseyó mi sexo, comencé a flipar de pasión. Creí que me moriría de deseo. Separé mis piernas y levanté mis rodillas para facilitar su intromisión. Tiré la cabeza hacia atrás y cerré mis ojos, mientras mis manos acariciaban su cabeza, pidiéndole sin hablar mas y mas de ese tratamiento. Me colocó rápidamente al borde del orgasmo. 
En ese momento avanzó sobre mi cuerpo y colocando sus rodillas a ambos lados de mi cara, me ofreció su verga caliente y dispuesta, la que rápidamente tomé con mi boca, comenzando un chupeteo de campeonato. Creo que jamás chupé una verga como la estaba chupando en ese momento. 
De pronto, sentí que una lengua recorría mi sexo. Era imposible. 
Dejé por un segundo la verga que tenía en mi boca y levanté la cabeza. Allí entre mis piernas, el compañero de Walter me estaba lamiendo como un experto. Miré a Walter y antes que pudiera decir nada, el habló. 
- Veo que has conocido a mi hijo. Seguramente notarás el parecido en las vergas que tenemos, claro que el tiene 25 años menos que yo, y por lo tanto mas energía. Esta noche te irás a tu casa satisfecha por unos cuantos meses, te lo puedo asegurar, me dijo mientras volvía a colocar su verga en mi boca. 
Yo, con la boca ocupada, me limité a chupar y chupar, mientras gozaba de los golpes eléctricos que provenían de mi sexo. Cerré los ojos y me dejé llevar. 
De pronto Walter se retiró de encima mío, y antes de que yo reaccionara, sentí que mis piernas se separaban y un cuerpo se colocaba sobre el mío. Abro los ojos y un muchacho rubio, de ojos verdes y muy atractivo, comienza a besarme. Respondí de inmediato. Luego de unos minutos, se afirmó en mis hombros y buscó mi entrada con su verga, sin tocarla. Estaba dura como una estaca. Recorrió mi raja unas cuantas veces, hasta que por fin, abrió mis labios vaginales y su cabeza se posicionó correctamente. En ese momento comenzó a empujar y aflojar, empujar y aflojar, hasta que me llenó por completo. Yo levanté mis piernas para rodear su cintura. Era todo lo que podía hacer. Este muchacho era una verdadera trepanadora. Me sacudía como a un objeto. Y yo, a pesar de eso, alcancé un nuevo orgasmo bestial que casí me dejó inconsciente. 
El joven esperó que terminara de acabar y giró dejándome sobre él. En ese momento Walter subió a la cama y comenzó a untar mi culo con una pomada. Traté de resistirme, pero ensartada como estaba y con mi boca capturada por la boca del joven que la succionaba como una ventosa, era imposible oponerme. Rápidamente tomé conciencia de que me iban a encular por primera vez en mi vida. Rogué porque no me lastimaran. Era todo lo que podía hacer, ante esos dos machos insaciables. Cuando la verga de Walter se apoyó en mi agujero posterior, sentí un calor como si me quemara , calor que se convirtió en ardor cuando empezó a penetrarme. Quería gritar pero era imposible. El joven no soltaba mi boca. Por suerte Walter era un experto y sus movimientos fueron suaves, aunque imparables. Por fin, las dos vergas estaban dentro mío. 
En ese momento comenzó la verdadera acción. Ambas vergas entraban y salían y yo sentía como que me rompían, pero a la vez, mis orgasmos se encadenaban uno con otro. Perdí la cuenta. En realidad no se si tuve muchos o uno solo que duró todo el tiempo. Lo que si estoy segura es que en algún momento perdí el sentido, y cuando lo recuperé seguía empalada en la punta de esas dos vergas bestiales. 
De cualquier manera, el combate tenía que resolverse y fue Walter quien primero se vació sobre mí, llenándome el culo con su leche caliente. Luego de unos minutos se retiró y se sentó en una silla esperando que su hijo terminara conmigo. 
El joven cuando su padre descabalgó, giró, la sacó e hizo que me diera vuelta, para luego acercarse por detrás, levantarme una pierna y volver a ensartarme hasta el fondo. Yo lloraba de placer. Por desesperación comencé a sobar sus huevos, jugando con ellos, masajeándolos, apretándolos, y en ese momento caí en la cuenta de que el joven no se había puesto un condón. Traté de separarme para pedirle que se protegiera, pero en ese momento me tomó por los hombros, me clavó hasta el fondo y se dejó ir, chorro tras chorro, hasta vaciarse por completo en mis entrañas. Yo gemí y lloré de placer y de furia. Me había llenado sin atenuantes. Hasta podía quedar preñada por este imberbe. 
Me quedé en la cama acostada, con los ojos cerrados. Walter, ya recuperado hizo que me diera vuelta y me pusiera en cuatro, y con su verga nuevamente dispuesta me montó como una yegua, esta vez por mi entrada delantera. En ese momento se disparó mi nuevo orgasmo. Gozaba como había mucho que no me ocurría. Después fue el turno del hijo de encularme. 
Hasta las cuatro de la mañana me dieron sin pausa, turnándose padre e hijo en llenarme el sexo, el culo y la boca de semen. Creo que recibí suficiente para un año, y por fin me dejaron tranquila y pude ir a lavarme y vestirme. 
Cuando salí del baño, ambos hombres permanecían desnudos. 
- ¿ Adonde van después de aquí? Me preguntó Walter. 
- A las montañas, dije mencionado el lugar de nuestras vacaciones. 
- Nosotros vamos para otro lado, pero en 4 días pasaremos por ese lugar. Dime como te contacto, - Preferiría que no lo hicieras, dije con el último resto de mi moral. 
- Perfecto. Abrió mi cartera y tomó mi celular, y antes que yo pudiera hacer nada marcó el suyo y lo dejó sonar, para luego cortar. 
- Ahí tienes el mío. Búscame dentro de 4 días y te haré el último service, para que te conviertas en toda una puta, dijo sonriendo. 
- No creo que esto se vuelva a repetir, y menos un trío, dije seria. 
- Vamos que te gustó. Y ahora tu maridito podrá encularte porque ya estás preparada. No va a creer cuando se lo pidas, te lo aseguro. Además ¿ Quién habla de trío? Tengo unos cuantos amigos a los que les gustaría conocerte, y podrás experimentar que te llenen todos los agujeros al mismo tiempo, cosa que una mujer fielmente casada jamás disfrutaría. 
Salí de allí como entre nubes. Recordé lo ocurrido en estos días, y repetí internamente lo que me habían ofrecido. Querían convertirme en la puta de todos los motoqueros de la región. 
Inmediatamente me volví a mojar. El sexo grupal era algo que ocupaba mis mejores sueños. 
Pero era un límite que no estaba dispuesta a pasar, por ahora. Había probado la infidelidad y el sexo salvaje. Había hecho el amor con desconocidos en un cuarto de mala muerte. No estaba preparada para lo que estos machos tenían planeado. 
En la esquina, saqué mi celular de la cartera y lo arrojé en una alcantarilla. A la mañana siguiente diría que lo había perdido y solicitaría uno nuevo, con un número nuevo también, para que no pudieran localizarme. Hasta aquí había llegado. Tenía recuerdos y sensaciones para mucho tiempo. 
Volví al hotel. Mi marido dormía. Aunque parezca mentira estaba tan caliente que comencé a chuparle la verga hasta conseguir que se despertara. Con el cansancio y el alcohol no se si se dio cuenta que era verdad, o si soñaba. Lo monté y lo acabé en cuestión de minutos, llegando a otro orgasmo violento, no por mi esposo, sino recordando las escenas vividas esa noche. Luego los dos caímos en la cama como muertos, hasta la mañana siguiente.

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