El vendedor ambulante


A la mañana siguiente Roberto despertó tarde. El sol ya entraba por la ventana a todo dar. Tanteó la cama y Celia ya no estaba. El ruido en la cocina le indicaba que estaba preparando el desayuno. En ese momento, adormilado, recordó la noche anterior. Las caricias, los besos y el sexo. Un sexo salvaje, como nunca habían tenido y que culminó con la enculada de Celia. Ella se ofreció y el, aún sabiendo las intenciones de su putísima esposa, no pudo resistir. La lubricó bien y despacio fue penetrándola por el culo hasta el final. Ella gemía y lloraba, pero no hizo ningún esfuerzo para que se detuviera. Y el pensó, acertadamente, que todo lo hacía para sentir esa poronga negra en sus entrañas, esa verga que la sodomizaría de una vez y para siempre. A pesar de saber esto, o quizás por saberlo, la perforó sin miramientos y una vez dentro la bombeó salvajemente, hasta que por fin le llenó las entrañas con su leche caliente, quedando los dos agotados. 
Se levantó y fue al baño. De paso, encontró el celular de su mujer sobre la mesa y lo tomó como al descuido. Se encerró en el baño y revisó las llamadas. Allí estaba. Hacía una hora se había comunicado con un número con la característica de allí. Un minuto la duración. De inmediato volvió a llamar al mismo número. 
Sonó un par de veces y una voz grave atendió. 
- ¿ Y ahora que quieres putita? 
- No soy Celia, soy su esposo, dijo en voz baja. 
Un silencio de unos segundos. 
- Vaya, vaya, le has robado el móvil a tu esposa. Si me vas a pedir que no encule a tu mujer, no es a mí a quien tienes que pedírselo. Conque ella no salga de tu casa, suficiente, dijo con tranquilidad. 
- No se trata de eso. Quisiera hablar contigo. 
- Mira, no tengo mucho tiempo, pero a eso de las 11 estaré en el bar de la playa. Búscame allí. Y cortó. 
Rápidamente buscó el registro de llamadas y borró la que había efectuado. 
Salió del baño y volvió a dejar el móvil donde lo había encontrado. 
- Hola mi amor, lo saludó su esposa cuando entró a la cocina, que nochecita no?, eres un verdadero animal. 
- Hola mi amor, pero no exageres. Lo que me parece es que tú estás muy puta estas vacaciones, dijo intentando sonreir. 
- Ayy, que me ofendes, mi vida, solo lo hago por tí, mintió descaradamente. 
- ¿ Qué planeaste para hoy?, preguntó Roberto cambiando de tema. 
- En un rato podríamos ir a la playa, luego almorzamos y pensaba salir a caminar un rato después de comer, dijo ella con inocencia. 
- No tengo ganas de salir luego de comer, dijo el , lo que provocó una sensación de alivio en Celia. 
- No hay problemas. Quédate a descansar y yo vuelvo al rato y vamos a la playa, dijo ella ya organizando el tiempo para lo que tenía pensado. 
- Me parece bien, le dijo sentándose a desayunar en silencio. 
Ya en la playa se sentaron bajo la sombrilla y disfrutaron de una mañana espléndida. A eso de las 11, Roberto le dijo a su mujercita que iba a caminar un rato, y ella le dijo que se quedaba a tomar sol. Roberto comprendió que ella se quedaba para ver si encontraba a Maulón. Lo que no sabía es que el lo iba a ver primero. 
Llegó al bar de la playa, y allí estaba el negro esperando. Maulón lo escuchó atentamente, se sorprendió, se rió, y cuando el salió, se quedó allí riéndose a carcajadas. Roberto volvió junto a su esposa. 
Luego del almuerzo, Roberto intentó tener sexo, pero ella lo rechazó diciendo que estaba cansada aún de la noche anterior, y cambiándose salió a mirar vidrieras. Apenas se alejó, Roberto salió y tomó por otro camino. Sabía donde iba ella, y como llegar primero. 
Celia caminó un rato por la zona comercial para disimular, y temiendo que su esposo la siguiera. Luego de unos 10 minutos, cuando se aseguró que nadie la observaba, tomó el camino de la casa de Maulón que también conocía. 
Golpeó la puerta de entrada, sin saber que su marido había ingresado por la ventana trasera, unos minutos antes. 
Maulón abrió la puerta y la miró. 
- Nunca dudé de lo puta que eras, dijo sonriente. 
Celia sonrió también. 
- Yo también me alegro de verte, le dijo mientras lo besaba en la boca. Sus lenguas se mezclaron, y Maulón la levantó de la cintura y la metió en la casa. Con el pie cerró la puerta y la llevó en volandas hasta el dormitorio, arrojándola sobre la cama. Celia cayó despatarrada, y rápidamente se recompuso. 
- Para empezar me vas a hacer una de las ricas mamadas que haces, putita, dijo el negro comenzando a desvestirse. Tenía solo una bermuda así que no demoró mucho tiempo. Su verga morcillona quedó al descubierto. Se acercó a la cama y Celia sentándose en el borde la tomó con ambas manos y la metió en su boca. 
En el fondo del armario, Roberto no perdía detalle, mientras filmaba con su celular. Le excitaba lo que veía, y su calentura solo era superada por su furia. Tantos años de respetarla y esta puta de callejón tumbando negros a diestra y siniestra. 
Mientras Celia chupaba, Maulón la desnudaba. Le quitó la remera y sus tetas rebotaron libres, sin sosteń, comenzando de inmediatos a magrearlas sensualmente. De inmediato los pezones se levantaron y endurecieron. 
Luego de un rato la hizo levantarse, y de un tirón le bajó sus shorts, quedando al descubierto todos sus encantos. No llevaba ropa interior. 
- Me alegro que me hagas caso. Odio destrozar ropa interior de marca, le dijo mientras comenzaba a succionarle la boca como una ventosa. Una de sus manos, por detrás jugaba con su ojete mientras parecía que quería sacarle la vida por la boca. Cuando se despegó Celia debió respirar agitada para recuperar el aire. Casí la había ahogado. Uno de sus gruesos dedos estaba dentro de su culo hasta los nudillos. 
- ¿ Te hicieron el culito, entonces ? Preguntó Maulón 
- Sssii, contestó Celia con los ojos cerrados. 
- ¿ Te gustó? 
- Ssssiiii 
- ¿ Y por qué lo hiciste?, le preguntó mientras un segundo dedo se metía en su trasero. 
- Porqué quería sentirte, contestó Celia casi en un susurro. 
- Mas alto que no te escucho, insistió Maulón mientras el segundo dedo alcanzaba al primero. 
- ¡¡Porque quería sentirte!!, gritó al sentirse totalmente penetrada. 
Maulón la acostó sobre la cama, se ubicó entre sus piernas, y dirigiendo su verga la penetró rápidamente, comenzando un lento pistoneo que la conquistó por completo. En cosa de minutos consiguió que ella se corriera. La dejó acabar y luego la hizo darse vuelta, poniéndola en cuatro patas. El momento había llegado 
Sus líquidos habían corrido por su entrepierna y empapaban su culo. Hábilmente Maulón esparció esos jugos y dos dedos entraron en el culo de Celia. 
Luego se acomodó detrás de ella, peló su verga, la escupió un par de veces, y lentamente la apoyó en la puerta del ojete de Celia. 
Roberto desde el armario, no perdía detalle. Nunca había estado tan excitado en su vida. 
- Ahora es cuando te vas a recibir de puta, dijo empujando y logrando que la cabeza de su verga se alejara en el trasero de Celia, que gritó de dolor. Un nuevo escupitajo volvió a lubricar la vara negra, y otro envión alojó un buen pedazo de carne dentro del cuerpo de la hembra. 
- ¡ Ayyyy! ¡ Me partes, me partes!, sollozaba Celia aferrándose a las sábanas y bajando la cabeza sobre la almohada. 
- Por supuesto que te parto, puta de mierda. Te voy a partir en cuatro. No te vas a olvidar jamás de este día, te lo aseguro yo, dijo Maulón mientras seguía empujando suavemente. Su verga iba entrando centímetro a centímetro. 
Cinco minutos llevó para que la penetración fuera total y por fin, la serpiente negra quedó totalmente alojada en las entrañas de Celia, que sollozaba y gemía continuamente. Llegó al fondo y allí se quedó. 
En ese momento, como si esperara una orden, Abdul totalmente desnudo y empalmado entró en la habitación. Fue a la cabecera y tomando de los pelos a Celia, la obligó a levantar la cabeza y sin miramientos le hundió su verga en la boca. La hembra ni siquiera abrió los ojos. Estaba totalmente entregada. Comenzó a chupar esa verga desesperadamente, sin tan siquiera mirar quien era el dueño. En ese momento Maulón empezó con el mete y saca. Al principio parecía que al salir arrastraría el culo hacia afuera de lo apretado que estaba, pero luego de varios vaivenes, se adaptó y las sensaciones comenzaron a ser placenteras. Los llantos y gemidos habían cesado al tener la boca ocupada, pero el cuerpo de Celia mostraba que estaba disfrutando a tope de la enculada. 
Luego de unos minutos, Maulón giró acostándose de espaldas en la cama, y obligando a Celia a quedar sobre él boca arriba. Ese fue el momento que aprovechó Abdul para ubicarse entre sus piernas y meterle su pistón hasta el fondo, abriendo su vagina como una flor. 
- No, por favor, por favor, gimió Celia. Nadie la escuchó. El mete y saca de Abdul hacía que en cada empujón se clavara mas a fondo la verga de Maulón. Y Celia comenzó a acabar una y otra vez. Sus orgasmos se enlazaban uno con otro. Pero la fiesta recien comenzaba. 
La puerta se abrió y otro negro desnudo, alto como de 2 mts. Entró a la habitación. Se acercó a la cama y tomandola de los cabellos hizo girar su cabeza y le metió su verga en la boca hasta el fondo. 
Sus tres agujeros estaban ocupados por tremendas morcillas, como nunca había soñado. 
Maulón fue el primero en vaciarse en su culo. Esa leche caliente solo avivó los orgasmos que ya la habían agotado y de los que había perdido la cuenta. Abdul la giró de costado, y Maulón pudo salir de abajo. En ese momento, entre los dos negros la pusieron nuevamente en cuatro patas, y Abdul que se había retirado, la clavó por el culo hasta el fondo sin ninguna compasión. Comenzó un pistoneo salvaje hasta que se corrió largamente. Y en ese momento, el otro negro ocupó su lugar y la volvió a encular. Celia ya estaba semiinconsciente. Había sido demasiado. Pero lo que pasó luego la paralizó.
Mientras el tercer negro que ni su nombre sabía la estaba martillando como una máquina por el culo, vio salir a su esposo de entre sus sueños. Subió a la cama y le metió su verga en la boca. Celia pensó que estaba soñando, pero no, era cierto. Allí estaba la verga de su esposo en su boca. 
- Eres muy puta, Celia, muy puta, negrera de mierda, puta barata, te están dando lo que te mereces por meterme los cuernos, le decía en voz baja mientras le metía su pija hasta la garganta. Cuando el negro que la enculaba se corrió, sintió como su esposo se vaciaba en su boca, con una cantidad de semen que nunca había soltado. Cuando se le bajó, la sacó y se sentó en una silla. 
Durante una hora mas, los tres negros se turnaron para cogerla. Le dieron por todos los agujeros y de todas las maneras posibles, y Roberto no perdió detalle con su celular. En un momento, se vistió, y salió, mientras su mujer estaba muy entretenida atendiendo a sus nuevos amigos. 
Cuando Celia regresó al hotel, Roberto ya no estaba. Solo una nota. 
“ Querida, he regresado a casa. Para cuando vuelvas yo ya no estaré. En unos días recibirás la visita de mi abogado para iniciar el trámite de divorcio. Espero que arreglemos sin problemas y que no tenga que agregar el video que filmé hoy de tu demostrativa conducta con tus amigos vendedores”. 

Un año después, Roberto había reorganizado su vida con una nueva pareja, una hermosa mujer que trabajaba con él en la misma empresa. Una mujer que odiaba las cosas artesanales y no perdía el tiempo en los puestos de los vendedores ambulantes. 
Pero para Roberto las cosas habían cambiado. Las escenas que había visto habían despertado su interés por el sexo y el voyeurismo, y un amigo le propuso la idea de montar un negocio de peliculas porno por internet. Por supuesto, el participaba con el capital, presenciaba las filmaciones, pero no figuraba en la sociedad fantasma para evitar la publicidad. 
El primer éxito de la nueva empresa fue la película sobre una mujer casada que llevaba adelante una orgía con tres negros muy bien dotados. La calidad del video no era muy buena, pero data toda la sensación de ser totalmente amateur y robada, lo que hizo furor en la web.

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