Noche en el parque 3


Había salido a caminar para relajarse, fue abordada por un joven quien le preguntó por una dirección, se decidió a acompañarlo y resultó ser víctima de una violación. Sufrió terriblemente, porque fue golpeada, manoseada, humillada y ultrajada, en todo su cuerpo. Al final, cuando todo parecía que ya no daba para mas, aparecieron en escena dos hombres, que la separan de su violador, lo reducen a éste y terminan violándolo, primero uno y luego el otro. Finalmente, lo abandonan atado a un árbol y se retiran con Gabriela, a quien no solo le dieron buen trato, sinó que le ofrecieron la posibilidad de un buen baño y traslado hasta su casa. En la despedida, Gabriela intercambia número de teléfonos con sus vengadores.
Todo volvió a la normalidad, Gabriela leía los diarios, escuchaba las noticias por la radio y miraba los programas periodísticos por la televisión, buscando encontrar algo que informara sobre el hallazgo de un hombre semi-desnudo y violado en el parque. Pero nada encontró, ni ese día (el posterior), ni los subsiguientes. Pasada una semana desde el día de su violación, ya repuesta del maltrato recibido, se decide por llamar a este par de hombres, al menos para constatar que le hubieran dado bien el número de teléfono.
- Si, quien habla - había contestado el Negro, resultando para Gabriela familiar el tono de su voz.
- Soy Gabriela, me reccuerdas? -contestó la muchacha, contenta de escucharlo.
- Como me podría olvidar de vos, princesa, a decir verdad, no sabía tu nombre, pero al escuchar tu voz, supe inmediatamente quien eras.
- Que contenta estoy de poder hablar contigo, no lo hice antes porque tenía miedo de que el número que me dieron, no fuera el de Ustedes y de esa forma habríamos perdido todo contacto.
- Te dimos el número correcto, porque estaba en nosotros volver a encontrarte. Si te parece esta noche misma nos podemos encontrar para cenar, si no tienes compromiso - propuso rápidamente el Negro.
- A pesar de que mañana debo levantarme temprano para mis tareas, acepto, te parece de encontrarnos no muy tarde?
- Si quieres a las 20,00 hs te pasamos a buscar por tu casa.
- Acepto, los esperaré en la puerta, sean puntuales - contestó la muchacha, con una sonrisa en su rostro.
Por otra parte, luego de finalizar la comunicación el Negro, que trabajaba en un taller junto a su amigo, le comentó la llamada que había recibido y el acuerdo de cenar esa noche.
- Ok - dijo el Gordo, con una sonrisa de oreja a oreja - esta noche tendremos una cena muy "acogedora".
- De eso se trata, amigo, de darle trato agradable a las damas y Gabriela es una dama y se merece ese tipo de trato.
A las 20,00 hs en punto el Gordo pasaba a buscar a Gabriela y de ahí a la casa de los hombres, en donde estaba esperándolos el Negro, que se había hecho cargo de la preparación de la cena. Cuando se vieron, se besaron y abrazaron como viejos amigos, durante la cena, bebieron vino tinto que no tardó mucho en hacer efecto a Gabriela, causándole un estado de cierta euforia y relajamiento.
- Un café te vendrá bien, Gabriela, si quieres lo preparo bien cargado, para que se te quite el efecto adormecedor del vino - le dijo el Gordo.
Se sentaron en un cómodo sillón que estaba cercano a la mesa, Gabriela miraba a esos dos hombres y no podía dejar de recordar lo que les había visto hacerle a Octavio. El negro se sentó a un costado de ella, pasándole el brazo por sobre su hombro y la joven, sintió ese brazo como una muestra de poder y protección, nada podría pasarle a ella, mientras estuviera en companía de esos hombres. Al instante llegó el café que le había preparado el Gordo, Gabriela lo tomó rapidamente, ya que quería sentirme un poco mejor de lo que estaba.
Terminado el café, el Gordo le retiró el pocillo y se sentó al otro costado de Gabriela, que había quedado entre los dos hombres. Si antes se sentía protegida, ahora sabía que nadie podría ponerle un dedo encima.
Digamos, nadie que no fueran ellos dos. Porque al rato el Negro, que seguía con su brazo sobre el hombro de Gabriela, la tironeaba apretándola contra su cuerpo. Por otra parte el Gordo, que se encontraba del otro costado, le había apoyado una mano en su pierna y con su caricia pugnaba por separar una pierna de la otra, ganando terreno con la otra mano.
Se sintió como que estaba entre dos titanes y se abandonó, se dejó estar, cerró sus ojos y supo inmediatamente que esa noche iba a ser una jornada de sexo, intenso, casi brutal, con dos pedazos de hombres con los cuales ni valía la pena hacer ningún intento de rechazarlos. Ya sabía lo que le había pasado a quien la había violado a ella una semana atrás. Esos mismos hombres que ahora trataban de cogerla a ella, se habían cogido a su violador, sin mayor problema, a pesar de la resistencia ofrecida.
Recordaba también cuando vió al Gordo que se sacaba los pantalones hasta quedarse desnudo y se le acercaba a Octavio para violarlo. En algún momento que estaba de costado, había podido observar el tamaño de esa verga. Recordaba también cuando vió la pija del Negro, todavía mas grande que la del Gordo, pero además parecía como quebrada al medio, como un bumerang. Y luego de esos recuerdos, supo que esas dos vergas se las iba a comer ella en instantes.
El Negro, que estaba a su izquierda y la tomaba con su brazo derecho por el hombro, con su mano izquierda había sacado su verga con forma de bumerang fuera del pantalón y ahora la presión la ejercía sobre la cabeza de Gabriela para que le chupara ese hermoso y quebrado instrumento.
Mientras llevaba la cabeza hacia la pija del Negro, Gabriela abrió los ojos para ver el tamaño real y casi se infarta, era inmensa, ella la había visto desde lejos, desde cerca era majestuosa. Así que habrió su boca y se dispuso a chuparla con ganas, a disfrutar la noche, no tenía otra opción. Con sus manos se ayudaba para dar mayor calentura y placer a ese macho, acariciando los huevos y lo que podía del tronco de esa verga gigante.
Gabriela tenía dos opciones: o se dejaba coger por esos dos hombres y la pasaba bien o se negaba. Si se negaba, se la cogerían igual, para además de ello, le darían una flor de paliza. No había otra historia, mejor la primera opción. Por eso mismo, se relajó y dejó sus piernas relajadas para que el Gordo pudiera separarlas, quitarles el pantalón que llevaba puesto, su tanga y quitarla sin que ella opusiera resistencia.
El Gordo se arrodilló en el piso y puso las piernas de Gabriela sobre su hombre, de forma tal de poder lamerle las piernas y chuparle esa concha y culo, que ya dejaban libres a sus fluidos.
- mmmmmmmm que atracón me estoy dando con tus jugos nena, se nota que te gusta lo que empezamos a hacerte, disfruta mucho amor, no vamos a hacerte nada que no quieras que te hagamos - le decía el Gordo, entre lamida y lamida, chupada y chupada.
- No sabes como la chupa, hermano - le decía el Negro a su amigo - así mamita, si, tesoro, sigue chupando todo lo que puedas, hasta atragantarte.
El Gordo con una de sus manos se quitaba la ropa, de la cintura para abajo y cuando hubo quedado desnudo, se separó de la muchacha y se aprestó, desde su posición de rodillas en el piso a penetrarla con su verga parada. Desde esa posición le quedaba mas cómodo el culo de Gabriela que la concha, pero la muchacha, sacándose la verga del amigo de la boca, le pidió que empezara por adelante, que después le entregaría la cola.
- Bueno mamita - le decía el Gordo - tómala tu y póntela por adelante.
Gabriela dió un movimiento rápido de cabeza y sacó la enorme verga quebrada del interior de su boca, tomando la pija del Gordo con la mano derecha y colocándosela en la entrada de su concha, lubricada al extremo por sus fluidos vaginales, a lo que había que agregarle la saliva que el propio Gordo había dejado en la entrada a la cuevita.
- Perdona, Negro, ya sigo contigo, permite que atienda a tu amigo - mientras guiaba la verga hasta su concha - si, si, así, puja suavecito amor, mas, mas, suavecito, asi, asi, mas, quiero mas, dámela toda, la quiero toda, si, si, ahhhh.
Gabriela gozaba mientras el Gordo la penetraba hasta que la tuvo toda adentro y aún así, seguía pidiendo mas pija, cuando ya no había mas que meter. Entonces el Gordo empezó a pujar con fuerza y Gabriela empezó a enloquecer de la calentura que tenía. El Negro, a todo esto, se había separado para desnudarse totalmente, incluso para quitar la ropa que le quedaba a Gabriela, para descubrir su torso, ver sus tetas, redondas, con los pezones duritos, listos para lamer y disfrutar, a Gabriela le enloquecía la franela en sus tetas y los dos hombres hacían que ella estuviera en ese estado de locura.
El Negro se sentó a caballito del pecho de Gabriela, para que ésta le siguiese chupando la pija y el Gordo, no aguantando mas el ritmo que llevaba, descargó su leche dentro de la muchacha, que gritaba por la llegada de un fuerte orgasmo. Sacándose por segunda vez la verga del Negro de la boca, le dijo al Gordo que quería tener el placer de limpiar esa pija con su lengua. Se acomodó de costado en el sillón y le pidió al Negro que le chupase el orto, que ya era tiempo de que le hicieran la cola, que estaba muy caliente.
Así fue que el Negro se puso por detrás de la chica y luego de unos lenguatezos que humedecieron la zona, se ubicó como para penetrarla, con la complacencia de la muchacha.
- Despacito, amor, despacito, que la tienes muy grande y mi colita no está acostumbrada a semejante verga, pero me la quiero comer todita.
- Tranquila mamacita, tu relájate, que seguramente esa colita ya se habrá tragado mas de una verga y nada te va a costar comerte la mía.
- Tu despacito amor, solo te pido eso - Gabriela sentía que la cabeza de la poronga del Negro iba entrando y el dolor era intenso. Sin embargo lo soportaba, ya que no tenía mas remedio - por favor, espera amor, me quiero acomodar distinta a como estoy, para poder aguantar tu verga.
El Negro quitó su poronga del culo de Gabriela, dejando que ella se acomode a su gusto para poder cogerla mejor. Se puso en cuatro, sobre el sillón, con la cola hacia afuera, apoyando la cabeza en el respaldo del sofá, de esa forma el Negro, parado le fué apoyando su verga en el culito y con un poco de presión y algo mas dilatado el orto tragó esa cabeza y pronto la tuvo toda adentro. El dolor intenso que sentía Gabriela, de a poco se fue transformando en placer y pudo sentirse gemir como una perra alzada, pidiendo mas y mas.
- Si, amor, si, así, despacito, la quiero sentir todita adentro, es muy grande, pero la quiero toda adentro, dámela todita amor, si, si, ahhh - a medida que el Negro se la iba poniendo, Gabriela ayudaba relajándose y pujando con su culo para poder tenerla toda adentro.
Al mismo tiempo, presa de la calentura por lo que estaba viendo, el Gordo dió la vuelta por detrás del sillón y le colocó su verga, semi-dura en la boca a la chica para que chupara como antes había chupado la pija de su amigo.
- Chupala putita, como se la chupaste al Negro, pasa la lengua bien por todo el tronco y recorre bien la cabeza, que eso me calienta mucho, vamos puta, que a vos te gusta - le decía el Gordo, tratando de animar a Gabriela, que estaba aguantando la embestida del Negro que ya le tenía perforado todo el orto.
- Me gusta y mucho, papito, damela que te la como, mmmm, que rica pija - decía Gabriela enloqueciendo a ambos hombres con sus palabras y cuerpo.
El Negro demostró ser rápido para sus cosas, así que en pocos bombazos acabó en el culo de Gabriela y la sacó enseguida para ver como chorreaba de leche ese culito. Le leche bajaba por los muslos de la muchacha, que con una de sus manos, esparcía por toda la pierna. El Negro quedó recostado en el sillón mirando la mamada que Gabriela le hacia a su amigo, hasta que hubo quedado satisfecho y quedaran finalmente los tres sentados, descansando relajados, luego de haberse prodigado todo tipo de mimos entre ellos.
Gabriela pidió permiso para pasar al baño a higienizarse, para luego retirarse acompañada por los amigos hasta su casa. Se sintió muy satisfecha por el sexo mantenido con sus amigos, porque la habían tratado bien y porque habían demostrado ser buena gente con ella.

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