Julieta, Lanovia de mi amigo

Mi nombre es Maximiliano, Maxi para las chicas, porque mis amigos me dicen “medio kilo”, burrito, pistolero, y de mil formas más debido a que mi característica es que tengo un bulto grande, es decir “una gran verga". Cualquier pantalón que me ponga deja “una gran marca”, y eso lo notan todos. 
Tengo un amigo de la infancia que se llama Carlos, casado hace un par de años con Julieta, no es importante que me refiera a él, pero si a su esposa, porque si bien “las esposas de los amigos tienen bigote”, pues parece que ella se afeita muy bien, pues yo no se lo vi, simplemente es perfecta y a decir verdad me calentó desde el primer instante en que la conocí, me volvía loco y en mi interior imaginaba mil y una formas de poseerla. Yo era más que discreto, pues no podía permitir que Carlos se diera cuenta que me gustaba su esposa. 
Un día advertí con sorpresa que ella me miraba la entrepierna, fue como al descuido, y para mí fue tremendo, pues la tentación se hizo enorme. Comencé a prestar más atención, y comprendí que ella también era presa de tentaciones. La cosa fue poniéndose más espesa, y a medida que transcurrían los días, ambos subíamos la apuesta, yo le miraba descaradamente el culo, y ella respondía con insinuantes miradas a “mi mascota”. 
Tan tentado estaba que una vez no pude resistirme y en un momento, en ausencia de Carlos que había ido al baño me acerqué para hablar por lo bajo 
-si me seguís mirando, te vas a quedar bizca- le dije seriamente 
-uyyy guarda, como si tuvieras tanto- me dijo ella siguiendo lo que parecía un chiste 
-si te agarro, no me olvidás más- le contesté llevando la apuesta un poco más allá 
Parecía que ella no podía dejar de mirarme, o quizá fue solo mi sensación, pero más de una vez y ante la presencia de Carlos, yo advertí su mirada en mi miembro. Por lo que apenas la ausencia de su marido nos lo permitía, nos decíamos cosas cada vez mas calientes. 
Un día domingo, había unas carreras, y con Carlos nos entusiasmaba ir y pasar la tarde degustando fierros y motores, por lo que quedamos claramente en ir, pero la parte débil de mi conciencia me puso una idea en la cabeza. Calculé la hora en que Carlos se iría sin mí, cansado de esperarme, mi teléfono sonó una y mil veces, pero yo no le contesté. Diez minutos después llegué a su casa, sabía que encontraría a Julieta sola, no pensé en ponerle los cuernos a mi amigo, pero si quise darme el gustito de decirle un par de cosas calientes a Julieta, pues siempre me dejaba recontra excitado, ya que ella me contestaba cosas tan o mas calientes que las mías. 
-¿Carlos esta?- le dije inocentemente 
-No, me dijo que iba a las carreras, se cansó de esperarte- me dijo un poco desconcertada. 
-¡pero si quedamos que las íbamos a ver por tele!- yo me hice el desentendido 
-bueno, no te vas a volver hasta tu casa, yo tengo que ordenar, pero si querés miralas acá, no me molesta- ella también se hizo la inocente. 
Al principio dudé un poco, creo que fueron los últimos restos de código de amigo, pero terminé aflojando y me quedé. No alcancé a acomodarme en el sillón donde Carlos mira la tele, cuando desde la cocina escuché un fuerte sonido de platos y vasos, rápidamente me dirigí hacia allá. Julieta estaba tratando de sostener unos platos que estaban a punto de caer desde la alacena, con ambos brazos en alto no podía moverse, debido a que soy más alto que ella, y casi sin pensarlo me puse detrás para ayudarla y que liberara sus manos, pero no calculé que me tuve que pegar a ella, haciendo que mi verga se apoyara directo en su culo. 
-¡Maxi!- me dijo ella asombrada pero sin moverse un palmo al sentir que mi verga se puso dura al instante. 
-Es esto o se caen los platos- le dije yo haciendo un poco más de presión, aunque ya había acomodado la vajilla. El corazón me dio un vuelco cuando que sentí que ella movía suavemente su culo apretándolo contra mi verga. 
Cuando yo bajé los brazos, los llevé directamente a su cintura, posicionándome en el espacio entre su remera y su pantalón, para acariciar su piel. Ella inmediatamente se giró, y ahora mientras era ella la que con su vagina hacía presión sobre mi verga, nos besamos desaforadamente, mi lengua se hundía profundamente en su boca, mientras nos acariciábamos con toda la calentura que un ser humano puede contener. Me deslicé por debajo de su remera y le desprendí el corpiño, sus tetas al natural contra mi pecho, aunque aún la ropa nos separaba, me puso a mil. 
Mis manos fueron directo hacia sus nalgas, y las acaricié con pasión, estaba volviéndome loco, y el sentir su respiración sobre mi rostro y como sus ojos me miraban con esa carga de lujuria, me hacían poner cada vez más dura la verga. 
No lo pensé más, le saqué la remera, y comencé a besarle las tetas, mis labios se ocuparon de sus pezones, mientras sus manos me acariciaban la cabeza. 
-esto es una locura- exclamó en voz baja como si Carlos estuviera en la otra habitación 
-vos sos una locura, te prometo que no te vas a olvidar de esto – dije yo con la respiración entrecortada. 
No se cuanto tiempo estuve con sus tetas en mi boca, no quería soltarlas, pero decidí avanzar. Trabajosamente le desprendí el pantalón y por primera vez accedí a sus glúteos que tan loco me volvían, mis manos los acariciaban una y otra vez, mientras el pantalón caía lentamente hacia el piso, ella llevó su mano hacia mi verga, la apretó suavemente 
-es enorme- me dijo me dijo sonriendo 
-¿no te habías dado cuenta?, porque mirarla, la miraste- respondí yo agitado 
-me cansé de mirarla, y me vuelvo loca por tenerla adentro mío- ella subía la apuesta 
A estas alturas de los acontecimientos nos habíamos olvidado completamente de Carlos, y ambos le estábamos poniendo un buen par de cuernos. 
Me saqué el pantalón con toda la torpeza que da el apuro, y mi verga asomaba por sobre mi calzoncillo. Ella se echó a reir. 
-pobrecito…parece un muñequito tratando de escapar- dijo ella mientras se agachaba hacia mi verga. 
Con dulzura me bajó el calzoncillo y me la agarró con una mano. 
-¡realmente es muy grande!- dijo ella 
-¿Mas que la de Carlos?- pregunté yo 
-sii, mucho más- ahora reía mientras abría su boca. 
Apenas puso mi verga en su boca y elevó su mirada hacia mí, yo me volví loco. 
-me moría de ganas de tenerte así- exclamé yo mientras ella recorría con su lengua toda la extensión de mi pija. Cuando llegó hasta los testículos me volvió a mirar 
-¡que grandes!, ¡que duros!- exclamó 
Yo la tomé de la nuca y ella comprendió que yo quería que se los introdujera en la boca, por lo que con su mano, los tomó y comenzó a chuparlos y a besarlos con devoción, para luego volver a mi verga, ahora se la metió en la boca y su mano era la que iba y venía por mi verga. Yo ya estaba a punto de acabar, por lo que rápidamente y debo confesar que con un poco de violencia la tomé de los hombros y la hice apoyarse sobre la mesada, su hermoso culo estaba a mi disposición, y le bajé la tanga, comencé a masajearle el clítoris, y sentí que ya estaba toda mojada, por lo que casi sin preámbulos, enfrenté mi verga en su vagina, e hice la primera suave presión. 
-ayy, despacito por favor es muy gorda- me dijo en un sugestivo tono suplicante. 
Yo extremé cuidados, fui más suave aún, y continué empujando. Sus quejidos eran elevados. 
-sii, por fin te tengo así- le dije 
Mis manos en su cintura la atraían hacia mí, y ella casi inmóvil parecía apunto de desfallecer 
-ayy hijo de puta, me vas a matar, la tenés muy grande- dijo en tono de queja 
Recuerdo el espectáculo para mis retinas de su culo desnudo, su tanga a mitad de sus muslos, y como comencé a moverme al compás de sus gemidos. 
-si, así te quería, con mi verga toda adentro- exclamé jadeante 
Yo trataba de contenerme lo más posible, no la quería soltar más 
-que bien cojés- dijo y se abandonó sobre la mesada y yo ahora la tomé de los hombros, para penetrarla al máximo, haciendo que ella arqueara su espalda mientras sus quejidos se incrementaban aún más. 
Los espasmos del orgasmo la hicieron temblar. 
-dame duro, dame duro- repetía ella mientras yo me movía frenéticamente. 
Acabé de forma violenta, mi verga entraba y salía con furia mientras me derramaba dentro de ella. Mis manos se apretaron en su cintura mientras yo gruñía con fervor. 
Me recosté sobre su espalda, dejando parte de mi verga en su interior, y ella seguía temblando suavemente mientras sus piernas parecieron aflojarse. Así estuvimos un par de minutos, luego ya liberada de mi verga se puso de frente a mí, y totalmente desnuda me abrazó. 
-que bueno que estuvo- le dije 
-tenía muchas ganas de coger con vos- me habló en voz baja al oído 
-yo me moría de ganas también- le contesté de igual modo. 
Yo me senté en una de las sillas, y ella se sentó sobre mí. 
-que amiguito que sos, te cojiste a la mujer de tu amigo- me dijo riendo 
Aunque fue en tono de broma, yo era conciente de que tenía razón, no me había portado precisamente como el mejor de los amigos. 

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