Ni se lo imaginan...


La excusa que le di a Raúl por el desencuentro en el Shopping fue simple, le dije que me llamo mi novio, que por alguna razón se había desocupado antes del trabajo y en vez de irse a la casa quería verme. Que no me pude negar, porque sino hubiera sospechado, que lo mejor para nuestra relación era seguir como hasta ahora, sin levantar polvareda. Por suerte me entendió. 
-¿Y para esta noche como estás?- me preguntó entonces. 
-Bien, ya nos vimos el otro día así que hasta el fin de semana no creo que vuelva a verlo- le dije. 
-Me gustaría que nos veamos- me propuso. 
-Si, esta bien, a mí también me gustaría, tenemos algo pendiente vos y yo- me sonreí. 
-Esta noche pienso resarcirte por eso y por más también- 
-Te tomo la palabra- 
-Tomame lo que quieras- 
-Jajaja… ¿y tu familia?- le pregunté. 
-Siguen afuera, vuelve en un par de días, así que no hay problema- 
Quedamos en vernos donde siempre, en esa misma esquina de nuestros encuentros clandestinos. Como siempre llegue antes, él llegó un rato después. Me subí, le di un beso y nos pusimos en marcha, pero cuándo vi que pasaba de largo por el telo al que usualmente íbamos le pregunté: 
-¿Adónde vamos?- 
-Te tengo una sorpresa- me dijo. 
Ingenuamente pensé que me llevaría al cine para ver los pingüinos de papá, tal como yo misma había planeado el día de nuestro desencuentro, pero su sorpresa sería muy distinta. Del centro fuimos hasta Villa del Parque, Nazca y Álvarez Jonte. Dejo la camioneta en un garaje privado y entramos a un edificio. 
-¿Te conseguiste un departamento?- le pregunté sorprendida. 
-Algo así, es de un amigo- respondió. 
Todo aquello me parecía algo extraño, pero igual le seguí la corriente. Subimos al ascensor, presionó el botón del noveno piso. Mientras subíamos nos abrazamos y besamos con frenesí. Al llegar nos separamos, por si hubiera alguien esperando el ascensor. No había nadie. Bajamos, atravesamos el pasillo, doblamos a la derecha y nos detuvimos frente a la puerta del departamento “C”. “C” de coger pensé al verlo. Tremenda sorpresa me lleve cuándo en vez de abrir la puerta con alguna llave que pudiera tener, tocó el timbre. 
-¿Qué? ¿Hay alguien?- pregunté más sorprendida que antes. 
-Esa es la sorpresa- repuso. 
La puerta se abrió y un hombre de la misma edad que Raúl, bien trajeado, apareció. 
-Que bien, llegaron los invitados, los estábamos esperando- saludó al vernos. 
“Estábamos”, pensé. Eso significaba que había alguien más. 
-Te presentó a Giselle, él es Oscar un muy buen amigo- nos presentó Raúl mientras entrábamos. 
-Un placer conocerte Giselle- me saludó Oscar con un beso en la mejilla –Escuche bastante de vos- no había que ser genia para imaginarse lo que habrá escuchado. 
“Bueno, estos me la van a dar entre los dos”, me resigné, pero al ingresar en el living me encuentro con una pendeja sentada en el sofá, y cuándo digo “pendeja” quiero decir “pendeja”, si hasta tenía uniforme de colegio privado puesto. No debía de tener más de… vamos a poner 18 para que no me censuren. Terrible cara de nena, rubia, pecosa, aunque con un dejo morboso que la hacía verse más como una diablita que como un angelito. No me gustan las mujeres, ya lo dije varias veces, pero en esa situación, con dos hombres maduros a la expectativa, como que en todo el ambiente se respiraba pura sensualidad. 
Cuándo nos presentaron, la nena se levantó y nos saludó a cada uno con un beso. 
-¡Así que esta es la famosa Julieta!- exclamó Raúl al verla, al parecer él también había oído hablar de ella. 
La mencionada Julieta se sonrió divertida por una aparentemente justificada fama. Según dijeron, ella era la ahijada de Oscar… ahijada y algo más por lo que pude ver después. Así que obrando de anfitrión Oscar sirvió unos tragos y propuso un brindis, por aquel encuentro que “pasaría a la posteridad” dijo. Nunca había estado en una orgía, ni tampoco con dos hombres a la vez, por lo que toda aquella situación pintaba como para volverse memorable. Luego del brindis, dejamos las copas en la mesa, Oscar puso música, y empezamos a bailar cada cuál con su respectiva pareja. Música suave, sensual, acorde a los eventos que a partir de entonces se desarrollarían. 
La verdad que impactaba verla a Julieta sobándose y besándose con Oscar, la diferencia de edad era más que notoria, él casi 40 y ella… bueno, ya dije. Yo tengo 23 y si bien Raúl también bordea los 40, no resulta tan chocante como verlos a ellos, igual ella parecía disfrutarlo. De reojo veía como le metía la mano en la entrepierna y le restregaba el bulto, esa nena sabía muy bien lo que hacía. Me olvide por un momento de la desigual pareja y volví con Raúl, a besarlo, a comerle la boca, a refregarme contra su cuerpo, sintiendo ya en mi vientre su fabulosa erección. Jugábamos con nuestras lenguas, como espadachines, nos las chupábamos mutuamente, nos devorábamos, resultaba “raro” estar apretando así al lado de otra pareja, pero cuándo la calentura aprieta no hay prejuicio que se resista, y más aún cuándo al volverme hacia ellos veo a la pendeja de rodillas en el suelo meta chuparle la pija a su padrino. “Esta guachita no me va a ganar justo a mí”, me digo y ahí mismo le peló la poronga a Raúl, me echo de rodillas frente a él y empiezo a comérmela de una. Era una situación de lo más extrema, nosotras mamando, aunque Oscar me miraba a mí, y Raúl a la nena. En eso alguien dice: 
-¡Cambio! ¡Cambio!- 
No sé quién fue, yo estaba ocupada chupando, pero de repente me la encuentro a Julieta al lado mío, reclamándome el trozo que tenía entre los labios. “¿Y ahora que hago?”, me dije. Era obvio que debíamos hacer un intercambio. Ella se la chuparía a Raúl y yo a Oscar. Circunstancialmente no tendría ningún problema en hacerlo, pero Raúl estaba ahí, mirándome, era como que me sentía algo cohibida. Lo miré a los ojos y en forma tácita le pedí su aprobación. Él asintió con un gesto, por lo que enseguida fui caminando de rodillas hasta donde estaba Oscar y agarrándosela con las dos manos se la empecé a chupar a él mientras Julieta se la chupaba a Raúl. La música ya había terminado y en el departamento solo se escuchaban nuestros chupeteos y las exclamaciones de nuestros hombres. 
-¡Uhhh… todo lo que me contaste de Gise es cierto,… es una genia chupando…!- admitía Oscar. 
-Juli le pone ganas también, eh- observaba Raúl. 
Los dos ya estaban con sus erecciones al tope, en el caso de Oscar debo admitir que tiene una pija muy bien formada, gruesa, nervuda, con una vena en el medio que latía fuertemente en los momentos de mayor excitación. Lo que más me gustaba era morderle la cabeza, como una frutilla en plena maduración, mis mordisquitos lo hacían estremecerse, provocando que esa vena central latiera con mucha más fuerza todavía. 
Volvimos a cambiar, no una sino varias veces, hasta que ambas coincidimos primero en Oscar y luego en Raúl. No sé, pero me resultó medio extraño compartir una pija con otra mujer, sobre todo porque soy bastante golosa en ese aspecto… ¡La quiero para mí sola!... pero como experiencia aislada no estaba mal, incluso llegamos a besarnos entre nosotras, con la pija de alguno de por medio, a expreso pedido de ellos, claro, ya que si por mí hubiera sido lo habría evitado. 
Entonces llegó el momento. Ya estábamos todos desnudos, la ropa regada por todo el suelo y hasta por encima de los muebles. Esta vez decidí adelantarme a Julieta y tomándolo de la mano a Raúl lo lleve hasta el sofá, hice que se sentara en el mismo y me les senté encima, mandándome toda su amada verga bien hasta el fondo. Julieta hizo lo mismo con Oscar, lo montó ahí nomás, al lado nuestro. Se puede decir que prácticamente sincronizamos nuestras cabalgatas, aunque lo más excitante era que al estar tan juntos, mientras yo subía y bajaba sobre Raúl, éste le tocaba las tetas a Julieta y Oscar me las tocaba a mí. De vez en cuándo pedían: “Besito, besito”, y nosotras nos besábamos, sin dejar de movernos, llevando a nuestros hombres hasta los confines del placer. Obviamente que aquí también habría cambio, aunque esta vez ninguna espero a que ellos lo pidieran. Por nosotras mismas nos guiñamos un ojo, luego de un nuevo beso, desmontamos nuestras respectivas monturas y realizamos el intercambio. Ella sobre Raúl y yo sobre Oscar. Estar cogiendo con otro hombre a escasos centímetros del amor de mi vida es una sensación que nunca voy a olvidar. Una mezcla de culpa, con placer, y resignación, no se muy bien como describirlo, pero sabía que él lo disfrutaba, así que me concentré en eso, en ser lo más puta posible, solo para él, y ya saben que no me cuesta nada serlo… jajaja. 
Al rato ya estábamos las dos en cuatro, con ellos dándonos desde atrás y cambiándose a cada rato, aunque no solo cambiaban de chica, sino también de agujero. Primero uno me daba por la concha, se iba y venía el otro a darme por el culo, y lo mismo con Julieta, la cuál, pese a su juventud y a la aparente fragilidad adolescente de su cuerpo, recibía los pijazos en el orto como si esa fuera la función natural de su cuerpo. Alta perrita resultó. 
De nuevo estaba montada sobre Raúl, subiendo y bajando en esa forma que a él tanto le gusta, restregándome contra su cuerpo, haciéndole sentir en el pecho la dureza de mis pezones, besándolo, mordiendo sus labios, saboreando su lengua… en eso me agarra bien de las nalgas y me las abre, haciendo que me recueste bien sobre su cuerpo, lo deje hacer, sin imaginarme aún lo que venía, fue entonces que siento algo punteándome en la entrada del culo… giro levemente la cabeza y… ¡lo veo a Oscar acomodándose tras de mí, empuñando su pija con una mano, dirigiéndola hacia… si… hacia mi culito! Aunque Raúl ya me la estaba metiendo por adelante, él pretendía metérmela también por detrás… ¡Una doble penetración!... No sé, nunca me puse a pensar como se sentiría algo así, y en ese momento menos, así que sabiendo que aquello sería inevitable, me acomodé lo mejor posible, de forma tal que, sin dejar escapar la verga de Raúl, le ofrecía a Oscar una entrada más que perceptible. 
Sentí la punta y me estremecí… Raúl se detuvo por ese instante, permitiendo que su compañero de garchada pudiera acomodármela adentro, ya uno y otro nos habían culeado lo suficiente como para asegurarnos la dilatación adecuada, de modo que esa segunda verga entro en mi cuerpo como por un tubo… Oscar soltó una fuerte exclamación al metérmela toda, se quedo quieto un momento, tratando de encontrar la mejor ubicación, y cuándo ya estuvo listo… ¡empezaron a moverse los dos!... pero con una cadencia tal que cuándo uno entraba, el otro salía. Me cogían y culeaban con una sincronía perfecta, lo que me permitió darme cuenta que esa no era la primera vez que los dos se “comían” a una misma mina. Estos ya tenían experiencia en lo que a doble penetración respecta. 
En cuánto a mí, estaba como en una nube, si te gusta una verga, imaginate dos… es lo máximo… aunque mientras disfrutaba de tan excelsa experiencia no dejaba de pensar lo que sería tener una tercera en la boca… jajaja… a golosa no me gana nadie. 
Pero bien “ensanguchada” como estaba, sintiéndolos a ambos fluir dentro de mí, con tal nitidez que parecía que en cualquier momento romperían el tabique que los separaba y se encontrarían en un mismo reducto, y se chocarían entre ellos y se sacarían chispas y me harían m… nada de eso paso, claro. Me hicieron m… si, pero del modo más placentero y agradable que puedan imaginarse. 
Obvio que después fue el turno de Julieta, y debo decir que la pendeja se la bancó como una duquesa, hasta se hacía evidente que esa no era la primera vez que se la cogían entre dos, Oscar por adelante y Raúl por detrás, le dieron sin asco, resultaba sorprendente que no la hayan desarmado. 
Cogimos en el sofá, en el suelo, en la cama, y hasta en el baño. En cierto momento, mientras Raúl atendía a Julieta sobre la alfombra, me dieron ganas de orinar, era tanto lo que había cogido ya que sentía la vejiga a punto de explotar. Me levanté de donde estaba y fui corriendo al baño. Me senté y oriné. Ya estaba soltando el último chorrito que Oscar entra al baño con terrible cara de degenerado, me agarra de los brazos y me levanta de un tirón, me empuja de cara contra la pared y poniéndose de rodillas detrás de mí empieza a chuparme todo el culo y la cajeta. Hasta me hace levantar una pierna para poder chuparme mejor. No parece importarle que recién haya orinado. Entonces se levanta y teniéndome todavía de parada y contra la pared, me la mete desde atrás, me coge a quemarropa, me tiene aprisionada contra la pared, dándome y dándome sin parar, a full, furiosa y vigorosamente, hasta que acaba en medio de explosivas exclamaciones. Me la saca en el momento justo, de modo que los chorros de leche saltan por entre mis piernas, chorreando los azulejos. Entonces me da la vuelta, y me besa con fruición. Al volver al living vemos que Raúl y Oscar también acabaron, aunque Julieta estaba recibiendo la acabada de mi amante en su boquita. ¡Y como la degustaba la guacha! No dejo escapar ni una sola gota, relamiéndose ávidamente mientras terminaba de chupársela para sorber los últimos vestigios de esperma. Me puse un poquito celosa, no lo voy a negar, aunque entendía que aquello se trataba de una ocasión especial… muy especial. 
Luego de esos últimos escarceos, un último brindis, un breve relax, y la despedida, con la promesa incluida de un nuevo encuentro próximamente. No me parecía mala la idea a decir verdad. Al despedirme de cada uno de ellos me sorprendí al ver a Julieta de nuevo con el uniforme del colegio puesto, viéndola así no se parecía en nada a la bestia en celo que minutos antes se había devorado a dos hombres... ¡y al mismo tiempo! Me resultó divertida esa dualidad suya. 
-¿Y, te gustó la sorpresa?- me preguntó Raúl luego, ya en la camioneta y de camino a casa. 
-Al principio me dio algo de… no sé… estar cogiendo con otro delante tuyo, fue medio raro, pero después… después me encantó- le dije soltando una risotada. 
-Estuviste increíble Gi, te revelaste como toda una actriz porno- se rió él. 
Yo también me reí, aunque por dentro pensaba que los videos de Poringa habían sido una buena enseñanza. Y la práctica constante también, claro. Llegamos a casa, me despedí de él con un beso y bajé. Entre lo más despacio que pude, para no alertar a mamá, pero fue inútil, Pablo estaba en la sala viendo la tele en calzoncillo y remera. 
-¡Que nochecita!- exclamó al verme. 
-Shhhhhh…- le hice poniendo el dedo índice sobre mis labios y mirando hacia el dormitorio de mi mamá. 
-No te preocupes, después de la atención que le di no se despierta hasta pasado mañana… la dejé fundida a tu vieja- se rió. 
-Sos un ordinario- le dije sin poder evitar hacerle un gesto de desprecio y me fui a mi cuarto. 
Por nada del mundo dejaría que ese HDP me arruinara el momento. “Mañana mismo, después de subir el relato, me pongo a buscar departamento”, me prometí a mí misma. La situación ya no da para más.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.