En el momento de nuestra historia, Johana tenía 18 años recién cumplidos. Como pueden disfrutar en su foto, era una chica hermosa, con un cuerpo perfectamente desarrollado, sobre todo, en su parte de atrás ... La pendejita ponía mucho empeño en cuidarse, concurriendo al gimnasio todos los días de la semana y siempre luciendo exaltante, acaparando miradas masculinas y alguna que otra femenina, por doquier. 

Johana tuvo la suerte de nacer en una familia con un buen pasar ecónomico, como puede indicar el hecho de que vivía en el coqueto barrio de Recoleta. Si a esto le agregamos su poco compromiso con el Mundo en el que vivía, su limitado repertorio de pensamiento y su actitud, no sería muy errado de catalogarla como una "chetita". Obviamente todavía vivía con sus padres y si bien se había recibido el año anterior del colegio, todavía no tenía decidido que hacer de su vida. Año sabático, le llamaba ella. Año de joda en joda, hubiera sido más adecuado a la realidad. 

Nuestra historia comienza a las 8 de la noche, cuando Johana se encontraba en su habitación, mirando su facebook, mientras su novio, estaba en su cama, mirando la tele. En realidad, decimos novio por decir algo, ya que la chica tenía poco interés real en el no demasiado favorecido muchacho, pero estaba con él, básicamente, porque 1) Tenía un buen auto. 2) Tenía mucha plata y la gastaba en ella. 

- Johana, hoy cocina tu vie... - Comenzó a preguntar Matías (el novio), hasta que fue interrumpido por un grito que parecía venir del comedor. 

El grito parecía venir de Claudia, madre de Johana y aunque seguía gritando era difícil comprender lo que decía. Lo único que los chicos atinaban a oir, eran pedidos de "por favor". 

La chica lo dudo un segundo, pero rápidamente abrió la puerta para salir al comedor, donde se encontraban sus padres. Matías lo dudó todavía más, pero salió detrás de ella, un par de segundo después. Lo que vieron los dejó secos: Claudia estaba parada llorando y a sus pies se encontraba su esposo, Julio, conmocionado tras un claro golpe en el rostro, que ya empezaba a hacer correr por su piel, las primeras gotas de sangre. Junto a ellos había tres hombres. O en realidad, un hombre y dos jóvenes. 

El mayor parecía tener unos 50 o 55 años y cargaba con un arma en su cintura, mientras que los otros dos, seguramente estaban entre los 18 y 20. El hombre era bajo y la chica pensó que tenía aspecto de extranjero. Los dos más chicos, eran mucho más altos y con el típico aspecto "wachiturro" de estos días. 

Johana intentó abrazar a su novio, pero este estaba completamente blanco e inmovil. Uno de los ladrones más jóvenes levantó al padre y comenzó a pedirle que lo lleve a donde tenían la plata. Tras unos instantes, Julio accedió y ambos se dirigieron hacía el cuarto del matrimonio. 

En ese momento, fue que los dos chorros que todavía estaban en el comedor, notaron a Johana. Y vaya que se les notó en la cara (y de a poco, en los pantalones). 

- Pero mirá que linda putita... Eh, Braian vení, mirá lo que hay acá - Gritó el más jóven. El de aspecto extranjero, solo miraba a la nena y sonreía. Johana ahora no solo tenía miedo, sino también un asco que nunca había sentido en su vida. 

El asco aumentaría, cuando tras regresar con un fajo de dinero en las manos, Braian, se sumó a los otros en la observación... que rápidamente pasaría a la acción. 

-Mirá lo que es esto... - Dijo el más viejo, mientras se acercaba a la nena y antes que estaba pudiera reaccionar, le acariciaba por un instante, una de sus tetitas juveniles. 
- Cuanto plata tenés ahí, Braian? 
- 3000 pesos más o menos y un par de boludeces más. 
- 3000? mmm es poco, me parece que esto debe valer más - El hombre ahora rodeó con el brazo libre, el cuello de la nena y la trajo hacia él. -Que dicen ustedes, cuanto puede valer cogerse una zorrita como estas. 
- Salí, asqueroso - Johana intentó liberarse, pero el hombre no se lo permitió. La nena giró su cabeza, otra vez buscando a su novio, pero este seguía tiezo. No había ni siquiera atinado a protegerla. Un nuevo sentimiento había nacido en ella: odio para con Matías. 

Braian y Jona, el otro ladrón, se miraron y comenzaron a reirse. De repente, el hombre mayor levantó a la chica y comenzó a llevarla hacía el cuarto del matrimonio. Sin embargo, a mitad de camino, notó la puerta abierta de la habitación de Johana y prefirió cambiar el rumbo. 

- Vení mi amor, vamos a divertirnos un ratito - Dijo mientras la chica comenzaba a pedir por ayuda. Sus padres intentaron intervenir, pero el hombre volvió a caer al piso, tras otro golpe, en este caso de Jona. El viejo entró a la habitación y depositó a la nena sobre su suave cama. 

- Por favor, no le hagan nada, llevense lo que quieran, pero no la toquen, por favor...- rogaba Claudia. 
- Callate vieja de mierda, cerra el culo - Le contestó Braian mientras también la derribaba de una cachetada. 

Ahora los únicos de pie eran los ladrones, todos rodeando la cama de Johana y a la propia Johana. AH, también estaba de pie Matías, el novio, quien seguía inmovil. 

El más viejo fue el primero de los intrusos que se abalanzó sobre la nena, lamiéndole el rostro y llenándola de baba y escupida, mientras le desabrochaba su campera para dejar al descubierto, una musculosa blanca que marcaban a la perfección sus pechos parados. Rápidamente, la lengua del hombre bajó y se centró en esta parte de la pendeja, que a esta altura, solo atinaba a llorar. 

El padre, quien también lloraba y rogaba clemencia para con su hija, vio como ahora los otros dos ladrones se unían al festín, dando vuelta a Johana, para dejarla boca abajo y lo que es más importante, culo (culazo) para arriba. Braian se subió a la cama y se colocó encima de la nena, frotando la entrepierna de sus jeans, contra esas prodigiosas nalgas. 

Los hombres continuaron con Johana durante un rato, tocando cada parte de su cuerpo, besándola, chupándola y hasta humillándola verbalmente, al acusarla de "puta" y "cheta traga leche". Tal era el fervor por tener en sus manos una ricura semejante, que ni siquiera habían empezado a sacarle la ropa. Jona pareció acordarse de esta posibilidad y le quitó el cinto, para luego sacarle los apretados jeans que la pendeja llevaba puestos. Claro... los jeans estaban tan apretados para marcar su figura, que cuando se los bajó, las nalgas de la nena prácticamente saltaron para arriba, como diciendo "gracias por el aire, nos estabamos asfixiando". 

Papá Julio notó esto y no pudo evitar, sin una gran medida de culpa, exitarse ante la visión de la increíble cola de su hija al descubierto. Ya le había pasado varias veces de sentir una indebida atracción hacia ella, sobre todo, por la costumbre de Johana de andar en ropa interior por la casa. Julio era un hombre después de todo y tenía las mismas sensaciones de cualquier humano, al ver semejante figura. Sin embargo, esta vez iba más allá. No sabía si había enloquecido o que, pero ver a los 3 negros jugar con la nena de papá, lo empezaba a poner deseoso de estar en su lugar, y saltarle encima, para disfrutarla y decirle cuan puta y linda había salido. A duras penas, pero pudo contenerse. 

Ante todo esto, lo que nadie había notado es que Johana hace un rato que había dejado de llorar. En realidad, lo hizo instantes después de que Jona le frotara la cola con su pija. En ese momento, y con la misma culpa con que su padre la deseaba a ella, su mente le hizo en click, al darse cuenta del enorme paquete que el chico llevaba en sus pantalones. Primero pensó que la estaba apollando con algún tipo de objeto, pero cuando se dio vuelta y vio que el chico no tenía nada, no pudo evitar empezar a sentir un cosquilleo de deseo. Su novio, Matias, apenas servía para hacerle el amor y tenía una pija mínima, que Johana había decidido ignorar, para seguir recibiendo los beneficios ecónomicos de estar con él. Pero este pibe era diferente... era un HOMBRE, con todas las letras, pensó la chica. Cuando "sintió" a los otros dos ladrones, se dio cuenta que también eran bastantes superiores a su novio, aunque ninguno llegaba al nivel del primer pendejo. 

Tras un tiempo, los hombres finalmente se detuvieron. Por alguna razón, quizás falta de tiempo, ninguno alcanzó a penetrarla... pero cualquier otra cosa que se les pueda imaginar, se lo hicieron. En el momento en que Johana se sintió liberada de las manos de los chorros y vio que estos daban mediavuelta para irse, comprendió que ahora su deseo por sentir a Jona, había pasado a necesidad. Quizás en estado de shock o por la simple razón de que a las mujeres le gustan las pijas grandes, la piba, ahora solo vestida con una tanga y su musculosa, se levantó y dio vuelta de los hombros al pibe más favorecido por la naturaleza. Primero se puso en puntitas de pie y lo besó, para luego pasar a su verdadera tarea: bajó su mano derecha y casi con brutalidad, la depositó debajo de sus genitales, luego empujando hacia arriba en la típica acción de pesar algo. Como esperaba, ese algo resultó ser sumamente pesado... y largo, y todavía duro como una roca. 

Todos se quedaron atónitos ante esto. Nadie dijo una palabra, hasta que Johana rompió el silencio: 

- Mirá Matias, esto es una poronga ves, esto es lo que los hombres de verdad tienen entre las piernas, manicero de mierdaaaaa!!! - gritó desaforada. 

El siguiente ruido que se escuchó fue el de la cremallera de Jona, bajada por la pendeja. Tal como las nalgas de Johana unos momentos antes, la pija del chico salió disparada hacia adelante por entre sus boxers. 

La presunción de Johana se cumplió. El pendejo tenía un enorme trozo de carne, que la chica calculó mediría entre 20 y 25 centímetros, sin exagerar ni un poco. El olor a suciedad no la frenó ni un poco, es más, hasta la exito todavía más. 

- Mirá la pija de caballo que tenés, negrito... - Dijo mientras se mordia el labio inferior. 

Acto seguido, Johana comenzó a "trabajar" sobre ella, con la misma desesperación que los hombres habían tenido en manosearla, unos minutos antes. Lamió todo el tronco, la acarició, le dijo lo linda y grande que era (a la pija) y obviamente, terminó su tarea con un riquisimo y experto pete. Nunca en su vida había disfrutado tanto chupar una chota y eso que ya llevaba varias en su cuenta. Cuando terminó, se tragó toda la lechita como una nena obediente y se puso de pie sonriendo. Todos seguían congelados, incluso el propio beficiado del pete. 

- ¿Vamos chicos? me llevan, ¿no?...todavía tengo otras cosas por probar - Digo Johana, mientras ahora "pesaba" la entrepierna también potente de Braian. 

Nadie le respondió, pero cuando los ladrones abandonaron la habitación, la pendeja les siguió el paso. Cuando pasó por al lado de su papá, sonrió y le dio un besito en la mejilla, dejando hilitos del semen masticado de Jona en la piel del hombre.

- Chau papi, me voy a divertir con mis gorilotes amigos y sus pitulines... 

Los ladrones abandonaron la casa, con 3000 pesos, varios celulares y demás artefactos tecnológicos, alguna que otra prenda y el motín principal: una hermosa esclava de 18 añitos, con la mejor cola del barrio y una boca golosa de carne humana.