Mi vecina.

En mi época de estudiante vivía en un edificio, en el cual por piso había cuatro departamentos. En el A vivía una pareja mayor, en el B vivía yo junto con mi primo, el C estaba desocupado y en el D un matrimonio joven y su hija pequeña. 
El matrimonio del D se había mudado hacía dos años. El marido era dentista. La mujer trabajaba por la mañana en una guardería y por las tardes cuidaba su escultural cuerpo en el gimnasio. Era (o lo sigue siendo) una mujer de unos 1,70, delgada, morocha pelo lacio no muy largo. Tiene unas curvas impresionantes, unos firmes pechos y unos muslos que terminan en lo mejor que tiene, una hermosa cola. Los dos, en esa época, rondarían los 33 o 34 años.
Desde el primer momento pasó a formar parte de casi todas mis pajas. Cada vez que me la encontraba en el ascensor o en el palier con sus calzas de ir al gimnasio me volvía loco. 
Era diciembre. Ya habían terminado los exámenes, estaba de vacaciones (de la facu) y mi primo ya se había ido a su casa. Yo seguía en el departamento porque trabajaba por la tarde (ambos somos del interior). Eran 9:30 más o menos, me había levantado temprano para acomodar, limpiar, tirar, guardar cosas (tareas típicas de fin de año). Como hacía calor estaba en cuero y con un pantalón corto viejo de fútbol, de esos que siempre uno tiene.
Cuando terminé había llenado de cosas dos cajas grandes que llevaría a la baulera (yo le digo así pero no sé si es así, es un cuarto que está en el subsuelo en el cual todos guardan cosas que no se usan o algo así). Salí así nomas como estaba porque a la mañana hay poco movimiento en el edificio. 
Fui hacia el ascensor despacio porque las cajas eran bastante grandes y limitaban mi visión. Cuando pasé por delante de la puerta del D, sin querer rocé con mi codo el timbre de la puerta. En principio no le di importancia pero de pronto sentí unos pasos del otro lado de la puerta y enseguida abrieron.
Apareció mi vecina que se quedó un poco sorprendida al verme así y llevando dos cajas. 
- Disculpame - le dije - toqué sin querer.
- No pasaba nada. Es más, dejame que te ayude. –Respondió.
- No hace falta, gracias. –Dije siendo cortés.
Sin decir más nada y sin darme cuenta ya me había quitado una de las cajas de encima y estaba llamando el ascensor. Subí con ella, pude observar su espectacular cola, la cual se marcaba muy bien gracias al pantalón deportivo ajustado que tenía. 
Cuando llegamos a la puerta de mi baulera, saqué la llave que tenía en el elástico del pantalón y abrí la puerta. Le dije que si quería podía dejar la caja en el suelo y yo la entraba, pero ella no me hizo caso y entró en la baulera.
Ya adentro, acomodé las cajas. Ella miraba todo las cosas que había, hasta que su mirada se posó en mí. Era una situación verdaderamente incómoda para mí. No sabía que más decirle, solo esperaba a que nos fuéramos.
Empezó a preguntarme que tal me había ido con el estudio y todas esas cosas que la gente pregunta cuando no saben de lo que hablar. Esos pantalones ajustados hasta los gemelos, esa sudadera de tela fina que marcaba sus bellos pechos, y esas ojotas que dejaban ver esos desnudos y hermosos pies perturbaban mi mente. Mientras tanto yo, en cuero, pantalón de fútbol y en chinelas. 
Después de un rato (para mí una eternidad) salimos y volvimos a subir juntos. Al llegar a su puerta me preguntó:
- ¿Y tú primo?
- Ya se fue para su casa porque ya está de vacaciones. –Respondí.
- Mi marido también estaba trabajando. -Tiró y me ofreció pasar a su casa para tomar algo y así no estar solos. 
Yo con más vergüenza que otra cosa le dije:
- Gracias pero tengo que seguir haciendo cosas en mi en casa. 
Vi que se quedaba un poco extrañada, pero amablemente se despidió de mí y entró en su departamento y yo en el mío. Al cerrar la puerta me di cuenta de la estupidez que había hecho.
Cuando me repuse de mi estupidez, me sentía caliente, me senté en el sofá, me bajé el pantalón y me empecé a tocar pensando en ella, claro. Me imaginaba miles de cosas con ella. Estaba a mitad de la paja cuando sentí gente en el palier, pensando en que pudiera ser mi vecina, me levante y me puse a espiar, era especial estar pajeándome y verla en el palier… Me quedé helado cuando se paró en frente a mi puerta y tocó el timbre. 
No sabía qué hacer, estaba con la verga en la mano. No abrir era una mala opción. Así que sin hacer ruido me subí el pantalón corto y apreté mi verga con el elástico dejando parte afuera y me puse una remera para tratar de disimular mi erección… Abrí la puerta.
- ¿Puedo pasar? - Me preguntó.
- Sí, claro. Pasa y sentate. -Y nos sentamos en el sofá.
- No tenía nada que hacer y vine a ayudarte con tus cosas. – Me dijo muy suelta de cuerpo.
- No hacía falta. Además ya terminé con todo. – Fue mi precaria respuesta.
- ¿Y por qué antes me dijiste que tenías cosas que hacer? 
- … - Silencio. Discúlpame, no es por estar con vos – arranqué- es por… - y otra vez mudo
- ¿Te incomoda mi presencia o te pone nervioso? – Preguntó de forma incisiva.
- Bueno un poco, pero que no era por nada en particular, sino que el estar con una mujer tan atractiva como vos me pone nervioso. – Respuesta pelotuda si las hay.
- Jajaja. – rió con picardía. ¿Cómo te puedo atraer si tenés novia?
- Eso no tiene nada que ver…
- Jajaja. – Su risa me cortó en seco. Tenés razón, por tener pareja no hay por qué dejar de mirar a otra gente. Yo también lo hago…
Ella continuó hablando del tema, me dijo que más de un hombre también se le quedaba mirando en el gimnasio y que incluso algunos intentaban tener algo con ella. Me dijo que a veces pensaba en darles cabida pero que en ese gimnasio había gente conocida y no se atrevía.
Me preguntó si yo nunca había pensado en serle infiel a mi novia. Yo le conteste que no, pero que tampoco se me había presentado nunca la ocasión. Ella esbozó una sonrisa picarona y me preguntó que si se me presentaba la ocasión qué haría. Yo estaba muy nervioso y le dije que no sabía, que dependía con quien y en que situación. Me preguntó, entonces, que si fuera con una mujer que me gustara mucho y en una situación en la que nadie se enterara si lo haría. Le contesté que seguramente sí. Entonces ella sonrió y me dijo que era bastante pícaro también. Yo me empecé a reír y le dije que ella también era igual. Entonces ella también se rió y me dijo que algunos de los hombres del gimnasio le gustaban y que era normal que tuviese esos pensamientos, pero que ella a su marido lo quiere más que a nadie. Yo también le dije que a mi novia la quiero mucho, pero que la carne a veces es muy débil.
- Te propongo un reto. Si sos capaz de calentarme como suele pasarme en el gimnasio, me podés coger. – Largó así nomás como suena.
Yo me quedé atónito, me lo soltó así nomás, sabía que con la conversación que estábamos teniendo podría suceder algo, pero no me imaginaba que me lo largue así. 
- Por supuesto, acepto. – Le dije
- Quiero verte. Desnudate, acá, adelante mío.
Me levante y me saqué todo. Ella me observaba detenidamente con ojos cargados de lujuria.
- Ah bueno! Qué lindo cuerpo y que linda verga tenés… Vamos a tú pieza. –Ordenó.
- Vení, vamos. –Le dije, tratando de mantener la calma. 
Se sentó en mi cama y me dijo: - Haceme lo que quieras para calentarme pero no se te ocurra ponérmela.
La recosté en la cama, me incliné encima de ella y empecé a besarla muy suavemente. Sus labios, su cuello. Le saqué lentamente la sudadera que tenía, abajo tenía un corpiño negro deportivo (creo que así se llaman, disculpen mi ignorancia) que le marcaba esos preciosos pechos y unos pequeños pezones que empezaban a crecer. Le saqué el corpiño y empecé a tocarle los pechos, los acariciaba, pellizcaba sus pezones. Me fui acercando para poder saborearlos, con mi boca, con mi lengua. Ella puso sus manos sobre mi cabeza y comenzó a acariciarme el pelo. Le chupé los pezones como si fuera un demente, estaban completamente duros y me volvían loco. 
Mientras seguía chupando, empecé a bajar una de mis manos hasta llegar a su entrepierna. Por encima del pantalón empecé a acariciarla. Noté que estaba muy caliente, y cuanto más fuerte la tocaba, más suspiraba y me agarraba con más fuerza de la cabeza… Hasta que soltó un suspiro mayor, cerró los ojos y susurró:
- Chupamela ya! Por favor!
Sin dudarlo comencé a bajarle lentamente ese pantalón ajustado que tanto me gustaba y se quedó ante mis ojos con una diminuta tanga negra. Le agarré los pies y empecé a chuparlos y a besarlos. Fui recorriendo con mi lengua toda su pierna, hasta llegar a sus muslos y entrepierna. Ahí se me acabó el camino y ante mi estaba esa hermosa tanga negra que no tardé en sacarle. 
Esa hermosa concha depilada con suma prolijidad era mi próximo objetivo Me acerqué y comencé a recorrerla con mi lengua. De arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Alternadamente me detenía en su clítoris, mi lengua jugaba con él. Ella estaba completamente entregada, gemía y me decía que no parara. Fui aumentando cada vez más el ritmo, intentaba meterle la lengua hasta donde más podía, mordía suavemente su clítoris, lo hacía con glotonería… Que deliciosos jugos largaba esa preciosura. 
Ella agarraba mis pelos con fuerza y guiaba mi cabeza. Sus gemidos hacían más intensa mi labor. Mi verga me pedía acción. Me incorporé, me coloqué entre sus piernas, coloqué la punta de mi verga en la entrada de su concha, sin hacer caso a lo dicho por ella y como no decía nada, se la fui metiendo poco a poco, lentamente, como si fuera la primera vez. Me quede mirándola y noté que tenía los ojos cerrados y que cuanto más iba entrando mi verga más se reflejaba en ella su satisfacción. Una vez que la tuve completamente adentro me detuve unos segundos para ver cómo reaccionaba. Su reacción fue inmediata. Me abrazó con sus piernas cruzándolas en mi espalda y me dijo:
- Cogeme nene! Dale, que no doy más!!
Comencé un mete saca lento pero fuerte y algo violento. Ella gemía y me pedía que fuera más rápido, pero yo no la hice caso y seguí con mis fuertes y lentas embestidas. Su cara de excitación y gemidos hicieron más efecto que sus palabras y empecé a aumentar el ritmo pero con la misma fuerza. Sus gemidos se incrementaron aún más y sus pechos se sacudían ante mí hipnotizándome. 
Sus gemidos se convirtieron en gritos de placer. Era lo previo a su impresionante orgasmo. Cómo acabó la hija de puta! Impresionante los jugos que largaba, como sentía temblar su cuerpo…
- Hijo de puta! Me encanta… - Dijo con voz poco clara.
Me quede quieto con la verga adentro mientras ella recuperaba el aliento. La saqué lentamente y me acosté boca arriba al lado de ella. Se incorporó, se puso sobre mí, apunto mi verga a su concha, y de una se la metió otra vez.
Me cabalgó con locura. Yo acariciaba y tocaba sus tetas. Ella colocaba sus manos sobre mi pecho para ayudarse a coger más rápido. Qué bien se movía… En ocasiones arqueaba su espalda y me deleitaba con su escultural cuerpo en todo su esplendor. 
Sus gemidos hacían ponerme a mil. Subía, bajaba y mi verga entraba y salía de su concha con mucha facilidad.
- ¿Te gusta cómo coge la puta de tu vecina?
- Sos increíble… me volves loco. Sos una diosa… 
Comenzó a mover su culo de adelante y hacia atrás con mucha intensidad. Gemía, gritaba como loca. De repente frenó abruptamente por un nuevo y no menos intenso orgasmo. Sus gemidos eran ensordecedores… Se tumbó encima de mí, apoyando sus tetas en mi pecho y me susurró al oído:
- Qué bien coges nene! Me mataste de placer. Ahora vas a ver lo que tengo para vos. 
Dijo eso, jugó con su lengua en mi oreja y se fue hacia abajo. Agarró mi verga dura y mojada, la contempló un instante y se la metió toda muy despacio en la boca, la sacó lentamente también y me daba suaves lengüetazos en la cabeza. Recorrió todo el tronco con esa lengua finita y caliente, mientras me pajeaba con maestría. Siguió su camino hasta mis hinchados huevos, succionó uno y luego el otro. Me miró con su mejor cara de puta y siguió bajando. Me sobresalté, me sorprendí pero a ella no le importó. Metía su lengua en mi culo, me lo chupaba todo. Nunca había sentido nada igual (lo recomiendo 100%, ella me enseñó ese placer extremo que cuando puedo lo hago). Más metía su lengua, más aumentaba el rito de la paja… juro que habrán sido solo unos segundos y acabé una cantidad impresionante en mi abdomen, mi pecho y su mano.
- Mmm, cuanta lechita tenías nene!
Se acercó y nos dimos un apasionado beso. Nos quedamos tirados un rato en la cama, fumamos un cigarrillo, conversamos algunas boludeses más y me dijo que se tenía que ir…
Ese verano repetimos lo muchas veces, sobre todo a la mañana… Luego en el año fue un poco más complicado pero tuvimos nuestros encuentros.

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