Él me creía virgen.


No puedo negar que gusto bastante a los chicos, y aunque no me visto provocativa, mi cuerpo llama la atención. Morocha, baja y delgada. Amante de los deportes, lo que me mantiene con las piernas bien torneadas y la cola bien dura y redondita. Mis pechos no son muy grandes, pero tienen una forma delicada y firme que me hace estar muy orgullosa de ellos. 

Nos conocimos en una jornada de integración de la facultad. El, de estatura media y un cuerpo trabajado en el gimnasio, brazos fuertes como me gustan y cola divina. Muy inteligente y simpático. Las cosas entre nosotros comenzaron a ir bien y fueron cada vez mejor. Comenzamos a salir y la pasábamos muy bien juntos. 
Siempre fue hiper respetuoso conmigo, hasta el punto de hacerme dudar… Cuando me besaba me enloquecía, pero en la mejor parte, frenaba y nos despedíamos. 
El tema era conversado con amigas muy a menudo y las opciones mas recurrentes eran dos… era gay, o era virgen. 

Una noche, después de una caminata por la rambla, no lo deje ir. No soportaba que me calentara tanto y me dejara mojadita mordiendo la almohada. Beso va, beso viene… le dije que quiera ir a su casa, y estar mas tranquilos. 
Para mi gran sorpresa, me contesta que el no tiene apuro, y que me esperaría lo que fuese necesario. Claramente, mi buena escolaridad y corrección total en clase le hicieron pensar que la nena aplicada era virgen. Nunca imaginé que saber tal cosa me fuera a calentar tanto. Decidí jugar su juego y hacerme la virgencita un rato, para que cuando lo agarrara, se diera cuenta solito que la cosa no era tan así. 

Varias veces nos vimos antes de que pasara algo. Me besaba con desenfreno, pero su mano no bajaba más allá de mi cadera. Llegaba a mi casa y me tocaba como nunca pensado como sería el día en que me lo comiera crudo. 
Al fin llegó el día en que me invitó a ir a mirar unas películas a la casa. Me hice la que dudaba un rato, y le dije que si. Me aclaró que no iba a pasar nada que yo no quisiera. Yo reía por dentro y me relamía por lo que se venía. 

Sus padres no estaban ese fin de semana, pasó a buscarme por mi casa, y fuimos a la suya. 
Ni bien llegamos a su cuarto empezaron los abrazos y los besos. La película empezó, pero a mi no me importaba que carajo se estaba reproduciendo. 

Primero besos tímidos, suaves y sin demasiado contacto. Nos recostamos de costado en la cama, enfrentados, y los besos empezaron a ser mas calientes. Le lamía los labios, se los mordía, le metía la lengua bien adentro. Sus manos se metieron bajo mi remera y me acariciaba la espalda. Sentía como se mojaba mi bombachita, no podía creer que después de tanto se terminaba la espera. 

De más está decir que para que se creyera el cuentito de la santa, todavía no le habia tanteado el bulto. Por mi mente pasaba la idea de que tan grande sería, o de cómo se sentiría en mi boca. 
Nuestras piernas se entrelazaron y me agarro de la cola bien fuerte, haciéndome largar un gemido. Hay pocas cosas que disfruto tanto como las caricias en las piernas y la cola. 
Cada segundo que pasaba, me calentaba más, y más deseaba tenerlo desnudo y re caliente. 

Corte los besos y me aleje, me saque la remerita que tenía puesta y quede en corpiño y jeans. Su cara cambio totalmente al verme así -“Como me gustás pendeja”-. Me doy cuenta de eso chiquito… decime algo nuevo… 
Empecé a desprenderle la camisa botón por botón mientras le besaba la boca. Bajaba por el cuello, se lo chupaba, se lo lamía. Gemía de la calentura que tenía, y trataba de hacerlo bien cerquita de su oreja para que los sienta con lujo de detalles. 

Bajé por su pecho, y su abdomen con besos bien húmedos y caricias. Cuando llegué al inicio del pantalón me detuve, y lo miré. El lo deseaba, pero no más que yo. 
Subí a su boca de nuevo. Me agarró la cabeza y me comió la boca como nunca. No aguantaba la calentura, estaba empapada. Baje mi mano haciendo cosquillas por su pecho y su abdomen, y le acaricié el bulto por arriba del pantalón, y largó un gemido (Mmmm… Gime, puntos a favor para él). 

Le desabroché el pantalón con la boca, apretaba mi mentón contra su bulto. Le saqué el jean, y subí por sus piernas, bien despacio, acariciándolo y haciéndolo desear bastante. Pasé la mano por el boxer, y estaba húmedo. Se me hacía agua la boca por probar esa verga mojadita. 
-“No vale… Yo estoy de boxer y vos todavía seguís de jeans”- 
Me alejé de la cama y le di la espalda. Me desprendí el pantalón y no doblé las rodillas para bajarlo, asegurándome de darle una buena visual de mi conchita y mi cola. Estando de espaldas, de paso, me saque el corpiño, y me recosté de nuevo en la cama. 

Sin dudarlo me empezó a masajear las lolas, jugaba con los dedos en mis pezones, y me hacía gemir y disfrutarlo. Me chupaba una, mientras acariciaba la otra. Estuvo así un rato, hasta que cuando no pude más, le agarré una mano y le chupe bien los dedos, y le pedí que me los metiera en la conchita. 
Me sacó la bombachita, y su sorpresa fue enorme, cuando vio que no tenía un pelo. Perfectamente depilada y suavecita. Se río y me dí cuenta que mi juego de virgencita se había terminado. 

Se abalanzó sobre mi conchita, y me la lamió desesperado. Me metía los dedos y me pasaba la lengua bien rapidito por el clítoris. Yo jadeaba y no podía parar de arquear mi espalda. Sentía que acababa en su boca, y me encantaba. Su otra mano estaba en mis tetas, apretándolas, jugando con mis pezones. No soporte y acabé en su boca, llenándole la boquita con mis jugos. 
Casi sin dejarme reponerme, subió a mi boca, y compartió el gustito a concha que me gusta tanto. Esos besos bien mojaditos y calientes me enloquecen. 

Giramos y quedo acostado sobre su espalda. Baje hasta su verga y la tome con una sola mano y la acaricie toda. Tamaño ideal. Comencé por chuparle los huevos, se los lamí y jugué con ellos en mi boca. Pase mi lengua desde los huevos hasta la cabeza, y cuando llegue a la cabecita mojada, me la metí en la boca y la chupe bien fuerte. 
Que manjar era tener esa verga en la boquita, como me calentaba. Apretaba la punta con los labios, y movía la lengua bien rápido dentro de la boca. En oportunidades lo miraba con cara de putita, me encanta que un hombre se quede mirándome comerle la pija. Lo pajeaba y me comía la puntita, él no paraba de quejarse y decir cuanto le gustaba. 


Me metí la verga hasta la garganta, el largó un gemido que me calentaba todavía más. La apretaba contra el paladar y la moje bastante. Me pone re loquita estar ahogada con una buena pija dura. El estaba cada vez más loco, pero no quería darle el gusto de acabarme en la boca, algo debía dejar para después. 
Subí hasta su boca, y le di uno de esos besos que me gustan, mientras le manoseaba bien la verga. Estábamos enfrentados, bien cerquita, bien calientes. 
-“¡Qué ganas de ponértela que tengo!” 
-“Yo también me muero de ganas, y desde hace tiempo, ¿tenés condón?” 

Estiró su brazo y sin mirar alcanzó el cajón de su mesa de luz. Sin despegar su boca de la mía sacó un condón. No veía la hora de sentir esa verga adentro, que me sacara toda la calentura que tenía hacía tiempo. Jugaba a no dármelo, y yo me desesperaba. Alejaba su mano de mí, se reía con una risita pícara y me desesperaba aún más. Con una de mis manos le comencé a acariciar las bolas, y cuando intentó alejar su mano de nuevo, se las apreté con fuerza. Su cara cambio de la picardía al sufrimiento en un segundo. Me cedió el paquete y lo abrí cerquita de su cara, lo sentía respirar todavía más agitado que yo. 

Bajé a su verga de nuevo, casi sin dejar de mirarlo, se la acaricie un poco. Para mi sorpresa, el condón era saborizado… así que, ¿por qué no ponérselo con la boca y enloquecerlo un poquito más? Saque la puntita y me la puse en la boca, y busqué la cabeza de su pija. Fui bajando despacito; tenía la pija tan caliente y cabezona que me costaba bajarlo y el disfrutaba cada intento mío por ponerle el forro. Después de que pasó la cabeza, me acerque a su boca, y cuando estaba bien cerca me dijo -“que divina que sos… nunca pensé que fuera a divertirme tanto con vos”-, lo que leído entre líneas era lo que yo quería saber… que puta resultaste ser! 

Lo bese metiéndole toda la lengua en la boca, mientras terminaba de bajar el condón. El no dejaba de tocarme las piernas y la cola. 
Casi sin darme cuenta, me dio vuelta y me recostó en la cama. Me metió los dedos en la conchita, y me la acaricio un poco. Mojo su falo con mis jugos, volvió a poner los dedos en mi concha mojada y me pregunto al oído si tenía ganas de sentirla toda adentro. Ya no podía más, solo gemí y cerré los ojos. El puso la cabeza de la verga en la entrada de mi conchita, y se empezó a mover despacito… No hay cosa que me haga desear más que eso. Yo no podía parar de gemir, y tocarme mis tetas que me gustan tanto. 
-“Que lindo es tenerte así, bien alzadita. ¿Te gusta que te hagan desear?”- 
Solo pedí que me la pusiera entera. 

Me embistió fuerte, y la verga entro hasta el fondo. Nunca antes me habían penetrado así en la primera embestida. Abrace su cadera con mis piernas y el empezó a comerme a besos el cuello casi sin moverse. 
-“Cogeme hijo de puta, no puedo mas”- 
Empezó a moverse hacia adelante y atrás. Sentía sus gemidos y tenía una perfecta vista de esa carita de pajero divina que ponen cuando cogen. Las paredes de mi concha acariciaban esa verga que me tenía loca. Se movía cada vez más rápido y seguía enterrándome la pija hasta el final. Me encantaba como lo hacía, y se lo hacía notar con mis grititos. No necesite demasiado más para acabar. Arqueé mi espalda y largué un grito de satisfacción. Su cara al sentir como mi conchita le apretaba la verga era única. Me abrazó fuerte y me besó la mejilla. Me dio unos minutos para reponerme, mientras volvieron esos besos bien húmedos que me encantan y mi mano acariciándole la pija. 

-“Dejame sentarme papi”-, le dije entre gemidos y besos. 
Casi sin terminar de decírselo, me tenía sobre sus piernas con la verga en la entrada de la la concha de nuevo. Ahora era yo la que jugaba con la puntita, masturbándome y haciéndolo desear bastante. El miraba atento y me manoseaba las tetas. 

Cuando menos lo esperaba me senté y la deje entrar toda. Movía mi cadera despacito y sentía cada centímetro de esa verga en mi conchita. Agarré sus manos y las puse en mis nalgas, el las amasaba y cada tanto me pegaba despacito. Yo, re caliente, no paraba de bailar clavadita mientras mi mano jugaba con mi pelo. Me mordía los labios y cada tanto me chupaba los dedos de una mano. Me movía bien rápido y le decía jadeando lo mucho que me gustaba tenerlo cogiéndome. Sin despegarme de la verga, baje hasta su boca a buscar mas besos, esos que tanto me habían calentado. Ahogaba mis gemidos en su boca. Me encantaba sentir mis tetas contra su pecho y sus manos recorriéndome la espalda. 

Estando así, me agarró fuerte de la cadera y me la empezó a poner muy fuerte, yo estaba en el cielo, acabando de nuevo. 
-“No aguanto más la leche, quiero acabar”-, solo respondí sí con más gemidos. Me la ponía más rápido. Sentía como sus huevos chocaban contra mi cuerpo. Luego de un par de embestidas más, sentí como esa verga se hinchaba y el gemía más, y me empujaba mucho más fuerte contra la verga. Dejo escapar uno par de gemidos más fuertes acompañados de bombeos como nunca…

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