Apoyada en el subte...

Hola, este relato lo tendría que haber subido la semana pasada pero justo fue cuando paso lo de Once y la verdad es que después de enterarme de toda la tragedia pocas ganas tenía de entrar a la pagina o de escribir lo sucedido... me sentía un poquito culpable por andar cogiendo como una descosida mientras un montón de gente sufría lo que no debería sufrir... se que este no es el lugar pero justicia para las víctimas y condena a los responsables... 

Ahora si el relato... pero antes debo recalcar que durante el día y especialmente en ese viaje en subte llegue a escuchar y a enterarme de lo que había pasado en la estación, pero para hacer la lectura un poco más amena decidí dejar de lado toda referencia a tan lamentable tragedia... Besos para todos y ahora si la acción...
 


Ya es normal que me apoyen en el colectivo o en el subte, es algo cotidiano que no solo me pasa a mí sino a muchas mujeres que usamos el transporte público. Aunque, claro, a mí no me molesta tanto como a las demás… jeje… he sabido de amigas que al sentirse apoyadas reaccionaron de forma violenta con el supuesto agresor y otras que por miedo o vergüenza se quedaron en el molde dejando que les hicieran de todo ante la pasividad del resto del pasaje. 
En mi caso no reniego por una buena apoyada, aunque me da algo de pudor si alguien que esta cerca se da cuenta de lo que me están haciendo, entonces trato de retirarme por más que me haya gustado lo que sentí. 
Me acuerdo de una vez que un chico que me apoyó en una forma tremenda, me calentó tanto que hasta me dieron ganas de coger con él, y creí que ese sería sin duda el próximo paso, pero el guacho me dejo con toda la calentura encima, ya que cuándo me baje del colectivo y pese a todas las señales que le lancé no vino tras de mí. No me siguió. Tampoco iba a gritarle: “Veni guacho, bajate y cogeme”, aunque les digo que estuve a punto… jajaja. Bueno, toda esta introducción es porque me acaba de pasar algo similar. Les paso a contar. 
Martes. Cuatro de la tarde. Línea A del subte. Venía de presentarme en una entrevista de trabajo en Primera Junta. Las promesas de siempre: “Te llamamos”. Como todavía era temprano decidí ir a ver algo de ropa y bijouterie en Once, así que me tomé el subte. Aunque no iba tan lleno, en las siguientes estaciones comenzó a colmarse. En Castro Barros sube un tipo que se queda parado justo tras de mí. Yo iba parada junto a la puerta, agarrada del caño de los asientos, ya que como faltaba poco para Once no quería irme para el medio. En Loria entra un grupo de personas y ahí es donde siento la primera apoyada. Por supuesto que en un primer momento pensé que se trataba de algo puramente casual y fortuito… hasta que vuelvo a sentir otro “apoyo” aunque esta vez mucho más grande y consistente que el anterior. Al estar yo contra el tubo, que frenaba mi cuerpo ante el movimiento del vagón, la apoyada se hacía mucho más palpable y notoria. Ya no se trataba de nada casual. 
Llegamos a Once y… no bajé. Me quede en el mismo lugar. Se produce un intercambio de pasajeros, algunos bajan y muchos más entran, aproveche ese momento para girar levemente la cabeza y visualizar a mi “agresor”. Debe tener unos 40 y pico, no me resulta especialmente atractivo, aunque eso que vuelvo a sentir entre mis nalgas ante la nueva oleada de pasajeros que se produce en Alberdi y Congreso me hace reconsiderar tal situación. 
Encima yo iba con un pantalón blanco de algodón que permitía que la presión fuera más directa y certera. No sé como, pero el bulto del tipo había cobrado tal forma que se encastraba a la perfección en la raya de mi cola. Hasta podía sentir su calor y la sinuosidad de las venas. Era algo impresionante. Esa sí que era una apoyada con todas las letras. Así deberían apoyar todos para no recibir ningún rechazo a cambio. Desgraciadamente ya estábamos llegando a Lima y sabía que ahí se bajarían todos, dejándome sin la posibilidad de seguir disfrutando tal “apoyo” moral… jajaja. Traté de pensar rápido y no se me ocurrió mejor cosa que frotarme levemente contra él, como para hacerle saber que me gustaba, y al llegar a la estación preguntarle para donde tenía que ir para hacer la combinación con la línea C, como para que supiera hacia donde iba. 
Me bajé entonces del vagón y comencé a caminar hacia donde me indicó. Enseguida me pude dar cuenta que me seguía muy de cerca. En el acrílico de algunos anuncios lo veía mirándome la cola, eso me incentivaba aún más. Llegué a la estación Avenida de Mayo y me subí al primer tren que pasó, hacia Constitución. Por suerte iba igual de lleno que el anterior. El tipo se puso igual que antes, esta vez lo miré de frente y le sonreí, como dándole mi tácito consentimiento. A medida que la gente iba entrando me fue apoyando, haciéndome sentir de nuevo esa presión encantadora que me hacía perder la cordura. 
-¿Hasta donde vas?- me preguntó ni bien pasamos Moreno, sin apartarse de mí. 
-Hasta donde quieras- respondí sin apartarme de él. 
-¿Qué te parece si nos bajamos en la próxima?- me sugirió. 
-Me parece bien- asentí totalmente entregada, sin una sombra de duda. 
Nos bajamos en Independencia. Ni sabía en donde estaba, ya había perdido toda noción de espacio y lugar. Estaba con una calentura tal que en ese momento solo mi concha era la única que pensaba. Al verme totalmente regalada, el tipo puso un brazo sobre mis hombros y me llevo fuera de la estación como si fuéramos novios… y eso que ni siquiera sabíamos como nos llamábamos. 
Salimos del lado de la UADE. Caminamos unos metros y como si fuera cosa del destino a una cuadra alcanzamos a divisar un albergue transitorio. Hacia allá fuimos. O mejor dicho, hacia allá me llevó, siempre con su brazo sobre mis hombros, reteniéndome contra él, como temiendo que me escapara. Aunque escaparme era lo último que me pasaba por la cabeza. 
-¿Te gustó la apoyada mamita?- me preguntó mientras nos acercábamos a nuestro destino. 
-¡Me encantó!- le aseguré. 
-Uh, no sabés como te voy a coger… se te van a paspar los gajos de tanto que te voy a dar- me dijo intimidante. 
-Eso es lo que quiero- le dije evidenciando en cada palabra las ganas que tenía. 
-¿Me vas a cobrar por esto?- me preguntó antes de entrar. 
-Debería, esto no se consigue gratis- respondí. 
-¿Cuánto?- quiso saber. 
-Con que pagues el telo es suficiente- repuse. 
Debería haber ganado algo de plata, que mal no me venía, pero como dije antes, no estaba en el pleno uso de mis facultades. Así que entramos al telo, pagó la habitación y mientras transitábamos juntos el pasillo me fue acariciando el culo. Ya tenía esa parte de mi cuerpo especialmente sensibilizada, así que ni bien entramos al cuarto me lancé a sus brazos y le comí la boca en una forma por demás efusiva. Jugamos con las lenguas por un buen rato mientras nuestras manos seguían recorriendo libremente el cuerpo del otro, sin detenerse, adentrándose cada vez más en las partes más íntimas y sensibles. 
-Quiero que me la chupes- me dijo, estando todavía ahí, en medio de la habitación, los dos parados, frotándonos el uno contra el otro. 
Un último beso y me derrumbé de rodillas ante él, quedando frente a frente con su abultada entrepierna. Allí estaba lo que tanto me había seducido, lo que me había hecho enloquecer, lo que se había transformado solo por el tacto apenas en el instrumento de mi perdición. Desabroché todo lo que había que desabrochar y pelé una pija de magníficas proporciones, una verdadera obra de arte… ya sé lo que me van a decir, que me gustan todas… y es cierto… jajaja, pero de verdad que la pija de este tipo era algo impresionante. Me gustó tanto que ni siquiera me demoré con besitos o lamiditas, me la comí de una, llenándome la boca con un buen trozo de ese bocado de excepción. Tras un rato se echó hacia atrás y se sentó en el borde de la cama, aproveche esa breve pausa para desnudarme y echarme en el suelo, entre sus piernas bien abiertas, con ese falo inmenso palpitando frente a mí. De nuevo lo agarré por la base, firmemente, y me lo volví a comer, chupándolo con agresiva fruición, saboreando cada pedazo, sintiéndolo palpitar intensamente en mi garganta de tan adentro que me lo metía. Aunque chupar es lo que más me gusta, mi boca necesitaba de un respiro, ya me dolía la quijada de tanto mamar, así que me saqué la pija de la boca y la puse entre mis tetas, apreté las tetas en torno a ella y comencé a pajearlo con mi presión mamaria… jajaja. Entre tanta carne el glande sobresalía de rato en rato todo hinchado y amoratado. El tipo gemía como si se le fuera la vida en ello, y como bien saben eso me incentiva mucho más todavía, el sentir que todo mi esfuerzo rinde sus frutos, así que le liberé la pija de la presión de mis gomas y me la volví a comer, chupándosela con entusiasmo y devoción. 
-Veni mamita… subite… dale que te la quiero meter…- me urgió levantando la cabeza y mirándome con la mirada cargada de morbo y excitación. 
Le termine de sacar el pantalón y el calzoncillo sin dejar de contemplar en ningún momento ese monumento a la verga que le palpitaba en el medio del cuerpo. Le puse un forro y me le subí encima. El momento previo fue tan excitante o más que la misma penetración, ir acomodándome sobre esa enormidad, sentirla apoyándose en mis partes íntimas, tanteando el terreno, abriéndome apenas los gajos para humedecer la punta en mis jugos lubricantes. Traté de mantenerme ahí, prolongando tan delicioso momento, pero él no me dejo, ya que empujo hacia arriba y me la metió casi hasta por la mitad. Un suspiro escapó de entre mis labios al sentir la estocada… el resto fue cosa mía, dejándome caer y devorándomela casi hasta las bolas. Me quede un momento ahí, meciéndome plácidamente, sintiéndolo palpitar en mi interior, sintiendo la forma de su verga ceñirse adecuadamente a la estrechez de mi conchita… y ahí mismo empecé a moverme despacito, sin apurarme, disfrutando cada metida, cada sacada, cada pedazo, aumentando el ritmo luego de un rato, siempre de a poco, dejando que esa tremenda verga intimara al máximo con mi parte más sensible. 
-¡Que pedazo de yegua!- exclamaba el tipo empujando desde abajo y amasándome las tetas en una forma brusca aunque placentera. 
Yo no podía ni hablar, si abría la boca solo salían una serie de gemidos y onomatopeyas que expresaban claramente todo lo que sentía en ese momento. Me dolían terriblemente los pezones de tan duros que los tenía, y encima él me los pellizcaba y retorcía, disfrutando esa turgencia que se hacia cada vez más notoria. Luego de un rato de estar subiendo y bajando, mi piernas acusaron el desgaste por lo que me derrumbé de espalda a un lado, entre suspiros y jadeos, sin darme tiempo a nada, se me subió encima, por entre mis piernas y me la clavó de un solo empujón. Me la metió toda haciendo repercutir esa estocada en todo mi cerebro. 
-¡Ahhhhhhhh…!- me estremecí al sentirla, abriéndome bien para recibirlo, sintiendo como la pija se clavaba en lo más profundo de mi ser. 
Nos besamos con las lenguas mientras empezaba a meter y sacar todo ese impresionante chotazo que se deslizaba fluidamente por todo mi interior, quemándome, incitándome, obnubilando mis sentidos, pese al látex la sentía caliente, dura, venosa, palpitante, la sentía en todo su esplendor, furiosa, dominante, llenando con su brutal volumen cada rincón, cada espacio disponible… 
-¡Ahhhhh… siiiiiii… asi… ahhhhhhhh… cogeme… toda… dámela toda…!- le pedía entre agónicos jadeos, entregándome por completo y sin reservas a tan delicioso ultraje. 
Me encantaba el ritmo que llevaba, ni muy fuerte ni muy despacio, aunque alternándolo por momentos, metiendo siempre todo lo que tenía, hasta las bolas, hasta que sus pelos se enredaban con los poquitos míos… hacía algunos días que no me depilaba, por lo que ya había comenzado a crecerme una matita de rulos. 
-¡Que pendeja divina… como te abrís toda… te gusta ¿no?... te gusta mi verga…!- 
-¡Me encanta!- asentía yo siempre ronca y jadeante –No dejes de dármela… así… toda… toda… ahhhhhhh…- 
Empezó a darme más duro entonces, lo que le decía parecía estimularlo, de modo que se incorporó levemente, cruzo una de mis piernas sobre la suya y poniéndose prácticamente de rodillas aceleró todo lo que pudo… ahora sí empezó a darme como más me gusta, a full, salpicando con cada pijazo todo el flujo que me salía de adentro. En una de esas, de tan fuerte y rápido que me la metía, la pija se sale y se clava entre los cachetes de mi cola. Al sentirla mi culito reaccionó en la forma esperada, abriéndose, de modo que el tipo decidió de inmediato cambiar de objetivo. Avanzó un poco y se ensartó en la puerta de mi ojete. De tan abierto que lo tengo prácticamente no necesito lubricación… la mayoría de las veces, pero en ese momento la pija estaba tan dura y gorda que le pedí que me lo trabajara un poco antes, y además, para qué negarlo, me encanta cuándo me meten los deditos. 
Sabiendo muy bien lo que hacía, el apoyador del subte me puso de costado y procedió a dilatarme el esfínter primero con uno, luego con dos y finalmente con tres dedos, dándoles vueltas y vueltas adentro, haciendo que mi agujero se abriera en una forma más que propicia para recibir todo su mazacote de carne. Me apoyó entonces la punta y comenzó a empujar. Mi culito se abrió sin problemas para recibirlo… 
-…ahhhhh… ahhhhh… ahhhhh…- empecé a gemir mientras lo sentía avanzar por mi puertita de atrás. 
… ya lo tenía casi todo adentro, podía sentirlo, más gorda a partir de la mitad y hacia la base… 
-… ahhhhh… ahhhhh… ahhhhh…- mis gemidos se intensificaban con cada pedazo de pija. 
Cuándo estuvo todo adentro, se quedo quieto un momento, dejando que mi conducto anal se amoldara a su prominente volumen y entonces comenzó a moverse, primero sacando apenas una porción, luego dejando solo la cabeza adentro, aumentando de a poco el ritmo, al cabo de un rato ya me entraba toda y sin problemas, así de gorda como era, me la enterraba hasta los huevos, entrando y saliendo en toda su gloriosa extensión. Mientras él me rompía bien el culo en esa forma tan deliciosa, yo me metía los dedos en la concha, para no dejarla abandonada, acariciándome fuertemente el clítoris que ya estaba de un tamaño impresionante. No sé cuánto habrá durado esa culeada, pero estuvo espectacular, solo me acuerdo que en cierto momento me la sacó de prepo, se arrancó de un tirón el preservativo y volviéndome a poner boca arriba me acabo sobre las gomas. Yo todavía estaba con una mano metida en mi entrepierna, por lo que tuve que usar la otra para esparcir el semen por sobre mis globos, untándome los pezones con la leche del tipo que me apoyo en el subte. 
Nos quedamos un momento ahí, suspirando, regocijándonos en el placer que sentíamos. Entonces me levanté y sintiendo como la leche se derramaba por todo mi cuerpo, fui al baño… o mejor dicho, eso intenté hacer, porque antes de que pudiera entrar, el tipo se levantó como un rayo de la cama, me agarró de los brazos y me estampó de cara contra uno de los espejos de la pared. 
-¿Te gustó la apoyada mamita, te volvió loca?- me preguntó susurrándome al oído mientras me hacía sentir entre las nalgas una dureza exquisita. 
-¡Si… me encantó!- asentí entre suspiros, deslizando una mano por entre nuestros cuerpos para tocársela: estaba de nuevo al palo, dura, venosa, palpitante, en llamas prácticamente. 
Se situó bien de tras de mí, me separó las nalgas y acomodó la punta de la pija en la entrada de mi culito. Esta vez no necesitó empujar, mi culo lo absorbió, llevándolo hacia los confines de su intimidad… 
-¡Puta culo roto…!- me susurró mientras metía el resto y comenzaba a bombearme con frenesí, como si no me la hubiera metido antes. 
Estaba sin forro, ya lo sé, pero en determinadas circunstancias la calentura es tal que perdemos hasta la capacidad de razonar. Además esta nueva sesión no podía durar mucho, lo sentía demasiado excitado, muy duro y prominente como para que se dilatara en exceso el final… y hablando de dilatar… mi culito se abría y cerraba en torno a ese tubo de carne que entraba y salía como si fuera el Amo y Señor de ese mundo, como si tuviera las llaves de ese Reino que era mi ojete y que él se había empecinado en dominar. Una última clavada y sentí el fuego en mi interior, quemándome los intestinos, y cuándo me la saco, el ruido de un pedo de aire y la leche derramándose por mis muslos. Ahora si, corrí al baño, directamente al inodoro, a evacuar todo eso que pulsaba por salir de mi interior. 
Salí del telo en estado de shock, aún impactada por esas vibrantes sensaciones que hacían de mi cuerpo un manojo de temblores. El tipo, el de la apoyada, me acompaño hasta el subte. Tomé el primer tren que paso sin saber hacia donde iba. A modo de despedida, en el andén y a la vista de todos, el tipo me pegó una fuerte palmada en la cola. No sentí vergüenza ni nada, después de lo que me había hecho estaba en su derecho. 
Al rato desperté de mi letargo y me baje del subte. Llegue a casa, me di una ducha y me acosté a dormir… al rato siento algo húmedo entre mis nalgas… me fijo y era la leche del tipo que seguía saliéndome del orto… ni me molesté en limpiarme… apague la luz, me tape y dormí como un angelito… o “diablita”, mejor dicho…

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