Vicente (2º Parte)


Dos semanas pasaron hasta que volví a ver a Vicente… dos largas semanas. Generalmente no me pasa que luego de estar con alguien tenga ganas de verlo de nuevo. Me gusta el sexo casual y anónimo, sin ataduras, sin compromisos, contadas son las excepciones en que tuve la imperiosa necesidad de repetir el plato: Jorgito, Bruno, el policía, son algunos de ellos, y ahora… Vicente. De solo verlo me dan unas ganas locas de irme a la cama con él, pero no a coger como dos desquiciados, sino a hacer el amor, como lo hicimos esa tarde, luego de la calentura inicial, ya más relajados y confiando el uno en el otro. Lo extraño de este sentimiento es que no se trata de un hombre terriblemente atractivo, ni siquiera lo es medianamente, y hasta para algunas mujeres puede resultar hasta feo, incluso algunas de mis compañeras lo consideran un pesado, y estoy segura de que dudarían de mi cordura si supieran que estuve con él. Pero para mí es todo lo contrario, no sé cómo explicarlo, no se trata de una simple calentura, calentura es cuando me dan ganas de estar con un tipo, cojo con ese tipo y ya está, ya fue, si te he visto no me acuerdo, pero con Vicente es diferente. Empezó como cualquier otra calentura, pero en mi caso se extendía aún más allá, con decirles que después de estar con él no tuve ganas de estar con nadie más, solo pensaba en él y en el momento en que pudiéramos volver a estar juntos. Tampoco creo que me este enamorando, lo conozco poco para llegar a ese extremo, lo que sí creo es que nuestra sexualidad se complementa perfectamente la una a la otra. Los seres humanos somos antes que materia, energía, y tanto la suya como la mía están predestinadas a fusionarse. 
Esta tarde cuando llegó a la oficina y saludó a todas en general, se me aceleró el corazón. Sé que yo misma le pedí que fuera discreto, pero me ponía celosa verlo hablar con las otras mientras a mí me ignoraba. Esa actitud suya me hacía desearlo mucho más todavía. Aunque yo estaba desocupada, eligió a una de mis compañeras para hacer el seguro del nuevo taxi que se había comprado. Cuando ya estaba por irse, agarre unos volantes de los estantes que tengo tras de mí, anoté algo en el dorso de uno de ellos y se los di. 
-Tome, le puede hacer falta, le recomiendo que los lea atentamente y felicidades por su nueva unidad- le dije. 
-Gracias- me respondió con una sonrisa y se fue. 
Al rato recibo un mensaje suyo al celular, solo una palabra: ¡Ok! En el dorso del volante le había puesto: “Esperame en la esquina de Potosí y Acuña Figueroa, salgo las seis”. El encuentro ya estaba pactado. Salí del trabajo y me tome un taxi. 
-Rápido por favor- le dije al chofer al darle la dirección. No daba más de la excitación que tenía. Me baje del taxi y me subí al de Vicente, prácticamente sin escalas, y antes de que pudiera saludarme siquiera, me colgué de su cuello y le comí la boca en una forma por demás apasionada. 
-Tenía ganas de verte- le digo al desprenderme de sus labios. 
-Yo también- me dice. 
-No parece- le recrimino haciendo pucheritos -Ni un mensaje, nada, y hoy me ignoraste por completo- 
-En eso quedamos, ¿no? Absoluta discreción, no quiero traerte problemas- me recordó. 
-Tenés razón, mejor así- coincido -Pero ahora estamos los dos solos y quiero que me hagas el amor- 
-¡Jaja!- se rió –Así que la señora quiere hacer el amor- 
-Sí- asentí. 
-Entonces vamos a hacer el amor, pero antes quisiera darme un gustito- me dice. 
-¿Qué gustito?- le pregunto. 
-Nunca me hicieron sexo oral en un auto- confiesa. 
Me causa gracia la expresión “sexo oral”, así que lo corrijo: 
-¿Nunca te la chuparon en un auto?, pero señor, eso se arregla muy fácil, el servicio personalizado de su Compañía de Seguros se ocupa de todo- le dije, volviéndolo a besar a la vez que deslizaba una mano por encima de su entrepierna. 
Ya se estaba armando, por lo visto mis besos y la perspectiva de una mamada en plena calle lo estaban estimulando. Avanza hacia un pasaje que está más adelante, deteniéndose a la mitad del mismo. Le baje el cierre del pantalón y metí la mano adentro, palpando por encima del slip la dureza que ya se estaba forjando. 
-¿Me la vas a chupar?- me pregunta entre suspiros. 
Sabe que voy a hacerlo, que se la voy a chupar, pero quiere oírlo de mis labios. 
-Me la voy a comer toda- le aseguro. 
-Decime… decime que me la vas a chupar- insiste. 
-Te voy a chupar la pija mi amor, te la voy a recontra chupar- al oír esto, echó la cabeza hacia atrás y soltó un jadeo. 
La pija se le puso mucho más dura entonces. Se la saque afuera y me incliné sobre ella, feliz y ansiosa por este tan anhelado reencuentro. Empecé besando y lamiendo la cabeza, saboreando las perladas gotitas que ya habían comenzado a fluir profusamente. Incluso la parte interna del slip que cobija tan preciado atributo, estaba manchada con esa misma humedad, mancha que también chupé y degusté, como si del más suntuoso banquete se tratara. Recordemos que Vicente es taxista y está casi todo el día manejando su taxi, por lo que el olor a bolas que emanaba era por demás intenso. No quiero pecar de escatológica, pero me encanta ese olor, olor macho, a virilidad, a lujuria… si van a coger conmigo, no se bañen antes, por favor, cójanme así, con el olor a huevo explotándome en la cara y embriagándome con sus fragantes sensaciones. 
Tras lamérsela toda, y pintarle con saliva los huevos y todo el contorno, me la metí en la boca, iniciando de inmediato una intensa y enérgica succión. La pija de Vicente no es larga, ni tampoco demasiado gorda, aunque sí cabezona, pese a lo cual me la comía toda, llegando a rozarle los pelitos del pubis con los labios.
-¡Ahhhh… que boquita… lo que me hacés no tiene nombre!- exclama complacido. 
-Si tiene- le digo sacándome la pija de la boca por un instante –Se llama pete, te estoy haciendo un pete- y me la vuelvo a comer con más voracidad que antes. 
Vicente se ríe con mis palabras, pero sigue suspirando, entregándome su atributo más importante para que me despache a gusto con él. Con sus manos empieza a acariciarme primero la cabeza, luego la espalda, para recalar finalmente en mis pechos, los que se dedica a amasar y presionar con encendido frenesí. Como no la tiene demasiado larga, no puedo agarrársela por la base y pajearlo al mismo tiempo que lo chupo, por lo que se la agarro por los huevos, a los que siento palpitar y calentarse en esa forma que revela una furiosa excitación. Por haber estado juntos antes, sé que es capaz de volver a estar en forma después de acabar, por lo que decido seguir hasta el final. Quería que su primera mamada dentro de un auto fuese realmente inolvidable. Y así lo fue… cuando sentí los primeros estremecimientos del orgasmo que se acercaba, aceleré el chupeteo. No sé si él pensaba que sería capaz de ir hasta lo último, ya me había acabado adentro, así que tragar su semen no sería muy distinto. Lo único que escuchaba eran sus exclamaciones de placer, cada vez más intensas a medida que se acercaba el momento. Unas cuantas mamadas más y… los primeros lechazos me golpean la garganta, parece una *** fuera de control, pero pese a la cuantiosa descarga, no se la suelto, me mantengo bien aferrada a ese pulsante surtidor de placer, conteniendo en mi boca todo lo que le exprimo de los huevos. Cuando ya parece haber soltado toda su carga, le suelto la pija, levanto la cara hacia él, y abriendo la boca le muestro su leche formando una espesa laguna en mi paladar. Me la trago y le sonrío, relamiéndome plácidamente. Me siento toda una estrella porno en ese momento. 
-¿Te gustó?- alcanza a balbucear. 
-¡Mmm… me encanta tu leche!- le digo. 
Luego del pete, me incorporo y me como un caramelito de menta, mientras él se guarda la pija, se abrocha el pantalón y se pone en marcha. En apenas unos minutos llegamos a su pensión, tan excitados como al principio. Hacemos el amor en las poses más variadas, todas de frente, mirándonos a los ojos, besándonos con pasión mientras nuestros sexos vuelven a complementarse en esa forma que me resulta tan plena y satisfactoria. Cada clavada es un flechazo al corazón, la consumación plena y absoluta de algo que trasciende lo meramente sexual. Vicente no será un superdotado ni un potro en la cama, pero lo siento de una forma como pocas veces sentí antes. No se trata de un polvo más de otra metida de cuernos, la infidelidad ya se transformó en un hábito para mí, por eso me doy cuenta que mi relación con Vicente es mucho más que eso. Coger, cojo con cualquier, con él hago el amor…y hacer el amor se había convertido últimamente en mi hobby preferido, con Vicente, claro. 
El pobre trata de seguirme el tren, y lo consigue, eh, pero a veces el ajetreo es demasiado y cae extenuado, aún antes de acabar. Y yo que siempre le pido más, más y más… soy una desalmada… jaja. Entonces ahí es cuando yo tomo las riendas del asunto, y me lo cojo yo a él. De cuclillas sobre su cuerpo, me impulso arriba y abajo, clavándome una y otra vez esa hermosa poronga que en tan poco tiempo se ha convertido en parte de mi propio cuerpo. Mis pechos bailotean frente a su rostro, al ritmo de la entusiasta cabalgata con la que me dispongo a arrancarle hasta la última gota de leche. Mis ojos están abiertos, me gusta verlo gozar, disfrutar de mi cuerpo, de mi sexo, de mi todo. En ese momento me siento tan suya como no lo fui nunca de nadie, ni de mi tío ni de mi marido. Desearía estar por siempre sentada ahí, en mi trono natural, unida a él y solo a él, en la forma más plena e íntima en que pueden estarlo un hombre y una mujer. Adivino en sus gestos la inminencia del orgasmo, yo ya gocé antes pero quiero volver a acabar con él para fundirnos ambos en ese goce supremo que supera ampliamente cualquier expectativa previa que haya podido tener. Siempre de cuclillas, las manos en su pecho para afirmarme mejor, acelero mis movimientos en busca de ese placer prometido, sus gemidos al igual que los míos se intensifican, las palpitaciones se aceleran, la piel se enrojece, los ojos se inyectan de adrenalina… subo y bajo, subo y bajo, no me puedo detener, me deslizo con todas mis ansias sobre esa pija que me vuelve loca, que me tiene a su merced, me la clavo hasta donde me entra y me refriego contra el mullido y esponjoso colchón de pelos (sobre el cual chorrea mi flujo) que recibe cada una de mis acometidas, me golpeo una y otra vez contra esos huevos llenos y entumecidos de placer hasta que estallo en un potente y agónico grito: 
-¡¡¡Ahhhhhh…!!! ¡¡¡Vicente…!!!- 
Él estalla conmigo llenándome la concha con un lechazo tras otro, acabándome en lugares de los que hasta entonces no tenía conocimiento. En éxtasis caigo sobre su pecho, desarmada, sensible, voluble… no soy una mujer exageradamente religiosa, pero es en ese momento que me siento más cercana a Dios. 
Vicente me acaricia con dulzura el pelo, como peinándomelo, conteniéndome entre sus brazos, y yo cierro mis piernas en torno a su cuerpo, apretándolas, para no dejarlo escapar. Me siento llena, completa, rebosante de dicha y felicidad. Y aunque ya obtuve mi dosis necesaria de placer, le imploro al Cielo (o a quién sea) que ese momento no se termine nunca. Aún soñolienta por el reciente orgasmo, levanto la cara, lo miro y con toda la sinceridad del mundo, le digo: 
-No me canso de coger con vos- 
-Yo tampoco me canso de cogerte- me dice, aunque enseguida aclara: -Bueno, un poco sí, es que nunca cogí tanto en mi vida, ni cuando era pendejo, eh- 
-Me encanta ser yo la que te haga coger tanto- le digo. 
Nos besamos, permaneciendo aún abrochados, ya que no quería desperdiciar ni una gota del preciado líquido que se seguía derramando en mi interior. Cuando ya no hubo más, muy a mi pesar, me levante, provocando al hacerlo que mi conchita emita un ruidito como cuando se destapa algo, claro que más suave y apagado. 
-¿Viste? Ella también protesta por tener que salirse- le digo a Vicente. 
Y ahí, de nuevo en cuclillas sobre él, siento que se me viene un torrente mezcla de flujo con semen que le moja los huevos, la pija y parte del vientre y el pubis. En ese momento suena mi celular, por el tono advierto que se trata de mi suegra. Miro la hora y casi me da un ataque, hacia ya un buen rato que tendría que estar en casa amamantando a Rodrigo. La magia del romance finalmente se diluye. Con la concha chorreándome esa especie de caldo sexual, me levanto y atiendo. Le pido disculpas, arguyendo alguna falsa emergencia en el trabajo. Me enjuago en el baño, me pongo una toallita íntima, me visto, me arreglo a las apuradas, y tirándole un beso desde la puerta le prometo volver al día siguiente. Es entonces que me dice: 
-Me gustaría pasar una noche entera con vos, y que no tuvieras que irte corriendo- 
Me lo quedo mirando. Lo desea en serio. Y entonces me doy cuenta que yo también. 
-Después hablamos- le digo y me voy, sabiendo muy bien que lejos de concluir, nuestra historia recién está comenzando. 

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