Tengo ganitas


Alberto está desesperado, se toma de la cabeza con ambas manos, mira los papeles sobre la mesa. 
-las cuentas no me dan, ¡la puta madre!- exclama por lo bajo 
Carla sale del baño, acaba de darse una ducha caliente, su diminuta tanga infalible y una larga remera que usa de camisón son su vestimenta. 
-Amor, ¿vamos a la cama?, ¡tengo ganitas!- invita a su marido 
-no, pará, ¡que no me dan las cuentas!- responde él 
-bueno, mañana seguís, anoche tampoco lo hicimos- ruega ella mientras se acerca 
-¡que mañana ni mañana!, tengo que devolverle al turco la guita que le pedí, sino me va a hacer mierda- continúa Alberto. 
El turco es el prestamista de la zona, un tipo implacable a la hora de cobrar, no duda en usar cualquier método para hacerlo. Morboso y extremadamente egoísta. Una característica de él es que es muy cuidadoso con su persona, anda siempre bien vestido y haciendo gala del dinero y el poder que posee, lo que se traduce en que no deja de atraer alguna mirada femenina. 
Carla lo conoce y sabe de lo que el turco es capaz. 
-bueno amor, entonces me voy solita a la cama- dice ella bastante desilusionada 
Rápidamente se queda dormida, resignada a esperar un día más en el mejor de los casos para sacarse esas “ganitas”. 
De pronto algo despierta a Carla, una ruda conversación que llega desde el comedor. 
-¿Cómo que no tenés para pagarme?- dice alguien 
Carla se levanta de la cama, rápidamente se coloca la bata y en puntas de pie se acerca para escuchar mejor. Se coloca en el pasillo, cerca de donde están hablando para escuchar mejor. 
-yo no hago beneficencia, ¿sabés?- dice la misma voz 
A continuación se escucha un fuerte cachetazo, lo que hace que Carla salga de su improvisado escondite. 
-¿Qué está pasando acá?- pregunta ella algo alarmada 
Mira a Alberto, que muestra sobre su rostro una marca enrojecida, prueba de la cachetada que acaba de recibir. A ambos lados de él dos grandotes lo sostienen, a corta distancia El turco abre y cierra su mano, señal de que fue él quien dio la bofetada. 
-¿le parece que estas son horas de venir a molestar a mi casa?- interroga ella 
-es la hora en que es seguro encontrar a su marido, pero ya veo que él no va a cumplir su compromiso, por lo que vamos a tener que darle una lección. 
El Turco cierra su puño, toma distancia para propinar un nuevo golpe a Alberto. 
-¡no!, por favor, vamos a pagarle- exclama Carla 
-¡Quien me va a pagar?- pregunta el turco 
-yo, pero por favor no le haga nada a él- ruega ella 
-¿y qué harías para pagarme?- El turco se aleja de Alberto, su mirada recorre lascivamente desde los pies desnudos de Carla hacia arriba. Aunque la larga bata la cubre enteramente, ella se siente totalmente desnuda ante los extraños intrusos. 
-lo que sea necesario- repone ella mientras desata el cordón de su bata. 
-Ahh bueno, la cosa comienza a ponerse interesante- ríe el turco a la par de sus matones. 
Carla deja caer la bata, sus piernas se exhiben en todo su esplendor, su rostro decidido contrasta el temor que cubre a su marido. El turco se acerca a ella un poco más. 
-¿de verdad harías esto por él?- pregunta el turco. 
Carla sonríe, debe mostrar toda su sensualidad si quiere conseguir lo que desea. Por un lado ayudar a su marido, que en silencio y temeroso asiste a la entrega de su esposa, por otro lado, satisfacer la imprevista y poderosa calentura que la ha invadido. 
-¿querés ver de que soy capaz?- mientras habla Carla extiende su mano hacia adelante, busca y encuentra la verga del turco que ya le abulta el fino pantalón de vestir. 
El turco sonríe, finge tener el control, pero no puede ni quiere oponerse a ella. 
Carla busca el cierre del pantalón, lentamente lo baja mientras introduce su mano. La sonrisa de ella se amplía por la admiración que le produce el tremendo tamaño de la verga que sus dedos ya acarician. Extrae la verga, lo tiene todo largo, ancho y hasta las gruesas venas que la recorren se le ocurren extremadamente masculinas. Se arrodilla y acerca su rostro, la verga es tremenda, por lo que rápidamente la cubre con sus labios. 
 
La siente caliente y dura y no puede evitar la tentación de darle una suave mordida. Luego la recorre con su lengua, desde la cabeza de la verga baja hacia los huevos, que son recorridos de igual forma. 
-¿te gusta?, puedo parar si querés- interroga ella 
-vení, yo te voy a decir lo que quiero- dice el turco mientras la hace incorporarse. 
El pantalón cae al suelo, rápidamente el turco se deshace de él. Hace girar a Carla y se coloca detrás de ella. Carla siente ahora la gruesa verga entre sus nalgas mientras el turco busca el borde inferior de su remera, tira hacia arriba mientras ella eleva los brazos. Las tetas de Carla se revelan y rápidamente son cubiertas por las manos del turco, que las amasa con fuerza. 
Carla mira a Alberto, su rostro sigue temeroso, cobardemente no emite sonido alguno. Ella sonríe, le gusta que un macho la manosee como lo hace el turco. 
-tu esposa sí que sabe pagar- exclama el turco 
Una mano baja por el abdomen y se sumerge impune por debajo de la tanga de Carla, que cierra un poco sus piernas mientras hace sus caderas hacia atrás. No porque quiera impedir el acceso, por el contrario, quiere sentir las manos del turco no solamente contra su raja, sino también entre sus piernas, mientras que sus nalgas se aplastan contra él. La enorme verga ataca sus glúteos insistentemente. 
Pero el turco quiere más, la vuelca sobre la mesa y ella apoya sus codos sobre la tabla, mientras deja que él le abra un tanto las piernas. Carla siente como su tanga es bajada, mira por sobre su hombro hacia atrás. La mano masculina incursiona entre sus piernas, velozmente comienza a acariciarle la concha, busca el clítoris y comienza a masajearlo. Ella cierra sus ojos, el placer es inmediato. El turco muestra una extraordinaria habilidad para masturbarla. Quizás por la calentura previa de ella, o quizás por las acciones del turco, Carla comienza a ser presa de un poderoso orgasmo. 
Su boca exhala con potencia, sus ojos se cierran con fuerza. 
-vas acabar para mí- ordena el turco 
-si, siiiii- responde ella 
Las contracciones son continuas y enérgicas. Carla no puede evitar llevar su mano también a su concha, ahora es ella misma la que se estimula mientras el turco comienza a rozarla con su verga allí mismo. El orgasmo es enloquecedor, ella gime repetidamente mientras entrega su primer clímax. Pero nada termina allí, aún mientras ella todavía se estremece el turco la hace girar, y la sienta sobre la mesa. Ella se abraza a él a la vez que él la penetra. Con furia y sin misericordia la gruesa verga se introduce. 
-ayyyy, que gorda la tenés- se queja ella mientras arquea un poco su espalda. 
El macho comienza a moverse, la coge violentamente mientras ella se sostiene de él para no perderlo. El grueso pistón de carne entra y sale de ella a voluntad. 
 
Por un instante ella mira a Alberto, que con ojos incrédulos parece increparla, pero no es capaz de emitir palabra. 
El turco la besa, ella responde con pasión. El beso se torna enloquecedor, las bocas de ambos parecen comenzar una lucha cuerpo a cuerpo. Las lenguas se entrelazan una y otra vez. El turco gime, las arremetidas son cada vez más violentas. 
-te voy a llenar de leche- le dice el turco 
-dámela toda, dame toda le leche que tenés- completa ella 
Los graves gemidos de él inundan la sala mientras ella se aprieta contra él. Quiere sentir esa pija completamente adentro, quiere más, necesita otro orgasmo mientras el semen comienza a desbordar su concha. 
El turco deja que ella apoye su espalda en la mesa, ahora le toma las piernas y las coloca sobre sus hombros. Esa es una posición nueva para ella, que expectante espera que él actúe. 
La lasciva mirada del prestamista la domina, el turco busca sus nalgas y las abre. El suave culo de Carla acepta la invasión, lenta y sin pausa de la verga. Es gruesa y está dura, pero entra suavemente. 
-te voy a hacer la colita- le dice él 
Ella sonríe por toda respuesta, las palabras están de más. El dolor se hace presente, pero se mezcla con el absoluto placer. 
Él comienza a moverse, muy lento pero llega hasta el fondo de su verga. 
 
-la tenés adentro, toda- dice él mientras se queda inmóvil un instante. 
Ella contrae su ano, siente perfectamente cada milímetro de pija. Ahora los movimientos son forzosos, pero muy placenteros. 
Nuevamente el orgasmo, nuevamente el placer que la cubre. Las piernas de ella atenazan el cuello del turco que la penetra una y otra vez. 
-¡me vas a partir!, partime el culo- exclama ella 
-siiii, te lo voy a partir en dos, tu culo es mío- dice él 
-si, es tuyo, es tuyo, es tuyo- repite ella 
-¡Carla!, ¡Carlaaaa!- grita Alberto 
-pará un poco, voy a acabar- exclama ella 
-Carlaaaaa, para un poco- repite Alberto mientras la zarandea insistentemente 
-¡no puedo parar!, te juro que no puedo, este hijo de puta me va a hacer acabar- dice ella 
-Carla, despertate por favor- grita Alberto 
Carla abre sus ojos, era todo un sueño, un hermoso y caliente sueño. 
-¿Quién te iba a hacer acabar?- pregunta él. 
Carla sabe que si responde la verdad va a tener que explicar un montón de cosas. Por unos segundos su mente se debate entre los restos del sueño y la búsqueda de una respuesta acorde. 
-vos amor, estaba soñando con vos- ensaya ella 
-dijiste bien clarito: “este hijo de puta me va a hacer acabar”- interroga Alberto. 
-eras vos amor y este hijo de puta era…un consolador- responde ella. 
Alberto no le cree, pero finge que sí. 
-volvamos a dormir, mañana tengo que laburar- concluye él 
-bueno amor, hasta mañana- responde Carla mientras le da la espalda. 
Sus ojos están abiertos, pero su mente intenta revivir el sueño. 

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