Vicente

No me dicen cual es el problema, pero se trata de algo meramente burocrático. A la tarde viene Vicente a preguntar que pasaba, vuelvo a hablar con “Siniestros” y nada. 
-Todavía no tienen el informe final- trato de zafar. 
-¿Y con eso que hago?- replica de muy mal humor, y entonces agrega –No, si lo único que me queda es pegarme un tiro- se levanta y se van con el semblante desencajado. 
Imagínense como me quede. Enseguida fui a ver a Irene, mi jefa de sección, y le pedí que hablara hasta con el mismo Presidente de la Compañía si era necesario, pero que por favor me resolviera el tema. Una hora y media después recibo un mail por correo interno con el asunto: “Siniestro Vicente…. Todo OK”. En el texto del mensaje me informaban que el socio podía pasar a buscar su cheque en el transcurso de las siguientes 48 horas hábiles. Trate de comunicarme enseguida con el socio, pero tenía el celular apagado. Solo me había dejado ese número y la dirección de la pensión en la que estaba viviendo luego de que le quitaron la casa. A la tarde y luego de haber intentado varias veces en vano comunicarme con él, anoté su dirección y al salir del trabajo fui para allá. Me tome un taxi, para llegar lo más rápido posible, y no demorarme en volver a mi casa. Cuando llegue a la pensión, la mujer que me atendió me dijo que no lo había visto en todo el día. Ahí mi corazón dio un vuelco, ¿y si había cumplido con lo que dijo, sobre pegarse un tiro? Le pedí permiso a la dueña de la pensión, o empleada, no sé, y subí hasta el segundo piso, que era donde estaba la habitación. Tuve que juntar coraje para golpear la puerta. Golpeé un par de veces y… ahí estaba, de lo más campante. Me atendió con una sonrisa y mate en mano, sorprendido de verme en el lugar. 
-¡Ufff! Por suerte está bien- suspiré aliviada. 
-¿Y porque no habría de estarlo?- quiso saber. 
-Bueno, es que… como se puso hoy en la oficina, lo de pegarse un tiro, pensé que…- 
-Disculpame si estuve un poco melodramático, pero es que la burocracia me enferma- 
-A eso venía, a decirle que ya no se tiene que seguir preocupando por la burocracia, su pago ya está aprobado y mañana mismo puede ir a retirar su cheque- le informé. 
-No sabía que atendían a domicilio- bromeó. 
-Es que no podía comunicarme a su celular, y como me quedaba de paso, vine- 
-Pero que torpe soy, perdoname, venís hasta acá y te hago esperar en la puerta, por favor, pasa- me invita. 
-No gracias, no es necesario, ya me voy- 
-Por favor, insisto, ya que viniste hasta acá no me vas a rechazar un mate, ¿no?- 
-Bueno, está bien, pero solo uno, ¿eh?- le advertí aceptando su convite. 
Entre a su habitación y me acomode en una silla, dejando la cartera colgada en el respaldo de la misma. Enseguida le cambió la yerba al mate y me convidó uno. 
-Agradezco realmente que te hayas tomado la molestia de venir hasta acá- me dice, sentándose frente a mí. 
-Por favor, no es nada, después de lo que tuvo que esperar- 
-Prometo hacerte un lindo regalo después de cobrar el cheque- me dice. 
-No es necesario- le digo. 
-A mí sí me parece necesario, no todas las que trabajan en esa Compañía son como vos- me insiste. 
-Trato de hacer mi trabajo- asiento, y fue en ese momento, al devolverle el mate, y producirse un leve roce entre nuestras manos, que se produjo una oleada afectuosa entre ambos, una sensación recíproca que ninguno pudo disimular. Nos miramos a los ojos y nos sonreímos. Pude haberme ido en ese mismo instante, después de todo, le había dicho que aceptaría un solo mate, solo uno, pero no fue así, me quede y seguí con la ronda. Hasta que pasó lo que me pasa siempre que tomo mate, me dieron ganas de orinar. 
-¿Me permite el baño?- le dije entonces. 
-Si, como no, es esa puerta de ahí- me indicó. 
Me levante, entre al baño y dejando la puerta entreabierta, simulando un descuido, camino dándole la espalda, me detengo frente al inodoro, me desabrocho el botón del pantalón, me bajo el cierre, me bajo el pantalón, luego la bombacha y dándome la media vuelta me siento en el inodoro. Al quedar de frente, lo veo a Vicente mirándome atentamente a través del resquicio que a propósito yo había dejado. Me hice la sorprendida y me sonreí. Él también se sonrió. Largué el chorro de pis, me limpié y me levanté, Vicente me seguía mirando. Me levanté la bombacha junto con el pantalón, y sin abrochármelo, volví con él. 
-Disculpe- dije haciéndome la boluda –No me di cuenta que la puerta estaba abierta- 
-No pasa nada, la verdad que fue un lindo espectáculo- expresó. 
-¿Le parece? ¿Una mujer meando?- inquirí. 
-Bueno, es que hay formas y formas de mear, y la tuya me pareció muy sexy- afirmó. 
-¡Jaja!- me reí –Primera vez que alguien piropea mi forma de hacer pis- 
-Eso es porque no te ven- 
-Bueno, la culpa de todo la tienen sus mates- le confié. 
-Tomá otro entonces- me dice tendiéndome uno recién cebado. 
-¡Jaja!- me volví a reír –Parece que quiere verme con los pantalones bajos- 
-Puede ser- asintió. 
-No tiene que llenarme de nuevo la vejiga para eso, solo… tiene que pedirlo- le dije. 
-¡Bajátelos!- me pidió y me los bajé, quedando solo en tanguita frente a él. 
-¡Mmmm… tenés unas piernas espectaculares!- exclamó. 
-¿Quiere que me acerque así las ve mejor?- le pregunté con voz de nena traviesa y sexy. 
-Dale- 
Con un movimiento del pie tiré el pantalón hacia un costado y me acerque, quedándome parada frente a él, las manos en la cintura y las piernas levemente abiertas. 
-¡Mmmm… que rico te huele la concha!- exclamó inhalando profundamente el aroma que emanaba desde el interior de mi tanguita. 
-Así me la pusiste… ¡mojadita!- le aseguré. 
Se acercó y empezó a pasarme la lengua por los costados de la tanga, luego me corrió la tirita de abajo, y deslizó un dedo por sobre mis labios vaginales, untando el acaramelado flujo que colgaba de ellos, lo llevo a su boca y lo chupó con avidez. Volvió a dirigir su dedo hacia esa zona tan candente de mi cuerpo, y me lo metió adentro, explorando todo mi interior, para luego sacarlo casi hasta la yema y volver a meterlo, así varias veces, cogiéndome prácticamente con el índice de su mano derecha. Me trabajaba la concha con el dedo y la lengua, dándome algunas mordiditas aquí y allá, aunque las que le aplicaba a mi clítoris eran las que más me exaltaban. Ya en pleno delirio, me baje la bombacha y agarrándole la cabeza con las dos manos, me restregué la concha por toda su cara. Cuando me aparte un poco, unos hilitos de flujo pendían entre mis labios (vaginales) y los suyos. 
-¡Que rica estás!- me decía mientras me chupaba, lamía y mordía a discreción. 
Estirando una mano le toque el bulto de la entrepierna, aquello ya prometía una dureza y erección encomiable. Me acomodé de rodillas delante suyo, con él todavía sentado, y le desabroche el pantalón… no descubrí nada del otro mundo, una pija más bien corta, aunque maciza y cabezona. Empecé lamiéndosela por los lados, punteándolo arriba y abajo, y hasta sobándole los huevos, arrancándole de la ranurita de la punta unas cuantas lagrimitas seminales que me dedicaba a sorber con delectación. 
-¡Que bien chupás la pija… sos una yegua…!- empezó a decirme cuando entre a comérsela, haciéndole garganta profunda desde el comienzo, apretándole bien los huevos para que de aquel tercer ojo siguiera fluyendo el dulce néctar de los Dioses… o de los hombres, mejor dicho. Se la chupe con suma avidez, formando entre su fluido preseminal y mi saliva un caldito que formaba hasta burbujas de tanto empeño que le ponía a la mamada. En un momento, y ya arrebatándose, me aferró de la cabeza con sus manos y hundiéndomela hacia abajo, empujaba su pelvis hacia arriba, haciéndome comer casi íntegro su pedazo, yo me ahogaba con semejante tronchazo de carne, pero como esa es una linda manera de ahogarse, me la aguantaba. Cuando por fin me soltó y pude liberarme, tenía los ojos empañados y el sabor de su verga impregnado en todo mi paladar. Me levante, me seque las lágrimas con el dorso de la mano y me acomodé sobre él, enfrentándolo, le agarre la pija, para mantenerla estática y fui bajando de a poco, la cabeza se adosó a mis labios vaginales, dejándose envolver por estos. Seguí bajando y el resto fue entrando en mí, llenándome en forma confiada y segura. Vicente me aferraba con sus manos por la cintura, mirándome embelesado, quizás sin poder creer todavía que aquello estuviera de verdad sucediendo. Pero sí, era cierto, me estaba cogiendo, su pija, palpitando en mi interior, podía atestiguarlo. Cuando la tuve toda adentro, me quede sentadita sobre él, meciéndome levemente, dejando que las sensaciones de ese momento fluyeran por todo mi cuerpo. Abrí los ojos, clavé mi mirada en la suya, y mientras lo besaba, comencé a moverme, arriba y abajo, sintiendo, cada vez que me sentaba, los contundentes impactos que me repercutían hasta en el alma. Mis gemidos se confundían con los suyos, componiendo entre ambos una sinfonía extática y arrobadora. Bien montada encima suyo, me saque la blusa y me desprendí el corpiño, mis pechos emergieron ante él, con los pezones erguidos y amoratados, pidiendo a los gritos ser chupados. Por suerte entendió el mensaje y comenzó a comérmelos con furor, sin soltarme de las caderas, acompañando en todo momento mi entusiasta balanceo. 
-¡Mmmm… que rica estás mami… sos una delicia…!- exclamaba gustoso, chupándome una teta, luego la otra, masticando y saboreando mi carne llena de pasión. 
Tras una acelerada cabalgata me levante y me di la vuelta. Me incline levemente hacia adelante y me abrí los cachetes de la cola con mis propias manos. 
-¿Por dónde le gustaría ahora?- le pregunté, ofreciéndole mis dos principales orificios. 
La elección resultó más que obvia: ¡Por el culo! Me escupí en la mano y con la saliva me lubrique el agujerito, dilatándolo con mis propios dedos, tras lo cual me volví a sentar sobre él, ahora de espalda, ejerciendo la suficiente presión hacia abajo para que la cabeza, gruesa y entumecida, entrara sin problemas. Dolió un poco al principio, pero entró, con el resto ya no hubo problema, si la cabeza había entrado, lo demás era pan comido, o mejor dicho… pija comida. 
Mientras comenzaba a moverme, saltando prácticamente sobre él, Vicente me agarraba de los pechos, amasándomelos, retorciéndome los pezones. En eso le agarro una mano y se la llevo a mi concha, le hago meterme los dedos y explorarme toda por dentro, se los saco al rato y se los chupo para degustar en ellos mi propio sabor. La calentura que tengo no se puede medir, me arde la piel, estoy como afiebrada, todo me quema. Lo único en que pienso es en coger y culear con ese hombre que supo despertar no solo mi simpatía, sino también mi lujuria. 
Sin dejar de amasarme con una mano las tetas y con la otra la concha, me susurra al oído cosas que no entiendo… estoy como ida, en otro universo, en un lugar lejos de allí, un lugar en donde el placer es el único Soberano. Me levanto con el culo ardiendo de tanta clavada, camino hacia la cama, meneando las caderas y me pongo en cuatro, la cola bien levantada, quiero sentirla de nuevo por ahí, y se lo digo: 
-¡Culeame!- 
Y me sigue culeando, me la mete, y me bombea hasta que acaba en mi espalda en una forma por demás abundante. Siento la leche derramarse por mis omoplatos, y la sensación no puede ser más gratificante. Nos recostamos entre suspiros, compartiendo lo mágico y envolvente de ese momento. No sé porque, pero aunque ya disfrutamos de nuestro polvo, me pongo mimosa, lo acaricio, lo beso, le paso la yema de mis dedos por las tetillas, recorro su pansa, su ombligo, su vientre y así hasta llegar a manipular su verga. Pese a la descarga todavía está a medio parar. Se la sacudo un poquito y consigo parársela del todo. 
-Mmmm, parece que estás listo para otro- le hago notar. 
-Chupámela por favor, quiero volver a disfrutar de esa boquita hermosa- me pide. 
Lo beso en la boca y de ahí, sin escalas, me voy hasta su pija. Para chupársela me pongo en cuatro, con la cola bien para arriba, y le digo: 
-Tocame, meteme los dedos, haceme lo que quieras- 
Me la meto en la boca y ya siento sus manos en toda mi retaguardia, ya sea palmeándome las nalgas o recorriéndome la raya. Puse todo mi empeño para hacerle una mamada inolvidable, algo que pudiera atesorar por el resto de sus días. Con la pija ya nuevamente endurecida, me recosté de espalda y lo invite a subirse encima de mí, entre mis piernas abiertas. Así lo hizo, penetrándome dulcemente. Esta vez no íbamos a coger, esta vez haríamos el amor. 
En mi interior su verga se hacía mucho más gorda todavía, la sentía pulsando y llenándome las entrañas de sublimes sensaciones. Que gratificante me resultaba sentirlo así, sin forro de por medio, en carne viva, mezclando sus fluidos con los míos, haciendo de nuestros cuerpos uno solo, único e indivisible. 
-¿Te gustaría acabarme adentro?- le pregunto al sentir que su respiración ya comenzaba a agitarse. 
-¿Estás segura?- replicó. 
-A mí me gustaría- asentí, enlazando mis piernas alrededor de su cuerpo. 
Unas cuantas embestidas más y entre profusos suspiros, tantos suyos como míos, y mirándonos a los ojos, acabamos estruendosamente, el dentro de mí, llenándome la concha con unos calientes y efusivos chorros de semen. Mis gemidos aumentaron de intensidad al sentir la violenta descarga. Volvimos a besarnos, mientras la leche seguía fluyendo incontenible. 
-Me encanta el servicio personalizado que ofrece su Compañía, señorita- me dice al reponerse del orgasmo. 
-Jaja- me rio –Es solo para clientes especiales- vuelvo a besarlo con frenesí, chupando su lengua y mordiendo sus labios. 
No sé que es pero hay algo en ese hombre que me tiene hechizada. Entonces me doy cuenta que esa no será la única vez que estemos así de unidos. 
Luego del placer y ya superado ese momento de intensidad, me levanto como un rayo de la cama. 
-Me tengo que ir porque sino en casa me matan- comento entrando al baño. 
-¿Sos casada?- se sorprende. 
-Casada y mamá de un bebé de ocho meses- le digo sacando la mano izquierda por la puerta del baño y mostrándole mi alianza de matrimonio. 
Me siento en el inodoro y descargo una mezcla de orina, flujo y semen. 
-Te pido por favor que cuando vayas a la oficina seas discreto, las chicas pueden darse cuenta de algo- le digo. 
-No te preocupes- me tranquiliza –Pero, ¿nos vamos a volver a ver?- 
-La verdad que a mí me gustaría- le confieso. 
Me lavo, me enjuago y me visto en tiempo record. Él sigue desnudo, con la verga adormilada después de tan intensa faena. Vuelvo a besarlo para despedirme. 
-Gracias por cogerme tan rico- le digo. 
-Gracias a vos- replica. 
Y así, siendo ya cerca de las nueve de la noche, me voy a casa, muy, pero muy bien cogidita. 

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