Vanina y el enfermero - final

Esa noche cuando su marido llegó a casa la encontró de muy mal humor, ella inventó excusas, y su marido, paciente y un poco desinteresado le creyó. Ya en la cama él intentó acercarse a ella, pero Vanina lo rechazó y al rato con él ya dormido, ella intentaba encontrar la forma de deshacerse del enfermero, encima lo tenía que llamar así porque ni siquiera el nombre sabía. Se durmió muy tarde sin encontrar solución, eso sí de tanto recordar y analizar lo sucedido no pudo evitar excitarse, y en sus sueños fue penetrada incontables veces por el desconocido. 
A la mañana siguiente ni siquiera escuchó cuando su esposo se fue a trabajar, y si se había acostado de mal carácter, se levantó aun peor. A cada instante miraba el teléfono, sólo para reaccionar brutalmente ante la ausencia de mensajes que indicaran que él se acordaba de ella. Un par de veces ante el sonido del teléfono se le iluminó la cara, sólo para desengañarse primero con una propaganda de su compañía de teléfonos, y después con el aviso de una amiga de que mañana se juntaban a la noche a festejar el cumpleaños de otra amiga. 
A la tercera vez, ella esperando un nuevo desengaño, con desgano leyó el mensaje. “preparate esta tarde, voy a las 14 hs.”. Primero reaccionó alegrándose, pero luego su conciencia ganó terreno, y decidió que se iría esa tarde para no atenderlo. Apagó su teléfono y eligió ir a comer sola al centro. 
Llegó a su casa justo a tiempo para cambiarse y que su esposo no se enterara de nada. Y disimuló su estado frente a él. Todo estaba relativamente tranquilo, su marido sentado viendo un programa de deportes en la tv y ella simulaba leer una revista cuando de pronto dos fuertes golpes en la puerta los hicieron sobresaltar, un papel se deslizó por debajo de la puerta. Vanina se paralizó, pues estaba segura a que se debía ese papel. Intentó llegar primero, pero su esposo reaccionó antes y tomó el papel, lo miró por ambas carillas, pero estaba completamente en blanco. Abrió la puerta, en la vereda de enfrente el enfermero estaba parado y tranquilo. 
-Eh, señor, un joven acaba de golpear y salir corriendo para allá- El enfermero, que para el esposo de Vanina era un perfecto desconocido, señalaba hacia una de las esquinas. 
-Gracias buen hombre- dijo el marido y cerró la puerta. 
Al ver el estado de Vanina, que estaba paralizada y pálida, se echó a reír, 
-No te asustes, tontita, son chicos con ganas de romper las bolas- dijo él 
-Me asusté un montón, perdoname- dijo ella mientras miraba por la ventana buscando al enfermero que ya no estaba en el lugar. 
Una nueva noche de nervios asoló a Vanina, mal dormir y sueños entrecortados, mientras más pasaba el tiempo, mas en poder del enfermero se sentía, pero a la vez, más se alimentaba su bronca. 
A la mañana siguiente, el teléfono sonó apenas se fue su marido a trabajar 
-¿Qué pasó?- la voz del enfermero sorprendió a Vanina 
-Tuve que salir de pronto – mintió ella 
-no me gusta que me mientas, me enojé bastante y ya viste lo que sucedió, la próxima mentira y el papel va con fotos, ¿entendido?- la voz era grave 
-no te miento, te juro que es verdad- dijo ella tratando de ocultar su mentira. 
-como sea, esta tarde nos encontramos a las 14, ¿estamos?, y no me vuelvas a mentir- 
Vanina quiso contestar pero él ya había cortado la comunicación. 
Ya cerca de la hora indicada, su bronca se mezclaba con los nervios. Y apenas sonó el timbre ella corrió a atender. 
El enfermero entró como dueño de casa. 
-desnudate- le ordenó 
-pero yo…no puedo- intentó decir Vanina 
-Acordate de las fotos, no me hagás enojar- dijo él 
Vanina no supo defenderse, pues sintió que una vez mas ese degenerado la tenía en su poder y obedeció sin mucha resistencia. Una a una fueron cayendo las prendas ante la atenta filmación de él. Ya completamente desnuda, se quedó inmóvil. 
-Acá me tenés, pero no pienso colaborar en nada. 
-¿estás segura? Acordate de la última vez, terminaste rogando por mi verga- él se veía muy seguro de sí mismo. 
-te juro que no se va a volver a repetir, te lo aseguro- Vanina estaba enojada y muy segura de sí misma. 
Él giró en torno a ella muy lentamente, cuando pasó por detrás de ella, apoyó su mano en el culo desnudo de Vanina. 
-Este culo es mío, ¿entendés?- dijo él 
-Jamás va a ser tuyo- Lo que él no podía ver es que ella había cerrado sus ojos, pues él despertaba en ella la dualidad de la bronca, pero además la excitación, lo que contribuía a aumentar aún más el primer sentimiento. 
A Vanina la sorprendió que él le diera un suave beso en el cuello, y que a la vez las manos de él se trenzaran en su vientre, intentó quitarlas de allí, pero no tuvo la fuerza suficiente, y cuando él le apoyó la dura verga en el culo, ella terminó acariciando las manos que la estrechaban contra él. 
-¿Cuesta resistirse?- la pregunta era retórica 
Vanina no podía contestar, en su interior la lucha de sentimientos era tremenda, el dominio de él era total, y cuando una de las manos bajó hasta su vagina, ella solo atinó a abrir las piernas para facilitarle la tarea. El primer suspiro vino cuando un dedo se apoyó en el clítoris, y lo acompañó apoyando su culo con fuerza contra la verga que se revelaba aún debajo del pantalón del enfermero. Entregándose totalmente ella pasó su mano hacia atrás, acariciando la cabeza de quien la estaba dominando, en ese momento observó la imagen que se reflejaba en un espejo enorme que había contra una pared, y verse desnuda, en total poder de un desconocido sin nombre, la terminó de vencer, entonces giró y se puso de rodillas, bajó el pantalón del enfermero, y tomó la verga con ambas manos. 
-Ahora no te me vas a escapar- dijo ella subiendo su mirada hacia los ojos de él. 
-Esa es la actitud que me gusta- dijo él 
Dio un suave roce con la lengua en la cabeza de la pija, y luego se la introdujo en la boca, la saboreó como si de un manjar se tratara, una de sus manos fue hacia los testículos y los acarició, y con la otra mano comenzó a acariciarse ella misma el clítoris, la dura verga comenzó a entrar y salir de su boca, y las manos del enfermero la tomaron de la cabeza. 
-Así putita, chupá, chupá- él no podía dejar de impartir órdenes 
-Dame tu leche, por favor- rogó ella 
-¿ahora me pedís leche?, recién me decías que no ibas a colaborar.- 
-Quiero tu leche, por favor – repitió ella mientras volvía a chupar con ansias 
El enfermero la hizo poner de pie, y la llevó contra una mesa, allí ella se apoyó, aplastando sus tetas contra el mueble, dejaba su sexo totalmente al alcance de él. Las manos de él se aferraron a la cintura de Vanina. La penetración fue repentina y fuerte, ella se quejó, pues su vagina se vio invadida por la dura verga 
-Está muy dura, despacito por favor- exclamó con un dejo de dolor 
-¿querés que te la saque?- inquirió él 
-no, ni loca, cojeme por favor- pidió ella 
-Decí mi nombre- ordenó él 
-no..lo..se- a Vanina le costaba hablar. 
Los movimientos de él eran lentos, pero profundos, y a cada embestida ella respondía con vehemencia con sus caderas, lo que hacía que la verga se introdujera totalmente. 
-¿te gusta coger con desconocidos?, ¿te excita no saber mi nombre?- El enfermero no paraba de hablar, lo que excitaba aún más a Vanina. 
-Si…si….si- Vanina estaba completamente entregada y fuera de sí. 
Él se quedó inmóvil, y apoyó uno de sus dedos en el orificio anal de ella, haciendo una leve presión. Vanina emprendió fuertes movimientos, lo que además de la pija, hacía que el dedo se introdujera levemente en el culo. La explosión de gemidos y quejidos hizo que él comenzara a gruñir y quejarse, y eso a la vez hizo que ella entrara en un orgasmo intenso y poderoso. Tuvo que aferrarse al borde de la mesa. Ambos cuerpos se movieron al compás hasta que el clímax de ella se expresó con un profundo gemido. Fueron disminuyendo lentamente el ritmo. Ella lo miró girando su rostro. 
-fue increíble – dijo ella sonriendo 
Él realizaba movimientos aislados, penetrándola aún, y ella daba pequeños sobresaltos por el placer que todavía le producía la verga. Se desmoronó sobre la mesa, extasiada y satisfecha. 
-Decime tu nombre- pidió ella 
-no tenés porque saberlo- dijo él mientras comenzó a acomodar sus ropas. 
-¿ya te vas?- preguntó ella. 
-Si ya te cogí, ¿para que querés que me quede?- preguntó él que ya se acercaba a la puerta. 
-¿otra ronda?- dijo ella mientras movía su culo tratando de convencerlo. 
-¿ahora querés más pija?- no te preocupes, que otro día vas a tener más, y no es que no pueda- dijo él mientras se tomaba la verga sobre el pantalón que ya se mostraba dura nuevamente. Y Vanina totalmente deseosa de más sexo vio como él se iba. 
A partir de ese día, ella sistemáticamente recibió su dosis de verga, pero el nombre del enfermero jamás lo supo. 

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