Juventud, divino tesoro ( versión de la hija, final)


- ¿ Esta noche? Pregunté sorprendida. 
- Si mi amor, por eso te pedí que me dijeras cuando viajaba tu padre. Es el momento que tu madre aprovecha para ponerse al dia, dijo sonriendo. Y ahora, vamos para tu casa. 
Salimos a la calle, tomamos un taxi y nos bajamos en la esquina de casa. 
- No quiero interrumpir a nadie parando un coche en la puerta. Dame la llave y quítate los zapatos. 
Así lo hice. Miguel abrió muy suavemente, se quitó los zapatos, y tomándome de la mano me llevó arriba. 
Un televisor a todo volumen resonaba en el dormitorio, y por un momento pensé que Miguel estaba equivocado. Tomé valor y avancé hasta la puerta entreabierta. 
- Shhh, asómate despacio, que no te vean dijo Miguel ubicándose a mi espalda. 
Me asomé y casí me desmayo de la sorpresa. 
Francisco, desnudo sentado en la cabecera de la cama, mi madre con su verga en la boca, y detrás de ella Julián bombeándola como si tuviera un motor. Un hombre mayor sentado en una silla, disfrutaba del espectáculo. No lo podía creer. 
- ¿ Esto no lo esperabas, no gatita? Me decía al oído mientras su mano se metía bajo mi pollera. 
- ¿ Te calienta ver como coge tu mamita, cielo? Y sus dedos se metian en mis agujeros lentamente. 
Debo reconocer que la escena me daba mucho morbo. Al principio me enfurecí, pero con el paso de los minutos me excité. Cuando cambiaron de posición y fue Francisco el que la montó, pero esta vez adueñándose de su culo, estaba que volaba. Miguel detrás mio, me bajó la bombacha, abrió su cierre y mientras yo miraba a la puta de mi madre, me clavó de una hasta las cachas. 
- ¿ Viste que era genético? Tu mamita es tan puta como vos, mi amor, y le gusta que le den entre varios, como a vos, mi amor, me decía mientras me bombeaba con fuerza. 
Cuando mi madre acabó, yo también hice lo propio. Miguel sin embargo seguía penetrándome con ganas, para terminar corriéndose dentro mío, un momento antes que Francisco se vaciara en los intestinos de mi madre y cayera sobre ella. 
En ese momento Julián retiró a Francisco y rápidamente montó a mi madre, para seguir cepillándola. 
Miguel se acomodó la ropa, me subió la bombacha y tomándome de la mano me llevó nuevamente abajo. Se colocó los zapatos, hice lo propio y salimos. Su semen corria por mis piernas. 
- Bueno, ahora vamos a dejar a los amigos y familiares que se sigan divirtiendo que la noche es joven, y nosotros vamos a mi departamento que me ha quedado algo de leche para darte. Tomamos otro taxi y nos alejamos. 
Esa noche Miguel me confesó como había conocido a mi madre y que se la había tirado varias veces, y que ella sabía que yo me acostaba con sus amigos, porque nos había visto la noche de la reunión. Dijo que no sabía que yo era su hija, pero por supuesto no le creí. Me sentí usada como una presa para llegar a mi madre. Y además, me recordó también la apuesta que yo había perdido. 
Por un momento sentí odio hacia mi madre, pero luego pensé que ella se había tirado a Miguel antes que él saliera conmigo y luego era imposible que dijera nada. Y Miguel y sus amigos eran muy manipuladores así que mi pobre madre era otra víctima de estos degenerados, y yo había sido cómplice sin saberlo. 

Pasaron 15 días hasta la tan mentada fiesta. Era muy formal. Tenía que ir de vestido largo, pero debajo no tenía que llevar nada, lo que me resultaba incómodo, pero tuve que hacer caso. Miguel pasó por mi, y vi el disgusto en la cara de mi madre. Pero nada dijo. Mi padre estaba en casa y el no debía enterarse de nada. Miguel se divertía como un patán. 
- La verdad que me siento muy cómodo en esta casa, dijo mientras estábamos despidiéndonos frente a mis padres. 
- Bueno, me alegro, dijo el inocente y cornudo de mi padre. 
-Y no solo yo, mis amigos, que Ud. aún no conoce también se sienten muy cómodos y aprecian las atenciones que les brindan. Hasta el padre de mis amigos, está agradecido de lo bien que tratan a la gente en esta casa. Especialmente Ud. Sra. Mónica, es una excelente anfitriona, dijo guiñandole un ojo a mi madre sin que mi padre lo viera. 
- Gracias Miguel, dijo mi madre a regañadientes. 
- No, por favor Ud. merece todos los elogios. Todos los que venimos a esta casa nos vamos siempre satisfechos. Muy satisfechos, dijo dándole un beso en la mejilla, y la mano a mi padre. 
- Tu y tus amigos pueden venir cuando quieran, no hay problemas, dijo mi padre, que Mónica es siempre muy atenta. Yo le digo siempre que es importante atender bien a los invitados y dejar una buena imagen para que vuelvan. 
- Quédese tranquilo, señor, que todo el que viene a su casa, se queda con ganas de volver, y ahora nos vamos que se hace tarde. 
En el fondo, lo de Miguel había sido una hijaputez, pero me había causado gracia. Claro, mi madre sabía que a mi me cepillaban los amigos de Miguel, pero desconocía que yo sabía el tratamiento que le daban a ella. 
La fiesta era en una casa quinta en las afueras. Bajamos en la entrada y tuvimos que caminar un buen trecho hasta la entrada propiamente dicha 
- Mira Sabrina, te comento de que va esto. Solo se puede venir en pareja, y tienes que ser bastante atractivo, sin importar la edad, sino no te dejan entrar. Una vez adentro, cada uno va por lo suyo. 
- No entiendo, pensé que estaríamos juntos. 
- Eventualmente, pero si veo alguna mujer que me gusta me la voy a tirar. Hoy es noche de hombres. Eso quiere decir que los machos eligen y las hembras obedecen. Si te portas bien, te traeré otro día a una noche de mujeres, donde tu tendrás la voz cantante. 
- espera, espera, a ver si entiendo. ¿ Si un macho me quiere coger yo tengo que aceptar? 
- Vaya que aprendes rápido, querida. Asi va el juego, pero con límites por supuesto. Los hombres tendrán tres vales y entregarán uno a cada mujer que se tiren. Las mujeres, una vez que tengan tres vales, no tendrán mas obligación de acostarse con nadie, salvo que ellas quieran, me dijo mientras nos paraban en la entrada, nos miraban y nos dejaban pasar. 
El salón principal era amplio y había sillones por toda partes, y en ellos mucha gente elegante departía animadamente. Parecía una fiesta normal, y hasta pensé por un momento que Miguel me había engañado para probarme. Fuimos juntos hasta la barra y pedimos unas copas de champagne. El barman las sirvió y junto con la copa de Miguel, le entregó un pequeño talonario. 
Miguel lo guardó en el bolsilló y agradeció. De modo que era cierto. No podía creerlo. 
Un hombre de unos 40 años, alto, canoso, se acercó a nosotros y nos preguntó si habíamos venido otras veces. Contestamos que no, y entonces nos dio la bienvenida y nos deseo que la pasáramos bien. Roberto era su nombre, le dio la mano a Miguel y besó la mía muy ceremoniosamente. Sus ojos me recorrieron de arriba a abajo pero no dijo nada fuera de protocolo. Se fue como había venido. 
- de esto se trata, me comentaron. Al principio de acercan para evaluarte y luego de las 12 de la noche, cuando todos están confiados, empieza la cacería. Voy a dar una vuelta por ahí, para ver la mercadería. Que te diviertas, dijo Miguel dejándome sola. 
Asustada miré hacia todos lados, y me acerqué al lugar donde estaba el disc jockey. Por lo menos podía entretenerme viendo como trabajaba. 
El muchacho en cuestión era negro como la noche, de unos 30 años, y muy simpático. Comenzamos a conversar sobre música y de a poco empezamos a charlar sobre este tipo de fiestas. Le dije que nunca había ido a ninguna. 
- Pues has actuado con inteligencia. Sabes, yo estoy contratado, por lo tanto no tengo tickets ni puedo elegir a nadie, así que conmigo estás segura, pero mas tarde te empezarán a rondar como moscas. Eres muy atractiva y joven. Seguramente los mas viejos van a alucinar contigo, dijo sonriendo. Sonreí ante su picardía y le pregunté si podía dejar mi bolso allí, a lo que él respondió afirmativamente. 
Varias rondas de bandejas con comida y bebidas fueron rompiendo el hielo en la reunión. Varias parejas empezaron a bailar, y si bien todos habían venido acompañados, no se veía a ninguna armada y sentada o bailando juntas. Claramente estas reuniones eran un recreo para todos los participantes. Lo que aquí pasaba quedaba dentro de las paredes de la mansión. Al día siguiente todos seguían su vida normal. 
Una mujer se acercó a mi. Tendría unos 35 años, y era realmente muy atractiva. 
- Vaya, veo que eres nueva aquí. ¿ Qué opinas de esto? 
- No se, la verdad. Nunca me había pasado. Y esto de ser tan complaciente no me gusta, dije sonriendo. 
- No te preocupes. Por experiencia te digo que no tendrás de que quejarte. Al contrario, con tu edad van a buscarte los mas grandes, y muchos de ellos, lamentablemente, aunque atractivos, no están en condiciones de servir tres veces en una noche, así que quédate tranquila, la vas a pasar bien. Yo hace años que vengo y la verdad que no me quejo para nada. Es un soplo de aire fresco que necesito día tras día. Y te recomiendo los días de mujeres. Nos vemos luego, dijo alejándose. 
Cerca de la medianoche, un hombre me sacó a bailar. La pista de baile estaba más oscura que el resto del salón, ya de por si en la penumbra. La música lenta invitaba a moverse. Mi pareja, tenía mas de 40 años, aunque con la ropa y la oscuridad no podía asegurar la edad. Luego de bailar un momento, me fue apretando hasta que nuestros cuerpos se pegaron. Sentí en el vientre la dureza de la herramienta del macho, y en el límite de mi espalda y mi trasero el brazo que me atenazaba. y pensé que todo iba a comenzar. Sin embargo luego de unos minutos, otro se acercó y tomó su lugar sin que el primero se opusiera y nuevamente me sentí apoyada por una virilidad excitada. Así fui pasando de brazos en brazos, a cada cual mas interesante y de edades variadas, y ese tratamiento impersonal realmente había terminado por excitarme. Sentía calor y me imaginaba roja como un tomate. Ninguno me había preguntado mi nombre. Y entendí que esa pregunta estaba prohíbida. Todos me habían tratado bien, pero me habían hecho saber, sin palabras que tenían poder sobre mí. Y que harían lo que les viniera en gana, cuando les viniera en gana. Así estaban las cosas. 
Por fin, me dejaron tranquila y acercándome a la barra apuré dos copas de champagne casi seguidas, lo que ante mi falta de costumbre me mareó bastante, pero era mi manera de prepararse para el resto de la noche. El barman me miraba con curiosidad y una sonrisa. 
Desde el extremo de la barra, casi en la oscuridad, podía ver lo que ocurría en el salón y como biombos que habían sido acomodados por los sirvientes, empezaban a generar reservados con los sillones ubicados allí. Algunos con un sofá, otros con dos, para que cada pareja o grupo pudiera elegir lo que mas le gustaba. Era curioso, los biombos aislaban los sillones de la pista de baile, pero no los separaba entre ellos, ni quitaba la visión desde donde yo estaba. Podía ver todo lo que ocurría, por supuesto con la limitación de la escasa luz, pero las siluetas eran claramente detectables. 
Una pareja que estaba bailando, y que se besaban y acariciaban apasionadamente, fue la primera en emprender el camino de los reservados. Se ubicaron en el sofá más alejado, en un rincón y allí empezaron a fajarse con dedicación. 
A esta la siguieron otras, que yo veía con curiosidad. En ese momento me tocaron el hombro. Me dí vuelta y un hombre alto me tomó de la mano. Sin decir nada lo seguí para la pista, pero el hombre tenía otras intenciones. Giró hacia los biombos e ingresó al sector privado. Me llevó hasta un sofá que estaba semi oculto por una planta, y allí me invitó a sentarme. Se sentó a mi lado y comenzamos a charlar, sin tocar ningún tema personal. Música, viajes, moda, cosas baladíes. El hombre me acariciaba el rostro mientras hablaba, me tomaba el cabello y me miraba serio, como decidiendo si valía la pena. Por fin se acercó y me beso en la boca suavemente. Lo dejé hacer. Ya en el segundo beso colaboré separando mis labios de manera que la lengua del macho pudiera recorrerla y en el tercero lo tomé de la cabeza. El hombre pasó un brazo por encima de mis hombros y el otro lo dejó descansar sobre mis piernas, mientras nos seguíamos besando. Noté como la excitación que no me había abandonado desde la pista de baile, ahora crecía sin límites. La mano del macho acarició mis muslos por encima del vestido, y el calor de esos dedos me quemaban la piel. Por fin, luego de 10 minutos nos separamos para recuperar el aliento. 
El hombre metió su mano en el bolsillo y sacó su talonario. Cortó un ticket y lo puso sobre la mesita.. 
- Este ticket dice que eres mía por el próximo rato. Haz que valga la pena, me dijo volviendo a besarme. 
Ahora su mano buscó el tajo del vestido y se posó directamente sobre la piel de mis piernas. La sensación de calor era aún mas evidente. Yo bajé las manos y le acaricié el pecho. Con los ojos cerrados disfrutaba cada beso. Este hombre era un experto con la boca. Me estaba elevando al climax solo de besarme. Nunca me había pasado. Una cremallera bajo y la mano del hombre dirigió la mía dentro del pantalón. Allí, en medio de la humedad de sus líquidos, una verga vibrante me esperaba. La envolví con mi mano y lentamente la saqué de su escondite. No era nada extraordinario. Calculo que no más de 15 centímetros con un grosor proporcionado al largo. Una vez fuera comencé a masturbarla lentamente. El hombre me tomó de la nuca y me indicó claramente lo que quería. Agaché mi cuerpo y de un solo bocado la engullí por completo, ante la felicidad de mi pareja ocasional. Largo rato me entretuve con ella, mientras una mano del hombre se ganó entre mis piernas y comenzó a recorrer mi sexo y mi ano. El placer me estaba descontrolando. Por fin, el hombre me tironeó de los cabellos para que dejara el caramelo. Del bolsillo de su traje sacó un condón y habilmente encapuchó su herramienta. Se tiró hacia atrás y me invitó a cabalgar. Pasé una de sus piernas sobre el macho y así arrodillada dirigí la lanza hacia mi cueva, colocándola entre los labios vaginales. El macho me bajó los breteles del vestido dejando mis tetas a la vista y comenzó a comérselas de manera muy sensual, mientras yo descendía lentamente hasta terminar por alojar al visitante en mi nido por completo. Una vez allí empecé a rebotar lentamente, ante la cara de placer de mi pareja. 
El macho seguía comiéndome las tetas, y sentí que me venía sin remedio. Era mucho lo que había pasado esa noche. No aguantaba mas, y por fin, me dejé ir, abrazando al hombre, quien al sentir las contracciones de mi vagina explotó también. Fue un sexo hermoso, casual, con un desconocido y con toda la delicadeza que hacía mucho no sentía. Especialmente desde que estaba en manos de Miguel y sus amigos degenerados. Me quedé un largo rato sobre el macho y al final desmonté. 
- Has estado extraordinaria. Hacía mucho que no disfrutaba tanto. Te juro que te haría esperar hasta que me recupere e invertiría otro ticket en tí, pero hay otros que tienen que disfrutarte. Puedes irte, me dijo. Tomé el ticket y salí. Fui hasta el disc jockey y tomando mi bolso lo guardé allí. El me miró sonriente, y no dijo nada. Le sonreí también. 
Cuando volvía a la pista, un hombre de más de 60 años me detuvo. Me tomó del brazo y me llevó nuevamente hacia los sillones. Nos sentamos y rápidamente sacó un ticket y me lo dio. 
- Mira jovencita, yo ya estoy grande para estas cosas, pero disfruto como cualquiera. Necesito que seas muy atenta y dulce conmigo. Y sin más abrió su bragueta y sacó una verga fláccida y pequeña. 
- No voy a penetrarte, pero me harás una buena mamada hasta el final, por favor, dijo apoyándose en el respaldo del sillón.
Me arrodillé a sus pies y me la metí en la boca. Tomé como un desafío personal conseguir que se le pusiera dura, así que me esmeré. Le desabroché por completo el pantalón y se lo bajé dejando todo su aparato a la vista. Jugué con sus pelotas, se las chuṕé, volví por su verga y mientras la mamaba, uno de mis dedos jugueteaba con su culo. Despacio, comencé a sentir una reacción. Esa verga empezaba a vivir en mi boca. Los gemidos del macho indicaban que eso era así. Seguí y seguí hasta conseguir una dureza bastante satisfactoria y por fin, ante mi sorpresa se vació en mi boca, Fueron un par de chorros débiles, pero creí que mi pareja iba a desmayarse. Gozó como un poseso. Me tragué todo su semen y luego me levanté 
- Gracias nena. Hacía tiempo que no alcanzaba un orgasmo como este. No lo olvidaré. Puedes irte. 
Tomé el ticket y volví a guardarlo en mi cartera. Poco faltó para que el disc jockey aplaudiera. Esto era más facil de lo que parecía. Uno mas y quedaría libre del compromiso. 
Recorrí la mansión viendo lo que pasaba en otros lugares. Había parejas cepillando en los lugares más insólitos. En los descansos de las escaleras, en los baños, en los alfeizares de las ventanas. Era todo muy afrodisíaco la verdad. Al mirar por una ventana pude verlo a Miguel que estaba bombeando por detrás a una mujer que tenía arrodillada en el suelo y apoyada sobre un banco del parque. Se veía que gozaba como nunca. 
A medida que pasaba el tiempo, se veía que los físicos comenzaban a decaer. Ya muchos hombres se quedaban sentados bebiendo y no intentaban conseguir nuevas mujeres. Me senté en un sillón y un hombre de unos 35 años se acercó hasta mí. 
- Ven conmigo, dijo, y me llevo escaleras arriba. Recorrió el pasillo mirando las habitaciones, hasta que encontró una libre y me hizo pasar. 
- Desnúdate, me ordenó. Yo lo miré altanera. 
- Dame el ticket primero, le dije para humillarlo. 
Sacó el talonario, cortó uno y pude ver que era el primero que cortaba. 
- Vaya, vaya, hoy has estado inapetente, le dije con sorna. 
- Prefiero calidad a cantidad. Siempre uso uno solo, pero hago que valga la pena. Y ahora a lo tuyo. Te quiero totalmente desnuda. 
Me quité los zapatos, las medias y el vestido, con lo que quedé como Eva en el paraíso, pero sin la hoja de parra. 
- Ahora desvísteme a mí, ordenó, y rápidamente lo hice. Tenía un cuerpo atractivo, con un poquito de panza pero se le veía bien. Su verga aún fláccida se veía interesante. 
- Acuéstate en la cama, dijo y lentamente moviendo mi culo me dirigí hacia el lecho. 
Una vez acostada el se acercó y despacio comenzó a besarme en todo el cuerpo. Sus labios me recorrían como un mapa, sabiendo cuales eran los sitios de interés donde tenía que quedarse más tiempo. Cerré los ojos y lo dejé hacer, ya que evidentemente sabía lo que hacía. 
Cuando su lengua penetró mi vagina me sentí morir. Que placer. El muy cerdo sabía como tratar a las hembras. Luego de un rato encapuchó su herramienta ya totalmente distendida y que llegaba a los 18 cm. Tranquilamente y acostandose sobre mí, separó mis piernas y me penetró lenta y delicadamente, pero no paró hasta que no me la hizo comer toda. 
Durante más de una hora me cogió en todas las posiciones habidas y por haber. Me hizo llegar al orgasmo varias veces, mientras el se controlaba, frenaba, se recuperaba y me seguía cepillando. Me agotó, realmente me agotó. Nunca me habían poseído de esa manera. Al final, se sacó el condón y colocando sus piernas una a cada lado de mi cabeza, me la dio para que la comiera, cosa que hice con verdadero deleite. Su rostro se fue desencajando de la lujuria. Sus movimientos se habían mas rápidos y profundos, hasta que por fin, me clavó su verga hasta la garganta. Pensé que me ahogaría con su poronga y traté de huir, pero me contuvo. 
- Respira por la nariz y cálmate, dijo deteniendo sus movimientos con un gran sufrimiento. 
Me tranquilicé y le hice caso. Su verga estaba enterrada toda en mi boca y yo respiraba por la garganta. Fue en ese momento cuando se retiró unos centímetros, se metió hasta el fondo y se vació, haciendo que su semen llegar directamente a mi estómago. Lo sentía bajar por mi garganta como un fuego líquido. Luego se fue retirando y cada chorro pegaba en diferentes lugares de mi boca. Por fin la sacó y los últimos chorros golpearon mi nariz y mis ojos. Nunca había visto a nadie acabar así. Era sobrenatural. Yo estaba embelesada. El sexo siempre era distinto y sorprendente. 
La volvió a meter en mi boca para que yo la limpiara y luego con sus dedos fue corriendo su semen de mi cara y ubicándolo en mi boca. Y yo me tragué todo sin chistar. 
Se levantó de la cama y se vistió lentamente. 
- te agradezco el rato. Ahora ya sabes la diferencia entre calidad y cantidad, dijo y sonriendo se fue. 
Me vestí tomé el ticket y bajé. Lo junté con los otros y con los tres en la mano, seguí paseando. Ahora cuando alguien se acercaba le mostraba los tres tickets y se retiraban. 
Por fin, al final de la noche, Miguel me encontró. 
- ¿ Que tal la pasaste? Preguntó 
-Bien ¿ Y tú? 
- De película. Me he follado unas perras espectaculares, pero todavía tengo algo de ganas. Me gustaría correrme en tu boca para cerrar la noche, dijo insinuante mientras trataba de acariciarme. 
- Nop. Ya tengo 3 tickets así que no puedes tocarme. 
Se quedó de una pieza. 
- Si tu quieres podemos. 
- Pero resulta que no quiero, le dije, y ahora vamos para casa. 
Salió amoscado por mi negativa. Y es que la experiencia de esa noche me mostró que había otro sexo y otros hombres, mucho mejores que este degenerado. Estaba decidido a dejarlo muy pronto. 
Pero en ese momento recordé que, efectivamente, ahora yo tenía el poder de dar o negar. 
- Espera un momento que me olvidé algo adentro, le dije dejándolo en la puerta del parque. 
- No te demores, dijo mientras seguía caminando hacia la entrada. 
Toda la gente ya salía y subían a sus autos. La música ya se había detenido. 
Entré y fui hasta el disc Jockey. 
- Hola señorita dijo cuando me vio. 
- Quería agradecerte tus atenciones, le dije sonriente. 
- No hay porqué, dijo alegre. 
- Mira. Aquí al lado hay un baño muy bonito donde me gustaría agradecerte. Te espero, le dije y di media vuelta. 
Entré al baño, y esperé un par de minutos. La puerta se abrió y el joven entró. Sin decir palabra me abrazó y me besó. Yo respondí con todo lo que tenía. Esa noche quería cumplir todas mis fantasías. 
Me bajó los breteles del vestido que cayó a mis pies y me comió las tetas. Al mismo tiempo desabrochó sus pantalones y salió de ellos hábilmente, quitándose luego el slip. Mis manos buscaron entre nuestros cuerpos y me encontré con un monstruo que mis dos manos no podía abarcar. 
- me vas a matar con esto. No podŕe con él, le dije al oído. 
- Si podrás, te aseguro que podrás, y sin mas me dio vuelta apoyándome en el lavabo. Separé las piernas y una de sus manos comenzó a juguetear con mi sexo. No le costó mucho para que me encharcara. Se acercó, abríó mis labios vaginales con su verga y lentamente la fue acomodando. 
Mis gemidos eran continuos. Por primera vez en mi vida, me estaba cogiendo un negro. 
Lentamente mis musculos se adaptaron a esa serpiente morena que entró y me llenó por completo . El mete y saca que siguió fue brutal. Parecía que me habían enterrado un martillo neumático. Luego de un rato, la sacó y se sentó en la taza, yo me senté de espaldas a él y me la volví a clavar toda, comenzando a rebotar como una pelota mientras el magreaba mis tetas con desesperación. Estaba muy caliente y era lógico toda la noche mirando esas escenas de sexo lo habían enloquecido . 
- No aguanto mas y no tengo condones, déjame sacarla, suplico. 
- Ni lo sueñes, quémame animal, quemame con tu leche, le supliqué y haciéndome caso se corrió salvajemente. No creo que haya quedado ningún lugar en mi vagina que no haya inundado con ese polvo. Y lo mas interesante es que no se le bajó un ápice. Me hizo levantar. Me tomó de la cintura, me levantó y me puso contra la pared. Yo lo rodeé con mis piernas y el me ensartó hasta el fondo. Durante 10 minutos más me cepilló de manera impecable y se volvió a correr casi tan copiosamente como la primera vez. Por fin, me dejó en el suelo. Me agaché y le limpié bien la verga. El se sentó en la taza. Me vestí lo besé en los labios y salí corriendo a buscar a Miguel. 
A la semana corté con él. Mi madre, en cambio, cuando mi padre viaja, busca una excusa para sacarme de casa, y yo la dejo sola haciéndome la tonta, para que seguramente los niñatos la revienten a vergazos. Pero está bien. Es su vida. Yo tengo la mía.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.