Perrita calentona

Después de tener un ritmo frecuente de casi cuatro buenas cogidas por semana, volver a mi vieja vida de mojigata no era una opción. Tenía q conseguir sexo. Parecía tan simple y a la vez tan complicado. No podía hacerlo con alguien q conociera. No quería que nadie de mi entorno se enterara lo putita y ninfómana que me había vuelto, sobre todo porque sigo viviendo con mis viejos, y me imagino que no sería grato saber que tu hija es una trolita, trataría de ocultarlo, al menos el tiempo que pudiera. Por eso creí que lo más conveniente era buscar algún macho bien lejos de casa. Después de analizar mis posibilidades llegue a la conclusión que lo ideal sería con un compañero de trabajo. No lo comente hasta ahora, pero trabajo como vendedora en un local de electrodomésticos en Belgrano, por ende ninguno de mis compañeros vive cerca de Ramos. Era perfecto, hasta tenia para elegir entre los seis vendedores o los dos gerentes. 
Mi día elegido para la cacería fue el jueves; como siempre me desperté a las siete y media de la mañana, me bañe y me dispuse a vestirme. Me puse un conjuntito de tanga y corpiño rojo de raso y puntilla que tenia nuevito sin estrenar. Lo tenía preparado para una ocasión especial y consideraba q esta lo era. Después me puse lo de siempre, no podía cambiar mi uniforme de trabajo, pero si lo podía hacer más atrevido y así lo hice. A mi camisa le deje algunos botones desabrochados con la intención de que se me vea un poco el escote, aunque debo reconocer que mi fuerte no son las tetas, tengo unos pechos medianos de esos que entran enteros en la palma de la mano. Igual lo que más cambie de apariencia fue el pantalón, que generalmente suelo ponerme sin cinto, ahora lo hice no solo con cinturón, sino que me lo subí tanto y de tal forma que se me encajo totalmente en la cola. Cuando me vi en el espejo me di cuenta que además se me marcaba la tanga. Listo, pensé. Hoy te volves bien cogidita, me dije mirándome en el espejo. Salí de mi habitación a desayunar y mi mama ya me tenía el desayuno preparado, lo tome y sin demorarme salí camino a la estación de Ramos. Vivo a solo cuatro cuadras, las cuales bastaron para que reciba algún bocinazo y unas cuantas chanchadas departe de varios taxistas. En la estación como siempre, camine por el andén hasta llegar a mi habitual sitio de espera. Lo menciono porque es común que al viajar a la misma hora y en el mismo vagón, reconozca algunas caras que me rodean; entre ellas un señor de unos 60 y tantos que siempre aprovecha para subir atrás mío, y como sabrán los que alguna vez viajaron en el Sarmiento a esa hora, es un quilombo de gente, por lo que este señor aprovecha siempre y me va apoyando todo el viaje. Se imaginaran que ese día no iba ser la excepción. Podía sentir sus ojos en mi cola ya en el andén. No sé cómo explicarlo bien, pero la mirada descarada del viejo baboso me calienta. Inmediatamente quebré la cintura y pare más mi colita. Antes de que llegue el tren me di cuenta que estaba rodeada de tipos. Cuando llego y fue el turno de subir sentí como me agarraron de la cintura y me metieron casi de prepo. De lo lleno que estaba no pude ni llegar al pasillito; quede apretada delante, por la cartera de una señora y detrás, por la pija de un hombre, que a esta altura la sentía bien parada en mi cola. Como podía trataba de agarrarme del pasamano, pero al ser chiquita (mido 1,67m) y estar lejos, me tenía que poner de puntitas de pie. Al hacer esto tuve que levantar un poco mi cola y la apoye más de lleno sobre el bulto del tipo que tenía atrás. Creo que esto lo tomo como una invitación porque enseguida sentí como se agacho un poquito y me apoyo de abajo haciendo que prácticamente quede a upa de su verga parada. Viaje “clavadita” todo el viaje sin decir ni mu. Recién a la hora de bajar se despego. Para mi sorpresa, no era el viejo sino un señor mucho más joven, de unos treinta y tantos, todo entrajeado, bastante fachero debo decir, aunque también bastante cagon, porque después de la flor de apoyada que me pego, lo mire un par de veces para que me encare y nada. Si lo hacía me lo cogía de una y empezaba el día bien cogidita. Pero no, todo lo contrario, arranque el día caliente y con unas ganas de pija tremenda. En este estado llegue al trabajo; ya cuando salude a mis compañeros me di cuenta que mi nuevo uniforme llamaba la atención. Me miraban el escote con disimulo y cada vez que le daba la espalda a alguno, me miraban el culo (agarre infraganti a varios). Cuando abrimos el local la cosa fue mas tranqui, alguna mirada o roce (generalmente buscados por mi) pero nada más. Recién cuando llego el mediodía y tuve mi hora de almuerzo se dio algo. Generalmente solemos tomarnos el descanso para comer, aunque cada cual aprovecha el tiempo para hacer lo que quiera; ese día Juanca y Manu, dos compañeros, tenían que hacer trámites personales y por ende salieron. Los únicos que nos quedamos a comer fuimos Daniel (el gerente), Maxi (otro vendedor) y yo, ya que nos tomamos el descanso en turnos y los otros vendedores seguían atendiendo. Hicimos lo de siempre, pedimos delivery en una rotisería cercana y nos quedamos comiendo y charlando en el depósito. Al principio hablamos de boludeces; Dani conto que se había comprado un perro y que debía llevarlo al veterinario para vacunarlo, desparasitarlo y esas cosas; la conversación pintaba aburrida cuando de la nada Maxi dice: 
-No saben el caramelito que me comí ayer. 
Con Dani nos miramos sorprendidos. 
-No sé si les había contado que se mudo una pareja con un nene en el departamento de al lado 
Nosotros dijimos que no con la cabeza y lo dejamos seguir con la historia. 
-Si, una parejita joven, deben tener 30, 30 y pico (Maxi tiene 49 años, aclaro). Desde el día que los vi por primera vez me gusto la mujer. No es una modelo pero tiene lo suyo. Es una rubia petisita con unas tetas así (hizo un gesto con sus manos) y una cola grande y redonda. Te puedo asegurar que no te aburrís, le dijo a Dani, que parecía incomodo con la charla. La agarre en el ascensor, palabra va, palabra viene, le comí la boca y terminamos garchando a lo loco en mi departamento. No sabes lo que era. Después les paso el face así la ven… 
Espero que todos los tipos no sean tan arrogantes y vanidosos, perdón esto fue un comentario fuera de la historia, pero volviendo al relato… 
-¿Así que te gustan las rubias? Que lastima, le dije yo bien mala… 
-No solo las rubias Lu, me gustan las mujeres lindas, se atajo… 
-Y yo como califico en tu ranking de mujeres, le dije con voz de gata. 
-Vos estas en los primeros puestos. 
-Jajaja me reí ante su respuesta. 
No podía creer como le histeriqueaba a mi compañerito delante de mi jefe, que miraba la situación mudo. 
-No te creo nada, le dije, vos sos de esos que les endulza el oído a las minas para llevarlas a la cama. 
-¿Vos pensas que te quiero llevar a la cama? Me pregunto él enseguida. 
-Obvio o me lo vas a negar, le respondí bien cocorita. 
Se produjo un silencio muy incomodo y después de algunos segundos contesto: 
-Igual no soy el único que te tiene ganas…No seamos hipócritas, acá mas de uno te quiere coger… 
Ahora la pelota la tenia de mi campo y no sabía que decir. Así que le pase la pelota a Dani: 
-Vos que decís, deci algo, ¿vos también me querés coger? 
No saben lo nervioso que se puso, parecía un tomate de lo colorado que estaba. 
-No, si, no se…yo soy casado termino diciendo. 
-Decí la verdad, lo apuro Maxi, o ¿me vas a decir que si Lu se te pone en bolas no le das? 
-Que se yo, no va pasar, soy casado, además es una pendeja y yo soy grande… 
-¿Y eso que tiene que ver? Salte yo, a mi me gustan más grandes. 
Otro silencio invadió el depósito. 
-Entonces tenemos chances Dani, jajaja, dijo Maxi. 
En ese momento aparecieron Juanca y Manu que habían vuelto de hacer sus trámites y la charla murió ahí. El resto de la jornada fue normal, pero cuando ya estaba por irme se me acerco el gerente: 
-Che Lu, lo que hablamos hoy en el depósito no pienses que lo que te dijo Maxi es cierto. 
-¿Qué me dijo? Le pregunte jugando a hacerme la olvidadiza. 
-Vos sabes, eso que todos te quieren…coger. Yo no, no soy así. 
-O sea que te parezco fea. 
-No, yo no dije eso, sos divina, es que… 
(Como me gusta jugar con los hombres, no puedo evitarlo, los tengo a merced y es peor. Soy todavía más mala) 
-¿Es que que Dani? Decilo. 
-Soy casado… 
-Y eso que tiene que ver, queres que te diga una cosa, los casados me gustan más. 
La cara de mi jefe era un poema, no sabía qué hacer, ni que decir, ni dónde meterse. Pobrecito, era uno de los pocos tipos decentes y fieles que deben existir en el planeta. 
-No te hagas problema Dani, todo bien igual, asunto aclarado, le dije. 
Me estaba yendo a tomar el subte cuando me tocan la espalda, era Daniel. 
-¿Queres que te alcance? 
-Si queres, pero mira que voy hasta Once, a la estación… 
-No te hagas problema, te llevo en el auto. 
Íbamos caminando hasta el estacionamiento cuando de repente le sonó el celular: 
-Hola… ah…no…recién salgo del trabajo… ¿y vos no podes? …Está bien amor yo los paso a buscar…Besos 
Ya estaba maldiciendo a su esposa antes que me lo diga… 
-Disculpa Lu, pero mi mujer está en el médico y no hace tiempo de ir a buscar a los chicos al colegio y me pidió que los vaya a buscar, te dejo a pata, ¿no te enojas? 
-No hay drama Dani, le dije tratando de sonreír. 
Nos saludamos y estaba volviendo hacia la boca del subte cuando me lo cruzo a Maxi. 
-¿Qué haces Lu? Pensé que ya te habías ido 
Le conté mi viaje gratis frustrado con el gerente y enseguida él se ofreció a llevarme. 
-No tengo el mismo coche pero vas a ir más cómoda que en el subte, me dijo. 
Por supuesto que acepte. Ya a bordo de un viejo Peugeot 505 (aclaro que conozco el auto porque mi papa es mecánico, y bueno, una nace donde le toca y aprende lo que ve, en mi caso, se algo de autos) Se dio la siguiente charla iniciada por el: 
-Che, ¿tan obvio es que te tengo ganas? 
-Jajaja me reí 
-No de enserio te lo pregunto, no quiero que pienses que soy un pajero. 
-No pienso eso Maxi quédate tranquilo, le dije. 
-¿Y qué pensas? 
Bueno acá paso a contarles exactamente lo que pensé en ese momento en mi cabeza: …”Estamos cerca de Once, si le histeriqueas te volves a casa calentita como una pava, anda al frente y cógetelo”… 
Así que sin caretas ni chamuyos le dije: 
-¿Queres que te diga lo que pienso? La verdad es que envidio completamente a tu vecina. 
La sorpresa por mi declaración hizo que frenara de golpe y casi nos chocaran de atrás. 
-Aprende a manejar pelotudo, se escucho el grito desde el auto que nos paso. 
-¿Vos me hablas de en serio?, me pregunto. 
En ese momento, ya cansada de las palabras, lleve mi mano izquierda a su pierna y comencé a acariciarlo. 
-Quiero que me cojas, le dije mirándolo a los ojos. 
Sin decir otra palabra arranco de nuevo el auto. Yo mientras tanto seguía con los mimos; que parecía que funcionaban muy bien porque en su entrepierna ya tenía un bulto bastante prometedor. Ver esto me cegó y como una cachorrita hambrienta no me pude contener y empecé a desabrocharle el pantalón. Con un poco de ayuda logre desprenderle el cinturón, luego hice lo mismo con la bragueta y por ultimo estire su bóxer para dejar al aire su verga. Mmmm hace tanto tiempo que no veía una pija que me quede unos segundos admirándola. Se imaginaran lo que se vino después. Sin esperar mucho mas abrí mi boca y comencé lentamente a devorarme ese manjar. Mmmm escuche un gemido de Maxi. Yo mientras seguía llenándome la boca de verga hasta llegar al punto que mi garganta hizo tope. Ahí fui retirando mi cabeza y antes de sacarme aquella barra de carne de mi boca volví a chuparla a fondo. Hice esto en repetidas oportunidades. 
Mmmmm q placer volver a tener un buen pedazo de carne en la boca, me sentía nuevamente viva. 
-Ya llegamos, acá entramos, dijo Maxi, con la voz entrecortada por la excitación. 
No dude y apure el tramite, empezando a succionar con más fuerza y comencé hacerle pequeñas caricias en los huevos con mis manitos. Como supuse no se aguanto y descargo toda su leche en mi boca. Como una gatita sedienta la tome toda sin desperdiciar ni una gotita; me levante y le encaje un terrible beso de lengua que recibió gustoso. 
-Bajemos, bajemos, dijo ansioso. 
Lo hicimos y de la mano como dos tortolitos cruzamos el estacionamiento del hotel y entramos a lo que sería la recepción. Un señor de unos cuarenta y tantos que estaba leyendo una revista nos saludo cordialmente y nos pregunto. 
-¿Qué habitación van a querer? ¿Normal, Especial, Suite? 
-Un turno normal, dijo Maxi, que se notaba que no era la primera vez que iba a un telo. 
Después de pagar y que nos dieran la llave, caminamos por un estrecho pasillo hacia la habitación. Ni bien cruzamos la puerta nos fundimos en un beso apasionado. Aunque más que apasionado era acalorado, se notaba que no había amor, era solo tensión sexual. Nuestras lenguas se entrelazaban como serpientes. En ese momento, y sin dejar de besarnos nos fuimos quitando una a una las prendas hasta quedar en ropa interior. Estaba por ponerme de rodillas para chupársela otra vez cuando me dijo: 
-No, vamos a la cama que te quiero coger ya…. 
Sin poner excusas salte a la cama y me desnude por completo. Maxi hizo lo mismo y dejo ante mis ojos nuevamente su verga parada. Como si fuese un depredador que ataca a su presa me abalance sobre él y me acomode con la intención de ser yo quien domine la situación. Puse mis manos en su pecho lleno de pelos enmarañados y me monte sobre su verga. Con lo mojada que estaba, no costó mucho en entrar en mi conchita. Mmmm gemí al sentir como su pija se iba abriendo camino dentro mío. Lentamente me fui dejando caer hasta alojar los 15 centímetros de carne de Maxi. Acto seguido comencé una lenta pero incesante cabalgata. Un concierto de gemidos se desparramo por toda la habitación, reconozco que a la hora del sexo suelo ser bastante ruidosa…jajaja. Poco a poco fui aumentando la intensidad de la montada hasta llegar al punto que prácticamente saltaba como loca y me clavaba yo solita en la verga de mi compañerito. Al ver su cara me di cuenta que estaba haciendo un esfuerzo descomunal por durar algún tiempo más. Igual, y pese a su esfuerzo no pudo evitar que al minuto volviera a descargar su leche esta vez en mi conchita. Inmediatamente al sentir esto, acelere el ritmo. Quería exprimirle la verga, sacarle todo el juguito, dejarlo seco. Y así lo hice, recién me frene cuando sentí a su miembro “desinflarse” dentro mío. Le di un tierno beso en la boca y me recosté al lado suyo, apoyando mi cabeza en su pecho. El silencio invadió la habitación. 
-Sos tremenda pendeja, dijo Maxi terminando con el romanticismo. 
-¿Es un piropo?, le pregunte. 
-Puede ser… 
Después de varios minutos de mimos, los dos nos dimos cuenta que era hora de irse. Nos vestimos cada cual por su lado y salimos al estacionamiento. La tarde ya era noche cuando salimos del hotel. Para mi sorpresa estábamos muy cerca de Once, lo sabía por el shopping Abasto. Me acerco a la estación y con un simple chau me baje de su auto. 
Estaba segura que esta era la primera de las muchas travesuras que haríamos con mi compañerito, y no me equivocara…

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