Mi alumna la juguetona

Mi profesión es la de profesor de informática en un centro privado. Una de mis alumnas, una belleza de 19 años, es la protagonista femenina de esta historia. Es rubia, de ojos azules, pelo largo, cuerpo de muñeca, con poco pecho, muy blanca y 1,65 de altura. Y todo empezó por una insinuación suya. Lo cuento ya. Una tarde, jugando un partido de baloncesto con mis amigos, la niña estaba entre los que miraban. Hacía calor y estábamos todos sin camiseta y en pantalón corto. Durante la clase del día siguiente, yo noté que ella no me atendía, aunque sí me miraba fijamente. Estaba como ida, sin parpadear. Yo la llamé la atención por no atenderme y se puso roja, dejando de mirarme así, pero no del todo. Cuando acabó la clase, me pidió hablar conmigo, diciendo que quería excusarse, pero que no merecía que la pusiera en ridículo. Nos quedamos a hablar y los demás se fueron. En cuanto nos quedamos solos se acercó a mí y me puso las manos en el pecho, diciendo que durante el partido había mojado sus bragas, de la excitación que yo le produje. No sabía dónde meterme, no estoy acostumbrado a que me piropeen las chicas, y mucho menos una niña así. Así de dulce y precios, digo. Le di las gracias y su de nada se confundió entre nuestros labios, pues bajó mi cabeza tirando del cuello, sin oponer yo resistencia. Nos besamos y me supo a gloria, lo reconozco. Una cosita así no se tiene todos los días. En medio del beso, pasó la mano por mi culo, rozando de una forma mágica mi raja. Soy hetero completamente, pero he de reconocer que aquello me gustó y me excitó bastante. Quizá también fuera la situación y lo que hacía con ella. Pero me excité más, sí. Yo hice lo propio y puse mi dedo en su rajita, frotando el coñito y el ano, mientras enroscábamos nuestras lenguas con lascivia. Cuando vi que la cosa iba a más, me separé y le pedí dejarlo. No era el lugar ni el momento. Ella se molestó... o se puso triste, no sé cómo decirlo. Me pidió que nos viéramos en el lugar y el momento que yo creyera bueno y nos fuimos. Un viernes, dos semanas después, le pedí que se quedara después de clase. Cuando acabamos, pudimos hablar tranquilamente. La vi nerviosa, pero por la impaciencia. Le dije, sin rodeos, que había llegado el momento. Pídele a tus padres que te dejen ir a pasar el fin de semana a casa de alguna amiga o quien tú quieras. Iremos a la casa de campo de mi hermano, que está fuera todo el mes. Sonrió, con una sonrisa de oreja a oreja y me dijo que eso estaba hecho. Ella tiene una hermana que vive sola y es su coartada, siempre la ayuda. El sábado a las 11 de la mañana fui a recogerla a casa de su hermana, donde la habían dejado sus padres la noche anterior. Me presentó a su hermana, que me dijo cosas muy bonitas y me pidió que le enseñara esos abdominales que pusieron loca a la pequeña. Se los enseñé y me dio las gracias. Yo se las di a ella, por la ayuda, ¡cómo no! Subimos al coche y nos fuimos. Llegamos casi a la hora de comer, por lo que dejamos las bolsas en la casa y fuimos a un restaurante cercano. Durante la comida hablamos de muchas cosas. Me dijo que los chicos de ahora están como "amariconados", que no les gustan a las chicas. Por eso no sale con ninguno de su edad y que se ha acostumbrado a los mayores. Sobre todo si son como yo. Charlamos más y la vi bastante madura y coherente en sus palabras, lo cual me encantó. Tras la comida, dimos un paseo por la zona y me cogió la mano. Me dio cosa, pero dijo que si alguien nos veía me llamaría papá y me pediría algún capricho de niña pija. No lo dudé y entrelazamos nuestros dedos. Al poco rato empezó a frotarme con su pulgar y a rascarme la palma de la mano. Me estaba poniendo a cien. El paseo duró como dos horas y volvimos a la casa. Una vez allí yo decidí ducharme. Me pidió acompañarme, pero le dije que prefería verla desnuda tras desnudarla yo poco a poco y en la cama. Me duché y luego pasó ella. Le pedí que saliera vestida con la faldita, el top y las braguitas que le había dicho el viernes que trajera en la bolsa. Y así salió. Esa faldita corta y esa camiseta ajustada, dejando marcar sus pezoncitos sin sujetador (odio los sujetadores) me pusieron cardiaco. Yo llevaba solo una toalla. La esperé sentado en la cama y se acercó insinuante. Cuando estuvo frente a mí, acaricié sus piernas por todas partes, luego subí a la cadera, los costados, los hombros, el cuello. Bajé de nuevo la mano y la metí bajo la minifalda, cogiendo su culito redondo. Pasé la mano por debajo, ayudado por ella, que abrió ligeramente las piernas, y toqué su escaso vello tras la tela, aunque sin meter el dedo en su rajita. Ella temblaba de placer, de nervios, de frío, de deseo...? Saqué la mano y le quité el top. Sus pequeños bultitos estaban erectos, con los pezones muy tiesos. Chupé esas perlas hasta que me harté y ella alcanzó un orgasmo. Mis 21 cm de pene se salían de la bata, pero traté de que ella no se diera cuenta. Quería disfrutar del momento y tenía miedo de correrme en cuanto me tocara. Por suerte, luego no fue así. Volví a su falda, pero esta vez para quitársela. Mordisqué las braguitas, pasando la lengua por su pubis y notaba la humedad de su chochito. Ella se limitaba a coger mi pelo, a acariciarlo. Metió una mano bajo la bata y rascó mis hombros con fuerza. Me desaté el cinturón de la bata y le quité las bragas. Rápidamente, se agachó y me besó en la boca, con mucho ímpetu, a la vez que cogía mi polla y la masajeaba. Luego se agachó más y se la metió en la boca, mamando de forma experta. Me tumbé en la cama y ella se puso sobre mí, no sin antes quitarme la bata. Hicimos un 69 y yo no quería correrme en su boca, sino en su coñito. Pero de pronto paró, se levantó, yo me incorporé un poco y me empujó, pidiéndome que esperara echado y con los ojos cerrados, disfrutando del momento. Mientras ella hurgaba en su bolsa, yo me pajeaba para que aquello no se bajara; cosa improbable, de todos modos. Volvió a la cama, con una mano tras la espalda y retomó la postura del 69. Mientras me chupaba la polla, me empezó a masajear el ano, con un dedo mojado. Luego noté el dedo impregnado de algo cremoso y como entraba en mi agujero. No me sentí mal. Frotaba suavemente en la entrada justa, sin meter mucho el dedo. Luego abrió mis piernas un poco más y lo que noté fueron dos dedos. Su coño se mojaba cada vez más, lo que me causaba un placer enorme. Estaba a punto de correrme. Y me corrí, por supuesto. Me corrí en su bonita, sensual y perfecta boca. Pero no sólo por la mamada y su coñito mojado, no. Me metió algo grueso que tocó mi próstata, haciendo que saliera mi semen disparado a su garganta. Siguió chupando con frenesí y yo me moría de gusto, porque encima no sacó aquella cosa que me estaba follando vivo. Cuando me dejó seco, me sacó el cacharro y se sacó mi polla de la boca, pero yo seguí dándole placer con la lengua, hasta que me dio ella sus jugos de nuevo. Nos besamos con calma, sin lengua y nos acariciamos suavemente. Vi lo que me había desvirgado: era un consolador más grande que mi propia polla. Aquel chisme me había dado un gusto que jamás había sentido. Lo juro! Se levantó y lo lavó en el baño. Volvió junto a mí y me pidió que lo chupara para ella. Así lo hice, mientras ella me pajeaba de nuevo. Toda la situación me excitó al máximo otra vez. La polla me palpitaba como loca. Ella cogió mi mano libre y se la llevó al coño. Entendí la directa y la masturbé hasta que se corrió. Gemía mucho, estaba disfrutando otra vez. Se tumbó y me pidió a gritos que se la metiera. La mía o esta? pregunté. Métemela toda! La tuya! Se la clavé sin dudar. Empecé a empujar con fuerza y ella se moría de satisfacción. En un momento dado, con la mano me separó de su coño y se incorporó para coger la crema que había usado para follarme. Se puso un poco en el culo y cogió el consolador que yo había soltado para follarla. Se lo metió en el coño y me dijo que le quedaba el culo libre. Así que se la metí por el culo y la follé salvajemente. Sus gemidos y el meneo hacían que me excitara al maximo. Me iba a correr, así que le pregunté donde lo quería. Me dijo que no la sacara ahora por nada del mundo. Me corrí en su culito. No paré hasta que me lo pidió, pese a que yo no podía soportar más el gusto en mi polla. Ella se embestía con el consolador en el rubio coñito. Parecía que quería perderlo dentro de ella. Pero no. Cuando saqué mi polla de su culo y ella el aparato de su chochito, se untó la mano de crema y me la pasó a mi mano, llevándosela al coño y metiendo uno de mis dedos. Sigue mis indicaciones, me dijo. Yo iba haciendo lo que me decía. Mete otro dedo. Mete otro. Mete el cuarto. Mete el pulgar con cuidado. Empujaaaaaa! Le entró toda la mano por el que parecía estrecho chochito antes de empezar aquella sesión. Mueve la mano, por favor, mueve la mano. Dame placer cariño. Me decía gimiendo y con las piernas temblorosas. Yo me empalmé de nuevo. Y quién no?. Te queda una mano. Úntala de crema y vete metiendo dedos en mi otro coño. Hice lo que me pidió y acabé con tres dedos en su culo, pero no le entraba más. Masajeé todas sus partes con mis manos y se corrió. También se meó, estaba exhausta. Retiró mis manos con las suyas y se tiró a mi polla, mamando con lujuria. Me corrí rápidamente, porque estaba muy sensible ya. Bebió toda mi leche una vez más y me besó con un hilo de ella en la comisura de los labios. Juntamos nuestras lenguas y me pasó un corretón de semen que se había quedado para mí. Tragamos a medias y morreamos como locos. Luego nos quedamos extasiados tumbados en la cama. Nos dormimos así y despertamos tres horas después. Nos duchamos, salimos cenar y paseamos hasta tarde. Íbamos de la mano cuando nos cruzamos con una pareja de la urbanización. La niña me miró con pena y me dijo: Papi vámonos a casa que me tengo que poner la crema de la alergia, levantando el dedo corazón. Comprendí la indirecta que le había servido de disimulo y nos encaminamos a la casa. 

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