El regalo de mi padre


Heredé el oficio de plomero de mi padre, el está un poco mayor y por lo tanto me deriva un poco de los trabajos de sus clientes. Así es que un día me llamó para avisarme de una casa donde había que hacer un par de arreglos. 
-es en la casa del arquitecto García- me dijo para luego pasarme la dirección. 
Sin mucho pensar, cargué las herramientas en mi auto y me dirigí al citado domicilio. 
Normalmente trato de ser profesional, pero las tetas del ama de casa me superaron. 
Grandes aunque no enormes y firmes, desafiaban el control de cualquier hombre que se encontrara frente a ellas e intentara no mirarlas. Por lo demás, la dueña de casa no era nada del otro mundo. Culo normal aunque nada despreciable, rostro común y modos un tanto tímidos. 
Lo que me sorprendió es que a ella se le fueron los ojos hacia mis brazos mientras los mío trataban en vano de dejar de admirar las ya deseadas tetas. 
-Soy el plomero- me presenté 
-esperaba a alguien un poco mayor que ud.- Me respondió ella 
-si, mi padre no pudo venir- justifiqué mi presencia 
-pase por favor, mi nombre es Ana- dijo mientras me dejaba libre el paso. 
Ana lucía unos años menor que yo, por lo que me animé a proponerle 
-por favor no me trate de ud que me mata- dije con una media sonrisa mientras mis ojos derivaban inevitablemente una vez más a sus tetas 
-entonces vos tampoco me trates de ud.- propuso ella 
-peo ud es una dama, lo primero es el respeto- agregué yo 
-en ese caso, vos parecés mayor que yo, tengo tratarte de ud- la risa que escapó de su boca era cristalina y muy sexy. 
-bueno...me ganaste- dije dándome por vencido 
-es por acá- me indicó mientras me señalaba la cocina 
Al señalar hacia el costado abriendo uno de sus brazos, no pude dejar de admirar una vez más sus pechos que parecían burlarse de mí. Tardé unos segundos en dirigirme hacia la bacha, donde parecía estar el problema. 
-está tapada, y la canilla no cierra bien- me indicó. 
O bien no se daba cuenta de mis miradas o no se sentía para nada incómoda, pues no varió su actitud en lo más mínimo, por el contrario parecía disfrutar del efecto que lograba en mí. 
La cuestión es que de inmediato me dispuse a trabajar mientras ella se mantenía a poco pasos de mí. Lo primero que hice fue destapar la cañería, cosa que resultó bastante fácil, pero luego me dispuse a arreglar el grifo rebelde. Con la gran llave inglesa aflojé la válvula un poco mientras ella se acercaba, eso me distrajo, y cometí el error de intentar cerrar del todo la canilla. La cuestión es que el grifo se desprendió y lanzó un chorro de agua que nos empapó a ambos. Estallamos en risas mientras yo colocaba nuevamente la llave en su lugar. 
-estás empapado- me dijo ella riendo 
Al girar hacia ella recibí un espectáculo absolutamente inesperado, su remera toda mojada dejaba traslucir sus pezones y las redondeces de sus hermosas tetas. Mis ojos quedaron clavados en ellas, como atrapados por una enorme trampa sensual. 
-vos también estás mojada- respondí 
Ella se miró los pechos 
-¡ups!- dijo sin intentar siquiera taparse. 
No pude ni quise demorar más la situación inesperada, me abalancé sobre ella y la besé furiosamente mientras una de mis manos volaba hacia sus tetas. Ella se dejó besar mientras sus brazos rodeaban mi cuello. 
-tenés unas tetas hermosas- le dije mientras la palma de mi mano intentaba abarcar la mayor porción posible de una de sus tetas. 
-¿te gustan?- me preguntó entre beso y beso 
-me enloquecen, ¿a quien no?- pregunté como una mera justificación 
-A Luis le parecen enormes- dijo ella refiriéndose “al arquitecto”. 
Comencé a quitarle la mojada remera, las tetas húmedas eran un espectáculo imperdible, mi boca derivó a los duros y rosados pezones. Sus manos acariciaban mi nuca mientras yo chupaba una y otra teta. Con mi mano pellizcaba suavemente el pezón libre, haciendo que ella dejara escapar suaves gemidos. 
-me encanta que me chupen las tetas- dijo ella 
Me tomó del rostro e hizo que me incorporara 
-pero también me gustan otras cosas- agregó 
Se agacho ante mí, y comenzó a desprenderme el pantalón. A esa altura de los acontecimientos, yo ya tenía la pija como piedra, y apenas ella me bajó los pantalones, mi verga saltó hacia delante como si de una catapulta se tratara. 
-uyyyy, que durita la tenés mi amor- dijo ella 
Me dio un pequeño beso justo en la punta, me miró traviesamente y luego en un solo movimiento se tragó casi toda mi pija. Permaneció inmóvil unos segundos y luego lentamente la extrajo de su boca. Comenzó un trabajo de rozar con su lengua todo el tronco de mi pija hasta llegar a la punta, luego la cubrió con sus labios y comenzó a chupar mientras una de sus manos se ocupaba de mis huevos. 
 
-me vas a hacer acabar- le dije consciente de mi propia debilidad. 
-¿y me vas a llenar la cara de lechita?- me preguntó 
Comenzó a masturbarme mientras abría su boca, como buscando que mi leche le llenara la boca más que su rostro. A punto de estallar la hice poner de pié, mientras ella sonreía extasiada hice que se apoyara contra la mesada, de frente a mí, luego desprendí sus gastados jeans y los bajé de un tirón. Mientras ella se los quitaba la volví a besar. No demoré nada en quitarle la tanga blanca e inmaculada. La tomé de las nalgas, la elevé hasta hacer que se sentara sobre la mesada, casi al borde de la misma. Mientras la tomaba del rostro, enfrenté mi endurecida verga con su vagina, sus ojos sostenían mi mirada mientras comencé a penetrarla. 
-ayyy, que dura que está- me dijo mientras sus ojos se entrecerraban 
Hundí mi pija en ella, que arqueó su espalda mientras sus manos se sostenían en mis hombros. Arremetí contra ella enloquecidamente mientras ella comenzó lanzar frases muy calientes 
-dame pija, quiero pija, quiero tu pija- decía 
-partime papito, cogeme más…más- exclamaba 
Se apretó contra mí, sus tetas hicieron presión contra mi pecho mientras sus piernas se trenzaban en mi cintura. Su boca exhalaba junto a mi oído. 
-¡uyyy, que macho que sos!, ¡que bien me cojés!, mi marido no me coge como vos- agregaba ella 
Se positivamente que ella lo decía para calentarme, por otro lado no me preocupaba si era verdad o no, lo unico que sé es que contribuían enormemente a mi calentura. 
-¡me vas a hacer acabar!, el plomero me coge y me va a hacer acabar- dijo mientras sus uñas se clavaban en mi espalda. 
Sentí sus gemidos y quejidos que se mezclaban con los míos propios. El ritmo de mis movimientos se hizo frenético mientras acabábamos simultáneamente. Por unos instantes nos quedamos casi inmóviles, pues yo me movía muy lentamente en su interior para que mi verga recuperara la dureza. No quería que todo terminara allí. 
Ella pareció adivinar mis intenciones, pues de un leve empujón me separó de ella. 
-acostate, quiero cabalgarte- me ordenó 
Yo obedecí en silencio, y me estiré en el piso. Mi verga ya estaba nuevamente al palo. Ella pasó una de sus piernas sobre mí, y comenzó a sentarse muy lentamente. Con su mano dirigía mi verga hacia su raja mientras no dejaba de mirarme a los ojos. 
-te voy a cabalgar, te voy a sacar hasta la última gota de lechita- me dijo 
Sus movimientos comenzaron lentamente, pero fueron adquiriendo velocidad y fuerza. 
 
Sus gemidos inundaban la estancia plenamente. 
-que buena verga me estoy comiendo- dijo 
Pero antes de que yo comenzara a elevarme en el éxtasis ella se detuvo, se levantó y se dio vuelta, ahora me daba la espalda mientras mi verga la perforaba una vez más. Su culo ante mis ojos lucia ahora maravilloso en su lento ir y venir que nuevamente se hacía más potente a cada instante. Empezó a dar sentones, elevando y bajando su cuerpo una y otra vez. 
No demoré demasiado en sentir como me derramaba a su voluntad. 
-así me gusta, dame esa lechita, meteme esa verga llena de leche- exclamó ella mientras me miraba por sobre su hombro. 
Me di cuenta de que ella estaba acabando porque sus manos se aferraron a mis rodillas con fuerza. Los temblores de su cuerpo no fueron tan evidentes como yo hubiera querido. 
-si…así mi amor, así- repitió un par de veces. 
Por fin nos quedamos inmóviles, agotados y por demás satisfechos. Ella volvió a sentarse de frente a mí, aunque mi vencida mi pija no mostrara el menor signo de dureza. Se volcó sobre mí y así pasamos unos minutos. 
-tengo que terminarte el trabajo- le dije mientras nos incorporábamos 
-ya me hiciste el trabajo- dijo ella riendo 
-el otro, el de la válvula- le dije yo contagiándome de su risa 
-ya me trabajaste la válvula- agregó ella 
-la canilla, tengo que ponerte la nueva- me defendí 
-poneme lo que quieras- repuso ella 
Acomodé mis ropas, y rápidamente cambié la válvula desgastada. Ya finalizado el trabajo me dispuse a retirarme. Me atrajo hacia ella que aún desnuda se mostraba con desparpajo. 
-¿vas a volver?- me preguntó mientras se refregaba contra mi cuerpo. 
-llamame cuando quieras- le dije 
Y Así quedamos, ella satisfecha según mi creencia y yo maravillado del levante que había conseguido. A los pocos minutos, ya unos cientos de metros de la casa de Ana, decidí llamar a mi viejo para avisarle de que el trabajo ya estaba hecho. 
-¿Cómo te fue?- me preguntó el 
-bien, fue facil, el vástago de la canilla estaba gastado y reemplacé toda la canilla- le comenté 
-no pelotudo, no con la canilla, ¡con la mina!- me dijo a los gritos por el teléfono 
-¿y vos como sabés…?- dejé la pregunta inconclusa 
-¿Por qué te crees que no quiero ir más a esa casa?- me despabiló con su pregunta 
-¿vos tambien?- pregunté un tanto intrigado 
-no nene, yo ya estoy viejo para esos cuerpos, a parte si se entera tu madre me mata- dijo antes de cortar. 
Y así fue que recibí de mi padre un regalo inolvidable. 

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