Ayer me animé y un desconocido me rompió el culo por primera vez

  Sinceramente Rolando andaba insoportable desde la mañana, cuando me llamó y dijo que quería ir a la disco, conmigo o sin mí. Siempre le ha gustado como se me ve el pantalón blanco; me puse el hilo dental que me regaló en febrero; el sostén que mejor me levanta las tetas y la blusa más escotada que tengo. Quería que me cogiera como nunca para ver si así terminábamos bien el día, así fuera en su coche o en un motel. Pero no. Cuando llegó por mí, tan tarde que ya me había quitado los zapatos, ya venía borracho y con una actitud repugnante. Para rematar, nunca dijo ni mierda de mi atuendo, hasta que llegamos a la disco.
-Ya está. Todos los hijos de puta te miran con unas ganas de cogerte por andar tan perra. ¿No podías ponerte una blusa que dijera “Soy puta, hazme tuya”.
Como siempre, mejor me quedé callada antes de arruinar la que según yo sería mi noche y sí lo fue pero sin él. Cuando pidió su tercera copa, ni se la tomó. Me reclamó las miradas insistentes de un tipo que yo ni había determinado. Fue él quien se dio cuenta. 
-Si vas a seguir con tus estupideces, mejor me llevas a casa y ya. ¿Ok?
-Mejor dile a tu nuevo amiguito que te lleve, a fin de cuentas, como que sobran las ganas.
-¿A quién?
-Exacto. Que te aproveche, puta.
No bebió ni un sorbo, tomó las llaves y el móvil y se retiró así, sin más. Me quedé esperando su regreso pero un minuto después, quien estaba sentado a la mesas era el tipo. Yo no estaba tan borracha: en verdad su cara no le ayudaba pero estaba bien bueno. Cuando se volteó para colgar su abrigo en la silla, pude notar sus dos mejores dotes.
-¿Qué hace tan solito un ángel como tú?
-Ya viene mi novio, gracias.
-Si te refieres al joven que salió en el Toyota verde, supongo que salió a conseguir cigarrillos más baratos.
No le hice caso y empecé a beber el trago que dejó Rolando.
-Me llamo Luis. ¿Y tú?
-Mariana. Mucho gusto, Luis.
-Igualmente. ¿Cuánto tiempo piensas darle a tu novio para que regrese?
-No lo sé. Lo que me preocupa es el regreso.
-Si no te asustan los asesinos en serie ni los preservativos con sabores, yo podría llevarte.
Sería el licor o la necesidad de animarme un poco, lo cierto es que me hizo gracia la ocurrencia. 
-Mira: no te mentí con lo de los preservativos.
-¿Y lo otro?
-Mmm… hoy es jueves. Preocúpate los martes.
Su sonrisa me sedujo. Camino al coche, no me opuse a su beso, que la verdad me supo riquísimo. Supongo que el “¿Ya se acostaron?” en mi móvil fue el que me motivó a aceptar el motel. Nunca había ido a ese, bastante lujoso por cierto. Experimentado el hombre; calculo que tendrá un poco más de treinta. Rolando y yo tenemos veintidós. Me sacó el pantalón y me chupó toda durante más de diez minutos. Cuando mi única prenda era el hilo, me hizo desvestirlo y pude notar lo tonificado de su vientre, eso me enloqueció; aún sobria habría aceptado la propuesta de un hombre tan rico. Me hizo abrir las piernas sentada en la cama y sin quitarme el hilo, lo apartó un poco de mi vagina y su lengua me hizo sentir mujer a partir de ese apasionante momento. Cuando yo me sentía a punto, me ofreció su polla.
-Anda, prueba el sabor natural.
-No sé, creo que preferiría fresa.
-No seas tonta. Prueba. ¿Sí?
Después de unos minutos lamiéndosela (no voy a mentir, estaba sabrosa), nos colocamos en sesenta y nueve y cuando me di cuenta, estaba violando mi boca al punto de que me hizo toser varias veces. Creí que se vendría pero no. Me puso boca arriba y se me colocó encima para restregarme el pene, moviéndose tan rico que me hizo vibrar.
-Anda, Luis: penétrame.
-Ya casi, nena.
-¡Métemela! ¡Estoy lista ya!
Siguió restregándomela hasta que lo agarré de esas nalguitas y lo hice metérmela. Conforme iba dándome más y más rápido, yo abría más mis piernas hasta dejarlas bien arriba y ese tipo me daba una clase de orgasmo que creí que me moriría ahí mismo.
-Vamos, bebé. Ponte de cuatro patitas para que veas lo que es bueno.
Me la restregó entre las nalgas, húmeda y durísima. Me puse a temblar cuando me di cuenta de que semejante palo iba a penetrar mi culo por primera vez en la vida. Me agarró la cadera con la mano derecha y con la izquierda me acomodó el pene en el orificio anal, mientras yo disimulaba mi temor. 
-Vas a ver, nena. Me vas a sentir y nunca lo olvidarás. Aquí voy.
Lo sentí como una amenaza y lo que vino a partir de ahí fue la mayor cogida que me han dado nunca. Con las dos manos me agarró y me la introdujo a más no poder y de una vez me sacudió. Traté de que mis gemidos parecieran de placer pero estoy segura que se dio cuenta que era de dolor.
-¡Esa es mi perrita! ¿Verdad que te gusta que te parta ese culito? ¡Uy bebé!
Así me tuvo hasta que me recosté en la almohada y sus chorros llegaron unos diez minutos después, cuando yo casi desfallecía. 
-Nunca había partido un culo tan rico nena. Se nota que ese estúpido de tu novio nunca lo había gozado, Marianita. ¡Qué delicia! Aaaaaaaaaaaahhhh….
Al final se la sacudió en mis nalgas y se me tiró encima, tan cansado como yo. Dormimos cerca de una hora y él, muy caballeroso, me instó a vestirme y esperó pacientemente para traerme hasta la casa. Me despidió con un beso tan delicioso que le pedí el número telefónico. Quién sabe; hoy Luis se disculpó, me preguntó cómo regresé y claro que el taxi fue lo más sensato. Por ahora, ese numerito quedará esperando otro momento de conflicto. De momento no. Pero de que sucederá, sucederá. Espero que sea pronto.

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